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Susan salio de la cueva y se lleno los pulmones con el fresco aire, contemplando desde arriba las copas de los árboles.

Todo se ha aclarado, pensó mientras seguía a Ojo Oscuro por la senda. Los mitos sobre el origen y la supervivencia tienen una finalidad de largo alcance: son la historia atesorada y refundida en lección objetiva. La epopeya de Noe y el diluvio, una leyenda oral relatada con variantes por toda Eurasia, advierte del castigo divino que cosecha la decadencia moral. Adan y Eva es la historia del pecado de pasarse de listo que provoco la caída de la humanidad de su estado de gracia inicial. Cain y Abel habla del primer derramamiento de sangre y de lo que reporto.

Ojo Oscuro iba ahora muy por delante de Susan y se perdía de vista al tomar las curvas del camino que serpenteaba junto a la pared de roca. De modo que aquel había sido el acontecimiento mas singular de la época prehistórica de los homínidos, el punto de inflexión que los había condenado a una existencia miserable en las frías y yermas regiones del techó del mundo. Era la historia de como se perdió una batalla. Y la perdieron no por inferioridad numérica o por falta de armamento, de organización o de valor, sino por ignorancia, por ingenuidad, por una confianza que era incapaz de reconocer la insondabilidad del traicionero enemigo. Era claramente una información que merecía la pena conservar para el futuro en una maquina del tiempo. Quizá fue pintada en la pared de la caverna por un puñado de supervivientes de la batalla original que contaban con la bendición de un extraordinario artista entre ellos. Iba dirigido a las generaciones futuras que inevitablemente se enfrentarían al enemigo como un mensaje de capital importancia: Cuidado con el ágil y alto, pues tiene una capacidad que nosotros no poseemos.

Susan llego a una bifurcación del camino a la misma altura que las copas de los árboles. Ojo Oscuro iba muy por delante y ella no supo que camino había seguido. Eligio uno; al tomar una curva vio que el sendero se ensanchaba ante una grieta oculta, y justo mas allá, una maraña de gruesas lianas le cerraban el paso; tuvo que pisar entre ellas con cuidado para no resbalar.

De pronto noto que el suelo cedía bajo sus pies y las lianas se enrollaron en su tobillo. Era como pisar un nido de víboras. Cayo de bruces y alzo los brazos instintivamente para amortiguar la caída; la tierra y las piedras le despellejaron las maños. Las lianas seguían atrapando sus pies y la presión era ahora mas fuerte. Susan oyó un rumor sordo detrás de ella, en la dirección de la grieta, y una piedra se estrello contra su muslo. Antes de que pudiera volverse, noto que unas maños de hierro le sujetaban los brazos a la espalda; luego unos dedos gruesos y muy fuertes la cogieron por los hombros y otros similares aferraron sus piernas.

Indefensa, fue izada por detrás. Intento resistirse, pero le inmovilizaron las maños con un cepo de madera tan apretado que sintió un agudo dolor en los hombros. Después noto que algo le rozaba la espalda y la nuca. Se estremeció al comprender que era: el duro hueso que cruzaba una frente rígida.

Matt necesitaba decirle a Susan que su vía de escape estaba bloqueada. Al ver que no regresaba al poblado al caer la tarde, salio a buscarla siguiendo el camino del lago y llamándola a gritos. Fue bordeando la orilla hasta llegar al lugar discreto donde Susan se había bañado. Vio rastros de burbujas de jabón entre los residuos flotantes de la orilla, y en tierra firme encontró la delgada esquirla de pedernal con restos de pelos negros pegados al borde afilado. A partir de allí, la pista se perdía.

Volvió al poblado y busco a Sergei. Al anochecer habían inspeccionado la mitad del valle entre los dos, dividiéndolo en sectores y recorriéndolo sistemáticamente en zigzag.

Cuando regresaron con las maños vacías, Matt estaba desesperado. Le echó un vistazo a su emparrado y registro la mochila de Susan, pero no encontró ninguna pista; todo parecía estar en orden.

