Desesperado, decidió enseñar a hablar a Lanzarote. Hizo un esfuerzo por recordar cuanto había leído sobre los experimentos lingüísticos con chimpancés. Naturalmente aquello seria distinto porque no se limitaría solo a comunicar el concepto de un objeto, por ejemplo el de ‹‹arbóreo››, inherente a un árbol, lo cual era un aprendizaje básicamente asociativo llevado a un nivel abstracto. Tendría asimismo que hacer un esfuerzo por enseñarle a pronunciar y a utilizar las palabras correctamente, y luego asociarlas con otras palabras con el objeto de crear una secuencia con un significado nuevo. Este era el salto quántico del lenguaje.
El día de la primera lección hizo que se sentara frente a el, cogió una piedra bastante grande, fue hacia el, le abrió la mano y se la puso en ella, repitiendo una y otra vez la palabra ‹‹piedra››. Lanzarote se lo quedó mirando inexpresivamente. Con la finalidad de simplificar el sonido, Matt suprimió las dos primeras letras y repitió varias veces…edra, al quitársela y volvérsela a poner en la mano. Lanzarote ponía cara de desconcierto. Matt estuvo días intentando inculcarle aquella idea -asociar un sonido con un objeto-pero fue en vano. A veces Lanzarote repetía el sonido pero, al parecer, nunca lo asociaba con la piedra. Matt probó con otras palabras: ‹‹hoja››, ‹‹cielo››, ‹‹agua››. Recurrió también a hablarle por signos, imitando el acto de comer o de dormir. Se esforzó por fin porque comprendiera el significado de ‹‹Matt››, de ‹‹yo›› y de ‹‹tu››, señalándose a si mismo y luego a el, un gesto que al parecer no tenia ningún significado para el homínido. Estaba claro que los pronombres no tenían cabida en un mundo que no diferenciaba entre uno mismo y los demás. Un día llevo el magnetófono para grabar los sonidos y después hizo que los escuchara repetidamente mientras el le mostraba los objetos, pero a Lanzarote lo tenia tan fascinado el magnetófono que no podía concentrarse en nada mas.
– No obtengo ningún resultado-le confeso Matt a Susan una tarde.
– No es de extrañar. El lenguaje debe de ser la actividad humana mas compleja.
– ¡Pero nos parecemos tanto en otras cosas! Es casi imposible pensar que no tengan esta capacidad escondida en alguna parte, aunque solo fuera un vestigio que pudiera reactivarse.
– Si no se utiliza, no se desarrolla. Es como esos bebes que nacen con cataratas; si no se les trata durante los seis primeros meses se quedan ciegos para siempre. Por otra parte, el cerebro de los homínidos ya esta especializado. Tiene que procesar toda la información de los canales visuales de los otros.
– Con todo, a veces emiten sonidos.
Susan le sugirió que lo intentase al revés: que hiciera un esfuerzo por comprender el vocabulario que utilizaban ellos, ya que de ese modo tal vez podría llegar a hacer un descubrimiento importante. Empezó, pues, por observarlos cuando estaban en grupos. Se concentro en los jóvenes, especialmente cuando jugaban, porque al parecer era cuando mas sonidos emitían. Los grabo en el magnetófono y con el tiempo logro relacionar ciertos sonidos con respuestas concretas. Detecto que un sonido parecido a un gruñido indicaba sorpresa. Un día tuvo la gran suerte de grabar unos sonidos de alarma, cuando un grupo de jóvenes que jugaban a orillas del río huyeron a la desbandada al acercarse a ellos un depredador. Cuando Matt escucho la cinta, oyó una serie de gemidos muy agudos, que sonaban como un llanto.
En un momento que estaba solo en el bosque intento reproducir aquel sonido y por la noche le dijo a Susan medio en broma que se preparara para un momento histórico. Se fue a las afueras del poblado, inspiro hondo y emitió un sonido tan desgarrador que resonó entre los árboles. Antes de que Susan comprendiese lo que estaba haciendo, Matt se echó a sus pies, retorciéndose, apretándose fuerte las sienes.
