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– Fue a ella a quien viste en el restaurante -dijo el finlandés.

– De acuerdo con las normas del archipiélago -continuó la cabeza-, la nuestra es una familia antigua; las circunvoluciones de nuestra casa reflejan esa edad. Pero reflejan también otra cosa. La semiótica de la Villa habla de una involución, un rechazo del brillante vacío que hay más allá del casco.

»Tessier y Ashpool subieron por el pozo de gravedad y descubrieron que odiaban el espacio. Construyeron Freeside para explotar la riqueza de las nuevas islas, se hicieron ricos y excéntricos, y se pusieron a construir un cuerpo extendido en Straylight. Nos aislamos detrás de nuestro dinero, creciendo hacia adentro, generando un inconsútil universo del ser.

» La Villa Straylight no conoce el cielo, ya sea este grabado o de otro tipo.

»En el núcleo de silicio de la villa hay una pequeña habitación, la única sala rectilínea del complejo. Aquí, sobre un sencillo pedestal de cristal, hay un ornamentado busto, de platino y metal esmaltado, incrustrado de lapislázuli y perlas. Los brillantes globos de los ojos proceden del panel de rubí sintético de la nave que trajo al primer Tessier por el pozo, y que volvió a buscar al primer Ashpool…

La cabeza dejó de hablar.

– ¿Y? -preguntó Case por fin, casi como si esperase que el objeto le contestara.

– Eso es todo lo que escribió -dijo el finlandés-. No lo terminó. Entonces era sólo una niña. Esto es una especie de terminal ceremonial. Necesito que Molly esté aquí, con la palabra justa en el momento justo. Ese es el quid del asunto. No tiene importancia alguna cuánto podáis penetrar tú y el Flatline con el virus chino, si este objeto no oye la palabra mágica.

– ¿Y cuál es la palabra?

– No lo sé. Podría decirse que lo que yo soy se define por el hecho de que no lo sé, porque no puedo saberlo. Yo soy aquello que no conoce la palabra. Si tú la conocieses, viejo, y me la dijeras, yo no podría conocerla. Estoy construido así. Es otra persona quien tiene que aprenderla y traerla hasta aquí, en el momento en que tú y el Flatline se abran paso a través de ese hielo y entremezclen los núcleos.

– ¿Y entonces que pasará?

– Dejo de existir, después de eso. Ceso.

– Para mí está bien -dijo Case.

– Claro. Pero ten cuidado, Case. Mi, ah…, mi otra parte nos está siguiendo la pista, parece. Una zarza ardiente se parece mucho a otra zarza ardiente. Y Armitage está comenzando a irse.

– ¿Qué quieres decir?

Pero la habitación recubierto de paneles empezó a doblarse en una docena de ángulos imposibles, cayendo por el ciberespacio como una gana de origami.

15

– ¿ESTÁS TRATANDO DE BATIR mi récord, hijo? -preguntó el Flatline-. Tú cerebro estuvo muerto otra vez, cinco segundos.

– Agárrate fuerte -dijo Case, y movió el interruptor de simestim.

Ella estaba acuclillada, en la oscuridad, las palmas de las manos contra hormigón áspero.

CASE CASE CASE CASE. El display digital pulsaba el nombre en caracteres alfanuméricos; Wintermute le informaba sobre la conexión.

– Bonito -dijo ella. Se balanceó sobre los tobillos y se frotó las manos, haciendo crujir los nudillos-. ¿Por qué te demoraste?

AHORA MOLLY AHORA.

Ella apretó la lengua contra los dientes de abajo. Uno se movió apenas, activando los amplificadores de los microcanales; el movimiento aleatorio de fotones en la oscuridad se convirtió en una pulsación de electrones; el áspero hormigón de alrededor era ahora pálido y granulado. -De acuerdo, cariño. Ahora salimos a jugar.

