Después la cabeza de la criatura cayo hacia atrás como si hubieran cortado un cable invisible y la alarma del monitor sonó con fuerza. Las líneas de la pantalla enloquecieron, subiendo y bajando a intervalos regulares, y por fin redujeron bruscamente su velocidad. Scanlon cayo al suelo. Resnick pensó que estaba exagerando la expresión de sus emociones y se disponía a regañarle cuando miro por segunda vez y se dio cuenta de que Scanlon se oprimía las sienes y se revolcaba de dolor.
Resnick miro hacia la criatura. Estaba muerta y el paisaje urbano de la pantalla había desaparecido.
Susan presintió que algo iba mal, aunque no sabia que. Algo mas fuerte que el instinto se apodero de ella y le acompañaba la certeza de que su presencia en la cámara sagrada había sido detectada. Entonces se le planteo el dilema: ¿debía usar la venda para tratar de burlar su poder telepático, o debía intentar huir? ¿Como encontraría la salida si no podía ver?
En la fracción de segundo que tardo en formular la pregunta vio un movimiento confuso al otro lado de la cámara, un atisbo de piel de animal en los intersticios que dejaban las estalagmitas. Justo cuando el pánico estaba a punto de paralizarla, sintió un contacto mental tranquilizador que le aseguraba que no había nada que temer. La figura que salio al descubierto era Levítico. Sintió el impulso de correr hacia el y abrazarlo, pero su alivio no duro mucho; por lo agitado que estaba también el, Susan comprendió que el peligro se acercaba.
Levítico encabezo la marcha por un corredor lateral oscuro. Susan palpaba la pared de roca con una mano, mientras con la otra cogía la del homínido, que iba delante, y aunque sus dedos eran cortos, eran fuertes como espolones de águila. Avanzaba a lo largo de un sendero que seguía una pendiente y parecía un corredor poco utilizado. De vez en cuando, Levítico se detenía brevemente y aunque Susan no podía verlo sabia que estaba leyendo la ruta mas adelante, sondeándola con su radar psíquico y tratando de evaluar el riesgo.
Al cabo de cinco minutos Susan oyó sonidos que venían hacia ellos. Se volvió para huir, pero Levítico la retuvo apretándole la mano con tanta fuerza que no la dejo soltarse. Susan intento retirarla, pero la presa de Levítico era tan firme que temió que le rompiera los huesos. Se aplasto contra la pared y aguardo. Podía oírles acercarse, pero no veía nada.
Notaba el cuerpo de Levítico frente a ella y se preguntó si planeaba tenderles una emboscada. Cerró los ojos y contuvo el aliento. Ahora solo estaban a escasos metros de distancia.
– ¡Susan, gracias a Dios!
– ¡Oh, Matt!
En la oscuridad noto que Matt la rodeaba con los brazos y olió su familiar aroma. Levítico no le soltó la mano. Rodilla Herida y Lanzarote llegaron también.
– ¿Por que diablos has desaparecido de ese modo?
– Tenia que echarle un ultimo vistazo para ver la pieza final del rompecabezas.
No era el momento de preguntar por el enigma.
– Escucha -dijo Matt con un tono de urgencia-. Algo les ha ocurrido. Están enloquecidos.
– Creo saber que ha ocurrido. Quiuac percibió que yo estaba en la cámara.
– No, no parecía que hubiera una emergencia. Era como si de pronto se hubieran enterado de una mala noticia, todos a la vez. Me recordó la reacción de la tribu cuando murió Caralarga. Creo que en alguna parte una de estas criaturas ha muerto o bien la han matado.
– ¿Que hacemos ahora?
– Lo que hemos venido a hacer-dijo Matt con firmeza-. Permanecer juntos y, por el amor de Dios, no vuelvas a alejarte -dicho esto, el grupo prosiguió remontando la pendiente detrás de Rodilla Herida, que parecía saber exactamente lo que hacia.
Incluso antes de oír la conmoción, Van supo que estaba perdiendo el juicio. Quizá saber que estas perdiendo el juicio significa que en realidad no lo estas perdiendo, se consoló. Lo dijo en voz alta. ¿Que importancia tenia si hablaba consigo mismo en voz alta? De todos modos, los muy gilipollas no lo entenderían. Pero la gente que se vuelve loca sabe a algún nivel que esta perdiendo la cordura. No es como si ese conocimiento significara algo. No es como si fuera una protección. En una situación como esta no hay protección posible. ¿Como podría haberla cuando estas indefenso en el fondo de una zanja, atrapado como una hormiga?
