Mas tarde pudo conjeturar, basándose en el tiempo que el mismo llevaba cautivo, que el sacrificio se había realizado con luna llena. Pero no era mas que mera especulación, ya que no tenia forma de saber cuanto tiempo paso inconsciente tras el desprendimiento. Ahora que su mente era tan poco fiable, no podía estar seguro de que no hubiera perdido la capacidad de medir el tiempo. El dolor y el miedo tenían estas cosas.
Ahora que el prisionero estaba en tan mal estado, a Resnick le resultaba mas fácil aventurarse por el pasillo subterráneo, e incluso permanecer frente a la celda. Sabia que no estaba bien considerarlo un ‹‹prisionero››, en especial porque el era un científico, pero tenia que aceptar los hechos: la criatura le aterrorizaba y se alegraba de que estuviera entre rejas.
Incluso entonces era terrorífico hallarse en su presencia, por lo que normalmente dejaba a otros la mayoría de los experimentos directos. ¿Quien sabia que poderes mentales poseía? ¿O que ocurría en la mente de los humanos cuando la agitaban así? El nervio óptico corría peligrosamente cerca del centro del dolor, eso lo sabia, pero Grady y el resto sin duda, no. No tenían miedo porque no sufrían la maldición del conocimiento y la imaginación que el poseía. Por lo tanto, una parte de el se sintió satisfecha cuando el estado físico de la criatura empeoro tanto que ya no suponía una amenaza.
Últimamente casi nunca se movía, solo yacía enroscado sobre la colchoneta, durmiendo durante largos periodos.
Las cadenas ya no eran necesarias, pero la alimentación intravenosa si. La botella colgaba de su soporte junto a la cama y el tubo del gota a gota estaba conectado a una aguja clavada en el pliegue de su codo. A veces, cuando se movía, la aguja se salía y entonces quien estuviera frente al monitor hacia sonar una alarma y Grady o Allen soltaban una maldición, abrían la celda y volvían a clavársela. Ya no tenia sentido intentar siquiera los experimentos, de modo que Resnick tenia poco que hacer; era como en los viejos tiempos en el laboratorio de física, cuando Van diseñaba los experimentos y Resnick se sentaba tranquilamente a tomar café y resolver crucigramas. Esto se había convertido en una especie de velatorio, pero podía soportarlo. Y cuando todo hubiera terminado, llegarían los patólogos para practicar la autopsia. Entonces quizás aprenderían algo cortando el cerebro en decenas de miles de rebanadas del grosor de una hoja de papel. En aquel momento no tenían gran cosa, simples columnas de números interminables, vagas teorías y conclusiones a medio digerir.
Una vez el irlandés, Scanlon, que había establecido una estrecha relación con la criatura y, en consecuencia, había sido trasladado, vino de visita. Resnick se encontraba ante los monitores y vio la reacción cuando Scanlon se acercó a los barrotes: la criatura alzo la cabeza y extendió débilmente un brazo con la palma de la mano hacia arriba y los dedos extendidos, pero Scanlon no alcanzo a tocarla. Cuando se marcho, asomo la cabeza por la puerta de la sala de control y bramo algo sobre Resnick y pudrirse en el infierno. Un tipo extraño, demasiado sensible. No tenia madera de científico.
En cuanto se enteraron de que Van seguía con vida, Matt supo que tenían que rescatarlo. No consideraba que le debieran nada; mas que nadie, Van era el responsable de atraerlos con engaños hasta allí y de no haber jugado limpio con ellos ni una sola vez. Pero el hecho de pensar que alguien estaba a merced de aquellas pavorosas bestias era insoportable. La imagen del cráneo en descomposición de Sharafidin aparecía bruscamente en sus recuerdos de vez en cuando.
Y había una segunda razón: el revolver. Si de algún modo lograban apoderarse de el y encontraban la munición que Van había escondido, eso podría ayudarles en su propia escapada.
Además Kellicut tenia razón: si lo dejaban allí, seria una influencia corruptora, capaz de alterar el equilibrio natural.
¿Pero como podían rescatarlo sin que los atraparan a ellos? Por mucho que se estrujaba los sesos no se le ocurría otra cosa que un vago plan de internarse en los túneles a través de la cueva posterior y buscarlo: una estrategia en absoluto elaborada.
Susan no estaba tan segura de que debieran intentar rescatar a Van. Era reacia a emprender algo que parecía del todo imposible y que podría acarrearles temibles consecuencias.
