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El suelo estaba liso y trillado hasta formar un sendero que descendía suavemente. Las paredes se inclinaban hacia dentro por abajo, en ambos lados, formando una especie de embudo. Tenían la sensación de estar corriendo en dirección al centro de la tierra.

Mas adelante, el túnel se bifurcaba. Matt ilumino rápidamente los dos caminos con su linterna. El de la izquierda parecía menos trillado, así que decidieron seguir por ahí.

Unos quince metros mas adelante, el túnel describía una curva y volvía a bifurcarse. Esta vez eligieron el pasadizo de la derecha, que conducía a una pequeña y estrecha cámara con el techó inclinado. Cuando Matt lo ilumino con la linterna, desapareció por un lado, dejando al descubierto un pozo negro. El techó era tan bajo que tenían que encorvarse. El polvo del suelo estaba compactado.

– Tenemos que detenernos y decidir que hacemos -dijo Susan.

– No podemos detenernos -replico Van-. Hay que seguir.

– No -dijo Matt-. Necesitamos recuperar el aliento.

Encontraron una oquedad en una pared y se acurrucaron en su interior, en cuclillas, con las linternas apagadas, esforzándose por oír a sus perseguidores en la oscuridad.

Al principio solo oyeron el sonido de su propia respiración. Ocultarse hacia que se sintieran aun mas vulnerables; estaban aterrorizados.

– Escuchen -susurró Van.

Oyeron un estrépito distante que iba haciéndose cada vez mas fuerte. Después distinguieron, muy cerca, el sordo rumor de unos pies corriendo y varios gritos guturales, intercalados con extraños chillidos agudos. Los ruidos se amortiguaron de nuevo en la otra dirección y durante unos minutos reino el silencio. Matt miro a Susan. Su rostro estaba demacrado. Van tenia los ojos cerrados.

Entonces oyeron acercarse mas pies a la carrera, por distintos corredores, a sus espaldas. Los pasos eran peculiarmente largos. Había un agujero no mayor que una mano, y cuando Matt miro por el vio un túnel y el parpadeo de antorchas encendidas sobre la pared, cada vez mas débiles, a medida que los sonidos se desvanecían.

Pensó que debían de ser tres o cuatro. Parecían correr en todas direcciones. Un caos, como en un nido de avispas derribado de un golpe. No sabia que era peor: una caza fría y metódica o esta especie de tumulto con decenas de perseguidores. Antes o después, uno de ellos se tropezara irremediablemente con nosotros, pensó Matt.

El silencio reino otra vez durante un largo rato y su respiración se calmo un poco. Van mantenía los ojos firmemente cerrados.

En el interior de su escondite, Van estaba libido de miedo y cólera. En las comisuras de sus labios se acumulaba la saliva. Lo que había sospechado de aquellas criaturas durante los últimos tres años acababa de confirmarse.

– Yo tenia razón -murmuro-. Son unos hijos de puta despiadados.

– ¿Viste sus ojos mientras mataba a Rudy? -Preguntó Susan con un estremecimiento causado por el temor-. Ni un parpadeo de vacilación, ni rastro de una expresión humana.

– El único atenuante es que fue rápido -dijo Matt-. Rudy estaba muerto antes de tocar el suelo.

– Nunca debimos permitir que saliera-dijo Susan.

Van soltó un gruñido.

– Quizá sea el mas afortunado de nosotros.

– Odio dejar su cadáver ahí fuera. ¿Que creéis que harán con el? -preguntó la mujer.

– No lo se -dijo Van-. No tiene demasiada importancia…para el, en todo caso.

Susan sintió de nuevo una oleada de rechazo hacia Van.

En plena crisis surgía su lado mas siniestro.

– Una cosa es segura -dijo Matt-. Si nos encuentran, nos mataran también a nosotros.

Aguzaron el oído de nuevo, intentando captar sonidos de persecución, pero no oyeron nada.

Van carraspeo.

– Respecto a lo de la linterna… Tenía razón, por supuesto.

En cuanto le enfoque con el haz y no le hizo daño, perdió su… su magia. En aquel momento no lo pensé.

– Tenemos que pensar en el presente. ¿Como demonios vamos a salir de aquí?

