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Van no dijo nada.

– Y eso significa que sabíais que tenían un poder mental especial-prosiguió Matt-. ¿Por que, si no, cerraste los ojos cuando nos perseguían? Lo que no entiendo es por que necesitabais mas, si ya teníais algunos especimenes.

– Muy sencillo: solo teníamos uno y uno no es suficiente.

La llamábamos operación Aquiles. No se puede comprender la VR a menos que tengas dos especimenes: uno que la mande y otro que la reciba. De lo contrario, todo es inútil.

– ¿Que es la VR?

– La visión remota. Es un termino científico con el que deberías familiarizarte.

– La he presenciado en vivo. Se me ocurren muchísimas razones por las cuales vosotros desearíais poder adquirirla.

– Seria útil, muy útil. Significaría que ningún país podría amenazarnos nunca mas. Como mínimo, debíamos cerciorarnos de que nadie había accedido a ella.

– Como los rusos, por ejemplo.

– Exacto.

– Pero llegaron aquí antes que vosotros.

– Eso no lo se. En teoría no iban a montar ninguna expedición.

– ¿Quien esta detrás del instituto?

– ¿Quien crees? El gobierno. No la CIA exactamente, mas bien una división de la CIA, aunque hay varias discusiones sobre este punto.

– ¿Por que?

– Usa la cabeza. La investigación sobre fenómenos paranormales ha sido siempre importante: la percepción extra sensorial, los poderes tele cinéticos, la comunicación no verbal, los ovnis… todo eso. Prácticamente escribimos el libra sobre el incidente de Roswell, visiones de seres extraterrestres, la transformación de la materia. Todo. Lo hemos abordado todo.

– Pero ¿y el nombre? ¿Instituto de Investigación Prehistórica?

– A lo largo de los años hemos utilizado diversos nombres y diversos campus universitarios. En la década de los setenta éramos el Instituto de Investigación de Fenómenos Paranormales. Cuando esta criptología estuvo en boca de todos, tuvimos que cambiar de nombre.

– ¿Y Eagleton?

– Es un espectro. Un veterano de la guerra fría.

Matt le daba vueltas a un tema que poco a poco iba viendo con mayor claridad.

– Déjame que te haga otra pregunta.

– No te cortes -respondió Van sarcásticamente.

– Si sabíais que las criaturas existían, ¿por que enviasteis a Kellicut?

– La cuestión es que no lo sabíamos. La que teníamos la encontramos por casualidad. Este sitio es muy grande, por si no te habías dado cuenta. Necesitábamos que Kellicut nos condujera hasta ellas. Era nuestro hombre clave.

– ¿Estaba el enterado de lo de la CIA?

Van hizo una mueca.

– No, es tan tonto como parece. Esta aquí por razones científicas, igual que vosotros.

Matt soltó aire despacio, aliviado.

– ¿Por que nos mando el cráneo?

– Para quitarnos de en medio. Mando una nota diciendo que los neandertales estaban muertos y que aquel era el ultimo. Sabia que lo analizaríamos para establecer la fecha.

– Van soltó una risita-. No sabia que ya habíamos capturado a uno.

– Entonces ¿no nos mando el cráneo a nosotros?

– No.

– ¿No pidió para nada que acudiéramos?

– No.

– Pero recibimos una nota. Se la entregaron a Susan en el hotel de Khodzant; Sharafidin se la dejo debajo de la puerta.

– No fue Sharafidin, fui yo.

– Pero la letra era de Kellicut.

– Era una falsificación.

– Pero ¿por que?

Van volvió a hacer una mueca.

– Para asegurarnos de que vendríais. Era un senuelo mas. Temía que fuerais a echaros atrás.

Matt no dijo nada. Todo encajaba. Mientras repasaba mentalmente los acontecimientos que se habían desarrollado desde el ascenso a la montaña, Van lo interrumpió.

– Ya se que piensas.

– ¿Ah si?

– Si. En el portátil.

– Pues si.

– Crees que no funciona. Pues te equivocas. No ha dejado de dar señales sobre la localización.

– ¿Y quien las recibía?

– , ¿Quien crees tu? Eagleton, el instituto, los marines, todo dios.