– Por el amor de Dios, Matt, ¿que pasa?
El se sentó un poco avergonzado.
– He emitido el sonido de alarma. Supongo que querían saber todos que ocurría y que me han leído a la vez.
Aunque Lanzarote no aprendió a hablar, si aprendió otra cosa. Una noche que Matt y Susan presidían un combate, el estaba en un hoyo con un joven homínido que lo hizo caer al suelo. Al instante se puso en pie y se acercó al joven, que giro de manera que le dio con el codo en la barbilla. Lanzarote dio unos pasos hacia atrás tambaleándose, muy aturdido; seguidamente se abalanzo sobre su oponente, le golpeo el pechó y lo derribo. Al volverse, triunfal, Matt le observó el rostro, encendido de ira. Matt se metió en el hoyo para poner fin a la lucha.
El y Susan estaban asombrados y un poco nerviosos. Mas tarde hablaron de ello.
– ¿Sabes que pensé al verlo? – Comentó Susan-. Que sentían verdadera rabia, autentica agresión. Esto es algo nuevo, que no forma parte del vocabulario emocional de los homínidos del poblado.
– Nos guste o no, la rabia y la agresión son características humanas -respondió Matt-. Tal vez algunos siguen ya la senda de los renegados, y esta lleva directamente hacia nosotros.
Todo aquel tiempo Kellicut había estado aprendiendo por su cuenta; se pasaba cada vez mas horas con el chaman, que vivía en una choza separada del resto; era la única que tenia puerta, que siempre estaba cerrada y rodeada de un foso hecho de diminutos tótems, entre los que había mechones de pelo y dientes, que desprendía un olor fétido.
Matt y Susan lo llamaban Ojo Oscuro, un nombre que aludía a su aspecto y también a su función, a saber: guiar a la tribu a través del mundo de los espíritus. En sus frágiles hombros llevaba el peso de las almas de los antepasados fallecidos. Tenia la parte superior del cuerpo demacrada; los huesos de los hombros le sobresalían cual alas de un murciélago; tenia el rostro contraído y siniestro, y el pelo como una cortina y desgreñado. Cuando se lo apartaba, se le veía un ojo empanado e inmóvil, que miraba permanentemente a la lejanía, como si viera visiones que a los demás les pasaban inadvertidas, espíritus que residían en nidos ocultos y árboles vaciados.
Ojo Oscuro se alejaba solo a un pináculo rocoso, donde permanecía durante días en comunión con los espíritus; ayunaba y al regresar estaba delgado como la hoja de una destral. Cuando reaparecía, la tribu parecía excitada y le daban comida y otras ofrendas, aunque también le temían y, en cuanto el se acercaba, ellos se apartaban. Con el objeto de comunicarse con los antepasados celebraba ceremonias, durante las cuales emitía gritos y sonidos monótonos, como cantos, aporreaba troncos y sufría ataques como si estuviera poseído. Susan se fijo en que durante aquellos momentos parecía entrar en trance y entonces mantenía su ojo sano cerrado. Imagino que de ese modo rompía los lazos con el mundo exterior e impedía que los restantes miembros de la tribu pudieran leerle, por mas que osaran intentarlo.
Una mañana, muy temprano, que el cielo, de un azul intenso, cubría el valle como un globo luminoso, un autentico alboroto altero la vida del poblado. Matt, que estaba bañándose en las aguas frías de un riachuelo, oyó gritos de excitación y sonidos que parecían chillidos. Susan, que en aquel momento estaba cogiendo frambuesas de un matorral para el desayuno, se irguió de un salto y se rasguñó. Salio de allí con cuidado y echó a correr hacia el poblado, adonde llego al mismo tiempo que Matt.