– ¿Que mas tenemos?-preguntó Susan.

– Mi revolver-dijo Van-. Es la única esperanza.

– Tenemos que descongelarlo como sea -dijo Matt.

– Lo que necesitamos es una hoguera.

– Pero no podemos intentar encender fuego aquí-intervino Susan-. Ni siquiera uno pequeño. Nos encontrarían al instante.

– No. Tenemos que localizar el suyo. Sabemos que tienen uno en alguna parte, porque llevan antorchas encendidas -dijo.

– Será mejor que nos pongamos en marcha -propuso Van-. Aquí estamos demasiado expuestos.

Salieron a la caverna. Cuando Matt ilumino con la linterna en todas direcciones, vieron un nuevo túnel, mas pequeño, que presentaba hendiduras y salientes que podían utilizar como escondite. Abrió la marcha, utilizando la linterna a intervalos, mientras los demás lo seguían pegándose instintivamente a las paredes.

Mas adelante había una intersección de dos túneles muy parecidos, solo se distinguían porque uno descendía con una suave pendiente.

– No tengo ni idea de donde estamos -susurro Matt-. He perdido el sentido de la orientación.

Susan dio un tirón de su manga y señalo el túnel descendente. Lo siguieron, caminando a tientas en la oscuridad porque no querían que la linterna los delatara. Al cabo de cinco minutos llegaron a otra encrucijada y de nuevo Susan señalo el camino.

– ¿Tienes alguna idea de adonde vas? -preguntó Matt.

– No -respondió ella-. Pero tengo la sensación de que vamos por el camino correcto.

Después de seguir una curva hacia la izquierda y un largo tramo llano, distinguieron un débil resplandor a lo lejos.

– Puede ser lo que estamos buscando-dijo Susan.

El túnel describía una curva y ascendía ligeramente antes de volver a descender. Matt encendió la linterna y su haz captó algo al recorrer la pared: una depresión. Dirigió la luz hacia delante y hacia atrás. En la pared había nichos excavados, coronados por negras manchas de hollín.

– ¡Increíble! -dijo-. Para las antorchas. Hemos encontrado una especie de corredor principal.

– Probablemente esta maldita caverna sea su hogar-dijo Van-. Nos hemos metido de lleno en su puta casa.

El resplandor se hizo mas intenso, y oyeron el crepitar de una hoguera y vieron el reflejo titilante de las llamas sobre la piedra marrón de las paredes.

Matt se mantuvo pegado a la roca y atisbo lentamente desde la entrada. Era otra caverna, no mayor que un sótano, con un agujero en el techó que se perdía en la oscuridad. En el centro, una gran hoguera crepitaba y chisporroteaba, desprendiendo oleadas de calor dignas de un alto horno. A lo largo de la pared se amontonaba un amasijo de leña.

La caverna del fuego estaba desierta, pero otros dos pasadizos que desembocaban en ella la hacían vulnerable a la sorpresa. Se encontraban a todas luces en un área central, y una de las criaturas podía aparecer por las negras aberturas en cualquier momento. Pero no tenían elección si querían aprovechar el fuego.

Al entrar Matt tuvo la sensación de que se estrellaba contra un muro de calor. Con un gesto indico a los demás que lo siguieran.

– Deprisa-musito con voz ronca.

Van corrió hasta el montón de leña. Arranco un palo, descargo el revolver, introdujo un extremo de la rama por la guarda del gatillo y lo sostuvo a un palmo de las llamas. I a sombra de su cuerpo, que se proyectaba contra la pared, a sus espaldas, crecía y menguaba alternativamente, exagerando sus movimientos.

Van parecía haber recuperado en parte su sangre fría.

Quizás el hecho de tener algo en que ocuparse le hacia revivir.

– Supongo que este lugar no seguirá vacío mucho tiempo -dijo-. El fuego es demasiado importante para ellos. Alguien tiene que alimentarlo continuamente.

Susan montaba guardia junto a un punto central desde donde podía vigilar la entrada de dos túneles, mientras Matt paseaba nerviosamente de arriba abajo.

– No logro entenderlo -dijo.

– ¿Que? -preguntó Van.