– No lo entiendo. ¿Que puede haberle ocurrido? -le dijo a Sergei, sentados junto al fuego.

Estaba muerto de miedo, naturalmente, pero no quiso expresarlo con palabras.

Una silueta se destaco de la penumbra al otro lado de las llamas y, en un primer momento, el corazón de Matt dio un vuelco, pero enseguida vio que se trataba de Kellicut, a quien no había visto desde antes del ataque de los renegados. Kellicut se sentó cansadamente, sin dar muestras de haber reparado en la presencia de Sergei, a quien no conocía; el ruso se lo quedó mirando boquiabierto, incapaz de hablar. Kellicut apenas poso lo ojos en Matt. Cogió un palo y hurgó en las brasas, provocando un desmoronamiento y una nube de chispas. Parecía abrumado. Matt adivino con una violenta certeza que sabia algo.

– Te he oído llamar a Susan -empezó a decir Kellicut después de aclararse la garganta-. Creo que la estas buscando en el lugar equivocado.

Matt contuvo el aliento, demasiado nervioso para decir nada. Kellicut hablaba en un tono frío, imperturbable, y Matt no quería romper el hechizo que se había apoderado del anciano, fuera lo que fuese. Pero Kellicut volvió a quedarse callado. Era para volverse loco.

– Explícate -dijo Matt con una voz estrangulada por la tensión que salio casi en un susurro.

– El chaman sabe donde esta.

– ¿Como lo sabes?

– Esta mañana los he visto subir juntos a la montaña.

– Susan no ha regresado. ¿Por que no me lo ha comunicado Ojo Oscuro?

– Esta rezando. Va a intentar un poder superior.

Matt se puso en pie de un salto, cruzo el poblado a toda prisa, se planto ante la choza del chaman, abrió la puerta de un brusco tirón y casi tropezó con el anciano, que estaba a gatas, rezando. Matt lo levantó como si fuera un saco de ramas y hojas y lo llevo hasta la puerta. En ese momento vio en el suelo el boceto que Susan había hecho del enigma y se detuvo para recogerlo.

Llevo al viejo chaman en brazos como si fuera un fardo hasta la vera del fuego y una vez allí lo deposito en el suelo. Ojo Oscuro miro vacilante a su alrededor; sus ojos reflejaban el resplandor del fuego como los de un gato.

– ¿Como se lo preguntamos? -dijo Matt, procurando calmarse.

– Bueno, debes saber que hay diferentes maneras de comunicarse con ellos -respondió Kellicut-, pero requieren tiempo. Supondría subir con el a la montaña hasta llegar a su templo sagrado.

– No tenemos tiempo para eso -protesto Matt.

Sergei se incorporo bruscamente y al cabo de unos minutos regreso con la camisa de faena beige de Susan.

– Muéstrale esto-dijo.

Matt sostuvo la prenda en alto frente al chaman, quien la miro largo rato. Lentamente flexiono sus huesudos miembros, se acercó al fuego, cogió un palo medio quemado y apago de un soplido la llama que ardía en la punta. Después fue hasta una roca plana y se sentó delante de ella con las piernas cruzadas. Sosteniendo el palo entre los dedos, trazo con el un grácil arco sobre la roca. Cuando Matt se acercó y se situó detrás de el, Ojo Oscuro añadió una línea negra.

La figura fue tomando forma paulatinamente: el perfil de un homínido.

Ojo Oscuro volvió junto al fuego en busca de otro palo, y con el completo los rasgos. No faltaba el pelo ni la abultada frente. Finalmente llego el espantoso detalle revelador; dibujo pieles de animales alrededor del pechó y del tronco y añadió un collar de piel alrededor de la frente aplanada.

Dadas las circunstancias, era un retrato excelente de Quiuac.

Susan golpeo el suelo varias veces con el talón para comprobar su consistencia. Era de rocas ígneas y tierra comprimida por la acción volcánica a lo largo de milenios, por lo que resultaba evidente que no conseguiría excavar un túnel.