– Es obvio que para alguien tiene sentido -dijo él-. Alguien grande.
– No dejes que te ofenda. -Sonrió. – Vamos a activar un programa de los fuertes, Case; sólo para conseguir la estructura del Flatline. Senso/Red la tiene guardada en la bóveda de un archivo de las afueras. A cal y canto, Case. Y los de Senso/Red tienen todos los nuevos materiales para la temporada de otoño guardados allí también. Roba eso y seríamos más ricos que la mierda. Pero no, tenemos que conseguir el Flatline y nada más. Es raro.
– Sí, es todo muy raro. Tú eres rara, esta cueva es rara, y, ¿quién es esa rara tortuguita de tierra que está afuera en el pasillo?
– El finlandés es un antiguo contacto. Una fachada, sobre todo. Software. Lo de la privacidad es un negocio adicional. Pero hice que Armitage le dejara ser nuestro técnico aquí, así que más tarde, cuando lo veas, tú nunca lo has visto. ¿Entendido?
– ¿Y qué es lo que Armitage ha puesto a disolver dentro de ti?
– Yo soy un modelo fácil. -Sonrió.- Uno es las cosas que uno hace bien, ¿no es cierto? Tú tienes que cazar, yo tengo que pelear.
La miró fijamente. -Entonces dime qué sabes de Armitage.
– Para comenzar, nadie llamado Armitage tomó parte en Puño Estridente. Lo verifiqué. Pero eso no significa mucho. No creo que sea uno de esos tipos que llegaron a escapar. -Alzó y dejó caer los hombros.- Un asunto importante. Y lo único que tengo son comienzos. -Tamborileó con las uñas en el respaldo de la silla.- Pero tú eres un vaquero, ¿verdad? Quiero decir, a lo mejor puedes echar un vistazo por ahí. -Sonrió.
– Él me mataría.
– Tal vez sí. Tal vez no. Creo que te necesita, Case, y mucho. Además, eres un tío listo, ¿no? Tú puedes engañarlo, seguro.
– ¿Qué más hay en esa lista que mencionaste?
– Juguetes. La mayoría para ti. Y un psicópata certificado de nombre Peter Riviera. Un tipo realmente feo.
– ¿Dónde está?
– No lo sé. Pero es un jodido enfermo, de verdad. Vi su perfil. -Hizo una mueca. – Es atroz. -Se puso de pie y se estiró como un gato. – Así que tenemos un negocio en marcha, ¿muchacho? ¿Estamos juntos en esto? ¿Socios?
Case la miró. -Tengo muchas opciones, ¿eh?
Ella rió. -Has entendido, vaquero.
«La matriz tiene sus raíces en las primitivas galerías de juego», dijo la voz, «en los primeros programas gráficos y en la experimentación militar con conexiones craneales.» En el Sony, una guerra espacial bidimensional se desvaneció tras un bosque de helechos matemáticamente generados, demostrando las posibilidades espaciales de las espirales logaritmicas; una secuencia militar pasó en fríos y azules destellos, animales de laboratorio conectados a sistemas de sondeo, cascos enviando señales a circuitos de control de incendios en tanques y aviones de combate. «El ciberespacio. Una alucinación consensual experimentada diariamente por billones de legítimos operadores, en todas las naciones, por niños a quienes se enseña altos conceptos matemáticos… Una representación gráfica de la información abstraída de los bancos de todos los ordenadores del sistema humano. Una complejidad inimaginable. Líneas de luz clasificadas en el no-espacio de la mente, conglomerados y constelaciones de información. Como las luces de una ciudad que se aleja…»
– ¿Qué es eso? -preguntó Molly mientras él giraba el selector de canales.
– Un programa para niños. -Un aluvión discontinuo de imágenes mientras el selector se movía.- Off -le dijo al Hosaka.
– ¿Quieres probar ahora, Case?
Miércoles. Ocho días después de haber despertado en el Hotel Barato, con Molly junto a él. -¿Quieres que me vaya, Case? Quizás te sea más fácil a solas… -Él sacudió la cabeza.