– Podríamos llevarnos a Rodilla Herida como guía -sugirió Matt cuando estaban tendidos en el emparrado.
– Necesitarías todo un equipo. De lo contrario tu solo no durarías ni cinco minutos.
– ¿Que quieres decir con eso de ‹‹tu solo››?
– Matt, no estoy segura de coincidir contigo. Suponiendo que estés en lo cierto al querer intentarlo, ¿como vamos a conseguirlo? ¿A quien podríamos llevarnos?
– Tendremos que enseñarles a luchar.
– Eso significa enseñarles a infligir dolor, incluso quizás a matar.
– Lo se.
– Eso los cambiaria para siempre, lo transformaría todo.
Esto ya no seria el edén.
– Susan, el edén llega a su fin igualmente. Ya oíste lo que dijo Kellicut. Están siendo secuestrados. Solo es cuestión de tiempo que los renegados los destruyan. Y creo que algunos de ellos quieren defenderse. Las cosas han cambiado desde la muerte de Caralarga. Si se defienden, por lo menos tendrán una oportunidad.
– ¿Y que crees que diría Kellicut si los animamos a eso?
Todo lo que ha predicado con nosotros desde nuestro primer ano de universidad trataba de la responsabilidad de los científicos sociales de observar sin interferir.
– Estas colocando el credo profesional de Kellicut por delante de la moral humana básica. No podemos dejar morir a Van.
– Lo se. También tengo esa sensación, pero una de las cosas que nos enseño Kellicut era que los científicos no deben pensar solo en un individuo.
– Susan, olvídate de la ciencia. Piensa en la religión. Si nos enseña algo es la santidad de la vida… cualquier vida, en cualquier parte.
Susan guardo silencio, que Matt tomo por resistencia obstinada.
– Kellicut -espetó-. A veces dudo de el. ¿Por que se esfuerza tanto en intentar aprender su habilidad?
– Es algo místico.
– Tonterías, es el poder. Lo sabrías si no te tuviera a su merced. ¿Se debe a que aun eres su estudiante o aun eres su amante?
Susan se quedó demasiado aturdida para contestar.
Susan se interno en el bosque bullendo de ira. Que típico se dijo. Creo estar hablando de ciencia y moral y lo única que el puede pensar es si me acuesto o no con Kellicut. No es nada mas que estupida rivalidad masculina.
Siguió el sendero hasta la cascada y permaneció ante ella un largo rato escuchando el rugido del agua. Miro hacia abajo, hacia la cuenca, y advirtió con un sobresalto que Kellicut estaba allí sentado sobre las rocas con un grupo de homínidos. Los observó cautivada. Kellicut estaba situado en un punto mas alto que los demás y se mecía lentamente cerrando a veces los ojos y abriéndolos después. Los homínidos parecían confiar en el. Susan supo al instante por que estaba allí, por que se sentía atraído por el lugar donde el ruido de la cascada ahogaba cualquier sonido externo. Era el maestro que aprendía de sus alumnos.
En la reunión había algo terriblemente privado, incluso ilícito. Susan dio medía vuelta y regreso al poblado. Su ira hacia Matt se había esfumado. Por primera vez en varios años recordó la pequeña iglesia de tablas blancas construida en la cima de una colina de Oregon a la que asistía de niña.
Aquella noche, en el emparrado, se volvió hacia Matt.
– Tenias razón. No en lo de que aun soy su amante, sino en que no estoy siendo sincera conmigo misma. Por supuesto que tenemos que salvar a Van.
Se abrazaron y se besaron. Mientras ella le desabrochaba la camisa y deslizaba su mano en un lento circulo por encima de su pechó, Matt se volvió para mirarla y ella le acarició la nuca y la espina dorsal. El deslizo sus maños hacia abajo, hasta la parte de atrás de los breves pantalones de Susan, y se introdujo en sus pantis, acariciando sus nalgas blandas y algo frías. Cuando ella rodó hasta situarse encima y volvió a besarle, Matt sintió como el deseo crecía en su interior; y aun así, era consciente de un núcleo de resistencia, la inquietante presencia de alguien mas. Consiguió apartarlo, pero siguió percibiéndolo débilmente a lo largo de los juegos previos y después, cuando hacían el amor. No dejo de sentir una presencia extraña hasta después, cuando ella descansaba entre sus brazos con el cabello húmedo de transpiración y respiraba cada vez con mas regularidad. Entonces desapareció tan furtivamente como un espíritu.