Van recordó su época de estudiante de postgrado y los monos enjaulados con los que experimentaba. Que conmovedor era pasar ante las jaulas de malla de aquellos primates medio enloquecidos. Retrocedían de un salto gritando de terror, a veces se cubrían la cabeza con las maños y a veces se mecían espasmódicamente chupándose el pulgar. Recordó a uno en particular que caminaba en círculos en la misma dirección y a la misma velocidad, encorvando los hombros cuando llegaba a las esquinas, siempre del mismo modo.
Mientras lo observaba Van sabia que se trataba de locura, que los movimientos rituales eran una manera de mantener a raya la locura y al mismo tiempo ceder a ella. La energía de un maniaco era lo único que quedaba. Era la única reacción racional-irracional. Así era como se sentía ahora.
Tenia miedo de quedarse dormido. Casi cada vez que lo intentaba experimentaba aquel extraño asunto del nistagmo de Cheyne-Stokes. Empiezas a perder la conciencia y, justo cuando pierdes pie y empiezas a hundirte, tu respiración se interrumpe y vuelves a la superficie boqueando por un poco de aire. Al cabo de un rato, el pánico te aferra incluso antes de que empieces a dormirte, por lo que sigues despierto, como una campanita que suena en el momento en que das una cabezada. A Van le dolía ahora la cabeza continuamente.
Ese grandullón, se llame como se llame, manda sobre todos los demás como un dios. Cuando se planta bajo el oso, se convierte en el oso: grande, fuerte, indomable. Que equivocado estaba viniendo aquí con la idea de que yo seria mas fuerte que ellos. Aquí arriba, en la montaña, todo lo superfluo va desapareciendo y se revela la verdadera fuerza. Los seres humanos son débiles, no son nada. La enfermedad es una debilidad y la debilidad es una enfermedad.
Empezó una conmoción. Van supo inmediatamente que estaba relacionada con la muerte. La luna llena, quizás, el momento del sacrificio, y seguramente esta vez le tocaría a el. Cuando sus pasos le llevaron al rincón mas alejado de la zanja pudo ver la pared donde colgarían su cabeza. Dio gracias por haberse caído de la cornisa cuando mataron al ruso.
De lo contrario habría presenciado la ceremonia final. ¿Que fue exactamente lo que hicieron?
Sabia que era victima de alucinaciones. Habían empezado de una manera marginal durante la ascensión de la montaña, pero habían reunido fuerzas con todo lo que había ocurrido desde entonces: la huida presa del pánico, el desprendimiento en la caverna, el cautiverio, el sacrificio. Ahora las alucinaciones iban a toda marcha, enhebradas una tras otra en el hilo constante de su terror, y eran lo único que parecía real. No sabia donde empezaban y donde terminaban, igual que no podía saber cuando estaba despierto y cuando sufría una pesadilla. Pero esto era distinto; esta vez oía realmente voces.
– ¡Van!
Si, volvió a oírlo, su nombre susurrado con ansiedad.
¿Como podían saber su nombre las criaturas? Tenia que ser su mente que se volvía contra el, como siempre su peor enemigo.
– Es inútil -mascullo Matt-. No nos oye. Eso o ha perdido el norte por completo.
– ¿Y ahora que? -dijo Susan.
Se asomo por la esquina del corredor para mirar hacia el interior de la caverna e inmediatamente lamento haberlo hecho. Las criaturas eran doblemente aterradoras vistas desde el nivel del suelo, especialmente ahora que corrían de un lado para otro con semejante agitación. La colmena estaba revolucionada, como si alguien la hubiera arrojado al aire y ensartado con una horca. Pero no puede ser nuestra presencia, pensó Susan, porque les bastaría con localizarnos y barrernos de golpe. Las pieles curtidas que colgaban de las paredes de roca eran gruesas como tapices medievales y Susan cayo en la cuenta reprimiendo un estremecimiento que debían ser cazadores soberbios gracias a su comunicación telepática. Seria imposible escapar a su red cuando la sintonizaran y leyeran su campo perceptivo. Ahora centenares de ellos compartían la misma habitación con ella y con Matt, pero no los descubrían por su preocupación.