– No. Quédate, no tiene importancia. -Se colocó la cinta de esponja negra en la frente, cuidando de no perturbar los chatos dermatrodos Sendai. Observó la consola en su regazo, sin verla realmente, viendo en cambio la ventana del negocio de Ninsei, el shuriken de cromo ardiendo bajo el neón reflejado. Alzó los ojos; en la pared, justo encima del Sony, había colgado el regalo de Molly, lo había clavado con un alfiler de cabeza amarilla por el agujero del centro.
Cerró los ojos.
Encontró la rugosa superficie del interruptor.
Y en la cruenta oscuridad de sus ojos cerrados, un hervor de fosfenos de plata que llegaban desde el filo del espacio, imágenes hipnagógicas que pasaban a gran velocidad como una película de fotogramas aleatorios. Símbolos, figuras, un borroso y fragmentado mandala de información visual.
Por favor, rogó, ahora…
Un disco gris del color del cielo de Chiba.
Ahora…
El disco empezaba a rotar, rápidamente, convirtiéndose en una esfera de gris más pálido. Expandiéndose…
Y fluyó, floreció para él, truco origami de neón fluido, el despliegue de un hogar que no conocía distancias, su país, transparente tablero de ajedrez tridimensional que se extendía al infinito. Un ojo interior que se abría a la escalonada pirámide escarlata del Centro de Fisión de la Costa Este, ardiendo detrás de los cubos verdes del Mitsubishi Bank of America, y en lo alto y muy a lo lejos, los brazos espirales de sistemas militares, inalcanzables para siempre.
Y en algún lugar se encontró riendo, en una buhardilla pintada de blanco, con dedos distantes que acariciaban el tablero, y lágrimas de alivio que le arrasaban el rostro.
Molly se había marchado cuando se quitó los trodos, y la buhardilla estaba a oscuras. Consultó la hora. Había permanecido cinco horas en el ciberespacio. Llevó los Ono-Sendai a una de las nuevas mesas de trabajo y se desplomó de través sobre la cama, tirando del saco de dormir de seda negra de Molly para cubrirse la cabeza.
El dispositivo de seguridad acoplado a la puerta de emergencia sonó dos veces. -Entrada solicitada -dijo-. Individuo verificado por mi programa.
– Entonces abre. -Case se quitó la seda de la cara y se incorporó mientras la puerta se abría, esperando ver a Molly o a Armitage.
– Cristo -dijo una voz ronca-, ya sé que esa perra puede ver en la oscuridad… -Una rechoncha silueta entró y cerró la puerta. – Enciende la luz, ¿de acuerdo? -Case bajó a gatas de la cama y encontró el anticuado interruptor.
– Soy el finlandés -dijo, y miró a Case con expresión de advertencia.
– Case.
– Mucho gusto, estoy seguro. Estoy haciendo un hardware para tu jefe, parece. -El finlandés sacó un paquete de Partagás y encendió uno. El olor a tabaco cubano llenó la habitación. Fue hacia la mesa de trabajo y miró los Ono-Sendai.- Parece común. Eso se arregla pronto. Pero aquí está tu problema, muchacho. -Extrajo un mugriento sobre manila del interior de la chaqueta, echó cenizas al suelo, y sacó del sobre un rectángulo negro sin distintivo alguno.- Malditos prototipos de fábrica -dijo, arrojando el objeto sobre la mesa-. Incrústalos en un bloque de policarbono y no puedes examinarlos con un láser sin arruinar el sistema. Defensas contra rayos X, ultrasondeos, y Dios sabe qué. Conseguiremos entrar, pero para los pecadores no hay descanso, ¿verdad? -Dobló el sobre con mucho cuidado y lo guardó en un bolsillo interior.
– ¿Qué es?
– Es básicamente un interruptor flipflop. Conéctalo a tus Sendai; puedes acceder al simestim en vivo o en registro sin tener que salir de la matriz.
– ¿Para qué?
– No tengo idea. Sé que estoy preparando a Molly para un equipo de transmisión y quizá puedas acceder a su sensorio. -El finlandés se rascó el mentón.- Así que ahora vas a descubrir cómo aprietan esos pantalones, ¿eh?