El escondite resultó ser una especie de túnel de servicio. Ella salió, reptando, por una ornamentada rejilla abisagrada de bronce manchado. Él alcanzó a verle los brazos y las piernas, y se dio cuenta de que llevaba puesto otra vez el traje de policarbono. Bajo el plástico, sintió la tensión familiar del cuero delgado y apretado. Tenía algo colgado bajo el brazo, en un arnés o una funda. Molly se puso de pie, abrió la cremallera del traje y tocó el plástico ajedrezado de una culata de pistola.

– Oye, Case -dijo, apenas dando voz a las palabras-,.me estás escuchando? Te contaré algo… Una vez anduve con un chico. A veces me recuerdas… -Se volvió para vigilar el pasillo. – johnny, se llamaba.

El vestíbulo, bajo y abovedado, tenía docenas de estanterías de museo contra las paredes, cajas con frentes de cristal de aspecto arcaico. Parecían estar fuera de lugar, contra las curvas orgánicas de las paredes del vestíbulo, como si las hubiesen ordenado allí obedeciendo a alguna razón ya olvidada. Opacos apliques de bronce sostenían globos de luz blanca a intervalos de diez metros. El suelo era irregular. Cuando ella echó a andar por el pasillo, Case vio cientos de alfombras y pequeños tapetes puestos en el suelo, como al azar. En ciertos sitios había hasta seis, uno encima del otro; el suelo era una suave colcha de retazos de lana tejida a mano.

Molly prestó poca atención a los armarios y a lo que éstos contenían, lo cual lo irritó; tuvo que contentarse con las miradas poco interesadas de Molly, que le permitieron observar brevemente fragmentos de cerámica, armas antiguas, un objeto con tantos clavos herrumbrados incrustados en él que era irreconocible, pedazos de tapices rasgados…

– Este johnny, sabes, era inteligente; un chico muy listo. Comenzó su carrera de receptor de datos en Memory Lane: tenía circuitos en la cabeza y la gente le pagaba para esconder allí información. Los Yakuza estaban detrás de él, la noche en que le conocí, y yo me encargué del asesino que ellos habían enviado. Fue más suerte que otra cosa, pero me lo saqué de encima, y después de eso, todo fue dulce y caramelo, Case. -Apenas movía los labios. Case sentía cómo ella formaba las palabras; no necesitaba escucharlas en voz alta.- Armamos un monitor para poder leer las huellas de todo lo que él había alma. cenado alguna vez. Registramos todo en una cinta y empezamos a controlar a nuestros clientes selectos, exclientes. Yo era agente, guardaespaldas y perro guardián. Me sentía muy feliz. ¿Has sido feliz alguna vez, Case? Él era mi muchacho. Trabajábamos juntos. Socios. Haría unas ocho semanas que yo me había largado de la casa de títeres cuando lo conocí… -Hizo una pausa, dio una brusca media vuelta, y siguió adelante. Más armarios lustrosos de madera; los lados de los muebles eran de un color que le hacía pensar en alas de cucaracha.

»Íntimo, dulce, marchábamos perfectamente. Como si nadie pudiese herirnos. Yo no iba a permitir que eso ocurriera. Supongo que los Yakuza todavía querían el pellejo de johnny. Porque yo había matado al hombre de ellos. Porque johnny los había quemado. Y los Yak pueden darse el lujo de ir muy despacio, viejo: son capaces de esperar años y años. Te dan una vida entera, sólo para que cuando vengan a quitártela tengas más que perder. Son pacientes como las arañas. Arañas Zen.

»Entonces, yo no lo sabía. O si lo sabía, pensaba que no seria nuestro caso. Quiero decir… Cuando eres joven, crees que eres único. Yo era joven. Entonces llegaron, cuando nosotros estábamos pensando que tal vez ya habíamos trabajado bastante, que era hora de terminar con todo, irnos a Europa tal vez. Ninguno de los dos sabía bien qué haríamos allá, sin nada que hacer. Pero vivíamos bien entonces, cuentas orbitales suizas, y una madriguera llena de juguetes y muebles. Le quita el gusto amargo a tu trabajo.