– Así que puede que vengan -preguntó Matt horrorizado.

– Si. No me extrañaría verlos aparecer cualquier día de estos días.

Matt soltó una maldición.

– Lo estropearan todo. Nada los detendrá. Quieren el poder a toda costa, los mataran a todos si es preciso.

Matt miro a Van a la cara. Recordó un brillante articulo de el sobre la comunicación no verbal entre los bosquimanos muy prometedor.

– ¿Y tu? -preguntó-. ¿Para ti no significa nada la ciencia?

– Si-respondió Van sin alterarse-. Lo significa todo. L he consagrado toda mi vida. La ciencia es lo único que no separa del caos. Nos permite ejercer el dominio, proteger; nos da poder.

Matt regreso al poblado sin mirar si Van lo seguía o no.

Pero Van le pisaba los talones, el muy canalla, aunque un canalla apaleado.

– Otra cosa -dijo Van señalando la luna visible ya en el cielo nocturno-. ¿La ves? Dentro de unos días habrá luna llena. Por eso estaban preparándose para sacrificarme. Y ahora vendrán aquí a buscarme… a mi o a otro.

Eagleton estaba escondido, al igual que una rana en una hoja de nenufar, en la pequeña línea del frente del cuartel general, como a el le gustaba llamarla para sus adentros. El edificio era un barracón semicilíndrico de metal especialmente adaptado a sus necesidades. El suelo era de cemento, para poder deslizar sobre el su silla de ruedas, pero no disponía de desinfectante. Cuando llevaba solo dos horas allí descubrió, horrorizado, una arana en una telaraña que había en un rincón.

El viaje había sido agotador. Sentado en su silla de ruedas atada con correas en medio del avión, se había sentido el centro de todas las miradas; varios miembros de la tripulación se levantaban y se sentaban en sus asientos sin cesar; servían bebidas, coqueteaban, chismorreaban. Estaba seguro de que hacían comentarios sobre el. No había dormido por miedo a ofrecer un espectáculo ridículo; hundido en su silla, con la boca abierta seguramente. Tal y como se había imaginado, cuando lo sacaron del avión tenia todas las miradas puestas en el. Se había perdido gran parte del paisaje; las dos ventanas del barracón eran demasiado altas y no podía mirar por ellas con facilidad. Desde que había llegado a la base de la montaña, había empezado a sentir los efectos de la altitud, y es que el era especialmente sensible a aquellos cambios.

Ahora despachaba, una vez mas con Kane, una tarea ingrata. El coronel le había dado un informe detallado sobre el entrenamiento de sus hombres. Leyendo entre líneas, porque Kane no le había dicho nada abiertamente, le pareció que los soldados estaban preparados para entrar en acción. Kane se había quedado callado y miraba el baúl de Eagleton, que estaba derecho y dividido en estantes repletos de libros. Se fijo en un volumen grueso y gastado de color verde de El origen de las especies.

– ¿Lo ha leído? -preguntó Eagleton.

Kane meneó la cabeza.

– Es una lastima. Es un libro notable. A Darwin le llevo dos décadas escribirlo. Ya tenia todas las ideas en mente cuando desembarco del Beagle, cosa que sabemos por las notas que había escrito, pero sus estudios sobre los percebes lo tenían completamente absorbido y para colmo de males se puso enfermo; vivía como un recluso, dando vueltas siempre por el mismo espacio diminuto. ¿Sabe que le impidió dedicarse de lleno al libro? Tengo mi propia teoría al respecto.

Kane volvió a menear la cabeza.

– Su mujer-dijo Eagleton-. Su virtuosa mujer, que iba a misa todos los domingos. El estaba a punto de dar a conocer una idea absolutamente subversiva y poderosa al mundo, la idea de que el hombre no fue creado por Dios a imagen suya, pero tenia miedo de su mujer. -Estalló de risa-. Y voy a decirle otra cosa, que estoy seguro de que usted no aprueba. -Kane ponía cara de fastidio-. En ningún lugar la palabra ‹‹evolución››, porque el no concebía el desarrollo de la naturaleza como un continuo progresivo, es un ascenso.