– Y en cuanto llevé a Florence a la habitación, reconoció su error -dice Cheryl.
Gracias a Dios. Está de mi lado. Simon también sabe esto y me toma más en serio porque tiene el apoyo tácito de mi partera. Gracias a Dios por Cheryl.
– Cheryl, ¿recuerdas a Mandy? -le pregunté.
– Tres días de agonía -dice David a Simon-. Ni siquiera fue trabajo de parto propiamente dicho, eso es lo que dijeron. Trataron de inducirlo dos veces y no lo consiguieron. Incluso cuando le pusieron el goteo, no funcionó. Nada funcionaba. Finalmente, hicieron una cesárea de urgencia pero la anestesia no funcionó correctamente. ¿No es cierto? -Sus ojos me desafiaron a negarlo.
Muevo la cabeza.
– El dolor era tan fuerte que se desmayó. Se perdió la mejor parte, cuando sacaron a Florence. Cuando volvió en sí, todo había pasado. Y el amamantamiento también fue un fracaso total. Alice estaba hundida por esto. Realmente quería dar de mamar a Florence. ¿No cree que todo esto puede traumatizar a cualquiera, inspector? Sumirla en… no sé, algún tipo de locura posparto?
Estoy demasiado sorprendida por el relato de David sobre el nacimiento de Florence como para decir algo en mi defensa. Parece conocer todos los hechos pero nada de la verdad. ¿Lo vivió de forma tan negativa en ese momento? Si es así, no lo demostró para nada.
Por primera vez, veo su mente como un territorio peligroso, un territorio en el que tengo miedo de entrar. Todos estos años he estado esperando que me dejara entrar, asumiendo que sabía o podía imaginar cómo era el terreno. Me imaginaba la angustia y la inseguridad como consecuencia de haber crecido sin padre, haber sido separado de su hijo, haber sufrido el trauma de la muerte de Laura. Le atribuía a él los pensamientos y los sentimientos que yo habría tenido en su lugar.
– Esto no nos lleva a ningún lado -suspiró Simon-. Pesemos al bebé.
En mi mente, empiezo a escribir una declaración alternativa, una declaración más verdadera de la que he firmado para Simon:
Mi nombre es Alice y amo a mi hija Florence más que a mi vida, más que a todas las mejores cosas del mundo todas juntas. Su nombre completo es Florence Imogen Fancourt. Tiene la cabeza perfectamente redonda, muy poco pelo, ojos azules oscuros y una boquita perfecta como una pequeña flor rosada. Los dedos de sus manos, de sus pies y sus pestañas son llamativamente largos. Huele a limpio, a fresco, a polvos de talco y a nuevo. Tiene las orejas de mi padre. Cuando la coloco sobre mi mano para que eructe, sus hombros redondos se desploman y hace un gracioso ruido con la garganta, como si quisiera hacer gárgaras. Tiene una forma de juntar las manos y los pies, tan delicada, como una bailarina de ballet, y no llora porque sí, de forma anárquica, como algunos bebés. Llora como un adulto enfadado y con una grave queja.
– Nueve libras exactas.
– ¿Entonces? ¿Entonces? Eso no prueba nada. Ha ganado peso, eso es todo. Ocurre con todos los bebés.
El viernes 12 de septiembre de 2003, nació por una cesárea de urgencia en el Hospital General de Valley Culver. Pesó 7 libras y 11 onzas. No fue una pesadilla, como dice mi marido, sino el día más feliz de mi vida. Mientras los médicos y las parteras me llevaban de la sala de partos al quirófano, escuché a uno de ellos gritar a David -Traiga ropa para el bebé-. En ese momento me di cuenta de que todo esto era real. Estiré el cuello y solo conseguí ver a David registrando mi bolsa de hospital. Extrajo un body blanco y un trajecito blanco con Ositos Pooh y Tiggers por todas partes. -A Pooh le gusta la miel, pero Tigger piensa que es gracioso-. Lo trajo Vivienne. -La primera ropita de bebé debe ser blanca -dijo. Recuerdo haber pensado que mi hija iba a llevar esa ropa. Pronto.
– ¿Ha contactado con el hospital? -preguntó Cheryl-. Existe alguna posibilidad de que todavía conserven la placenta y el cordón umbilical. Pueden comprobar si corresponden a este bebé. Se supone que tenemos que eliminarlos dos días después, pero, entre usted y yo, no siempre es así. Le convendría comunicarse con ellos de inmediato.
– Oh, por Dios Santo. ¡Esto es una farsa! De verdad va a…
Mientras me llevaban al quirófano, sonaba alto una canción de Cher, en la que su voz suena temblorosa. En seguida me gustó y supe que desde ese momento en adelante me recordaría el nacimiento de mi bebé. Sería mi canción, mía y de mi bebé. El anestesista echó gel azul sobre mi estómago. «No debería sentirse frío», dijo.
– No creo que sea muy caro, supongo, por mano de obra y recursos. Sin embargo, los resultados podrían tardar un poco.
– ¡Lo ves! No quiere meterse en problemas con su jefe por gastar dinero público en lo que es claramente un caso de absoluta locura.
– Y la otra mujer en la sala, esta chica Mandy que mencionó Alice.
– Ninguna de estas mujeres vio ni dos veces a Florence.
– Señor Fancourt, no está usted ayudando. Discúlpenme un minuto, todos.
Se sintió frío.
Capítulo 1 0
Anotaciones del cuaderno del detective Simon Waterhouse
(Escritos el 3/10/03, a las 19.00 horas)
27/9/03, 11.00 h.
Área: Comisaría de Spilling. Recibida una llamada telefònica de Alice Fancourt (véase el índice). Dijo que necesitaba hablar urgentemente conmigo porque tenía nuevos datos relacionados con el asunto de su alegación de que su bebé había sido abducido y cambiado por otro bebé (caso número NS 1035-03-Q). Le sugerí que debería acompañar a su suegra, Sra. Vivienne Fancourt (véase el índice) a la comisaría más tarde hoy mismo (Vivienne Fancourt había acordado presentarse y dar su declaración) y le dije que hablaría con ella en ese momento. La Sra. Fancourt empezó a llorar y dijo que necesitaba hablar conmigo a solas, en privado, lejos tanto de su suegra como de su marido David Fancourt (véase el índice). Consulté con mi sargento, DS 326 Charlotte Zailer, quien me autorizó a encontrarme y hablar con la Sra. Fancourt. La Sra. Fancourt sugirió que nos encontráramos en el Café Bar Chompers en el club La Ribera (carretera Saltney, Spilling), a las 14.00 h. el domingo 28 de septiembre. Le dije que me resultaba imposible y sugerí el lunes 29. La Sra. Fancourt se puso nerviosa y dijo que no creía poder esperar tanto tiempo, pero le dije que no podía verla antes. Dije que la comisaría podía ser un lugar más adecuado que Chompers, pero la Sra. Fancourt insistió en que me quería ver en un sitio «menos oficial y menos intimidante».