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Capítulo 1 6

5/10/03, 11.10 horas

– ¿Qué? -preguntó David Fancourt-. ¿Qué quiere de mí? Mamá ya le ha dicho todo. Alice y Florence estaban aquí el jueves por la tarde. Las dos se fueron a la cama como de costumbre. El viernes por la mañana, ya no estaban. Su trabajo es encontrarlas y no lo hará desde aquí. En primer lugar, si estuvieran aquí, nunca habría ido a denunciar su desaparición. Así que ¿por qué no sale y las busca?

Se sentó, en una posición rígidamente vertical, al borde de la silla menos cómoda de la habitación, la estrecha de madera con un asiento de terciopelo azul marino y respaldo sin cojín. Charlie podía sentir su rabia de una manera tan tangible como si la golpeara en la cara. Sintió pena por él, no lo culpaba por sentir rabia. Vivienne se sentó al otro lado de la habitación, en un sofá blanco. Ella pertenecía a la antigua escuela: uno no mostraba sus sentimientos en público.

– Nosotros pretendemos encontrar sin falta a Alice y Florence -dijo Charlie.

David Fancourt era sólo culpable de ser grosero; esa era su intuición, formulada en el primer medio minuto de la entrevista. Las teorías paranoicas de Simon eran ridículas. Fancourt tenía una coartada sólida como una roca. El y Alice estaban en Londres en un teatro lleno cuando Laura fue asesinada.

– Nosotros siempre comenzamos por la casa del desaparecido, aunque obviamente ése es el único lugar donde sabemos que la persona no está. Sé que debe parecer confuso.

No me preocupa por dónde usted comienza, siempre y cuando encuentre a mi hija.

Charlie se daba cuenta de que no mencionaba a Alice.

Trate de tranquilizarse -dijo-. Yo sé que esto debe ser muy perturbador para usted, especialmente después de lo que le pasó.i Laura…

¡No! -Las mejillas de David se ruborizaron-. Estoy perfectamente bien, o lo estaré en cuanto haya encontrado a Florence. Estoy realmente furioso. Primero casi pierdo a Felix, y ahora Alice me ha robado a Florence. Solo que nadie me cree… es Florence.

Incluso… -masculló algo, mirando a su madre.

Nunca he dicho que no te creo -dijo Vivienne fríamente, levantando su barbilla. Charlie se preguntaba si así se comportaría la reina en una situación similar. Vagamente recordaba haber escuchado, en la época del asesinato de Laura Cryer, de dónde había provenido la riqueza del padre de Vivienne, pero ahora no podía recordar los detalles. Había fundado una gran compañía de algún tipo, plásticos o envases. Vivienne no venía de una familia adinerada de origen, no importa cuán aristocrático fuera su porte.

El salón parecía más pequeño de lo que era a causa de todos los muebles apiñados en él. Había tres sofás, siete sillas, una mesa para café monstruosa, dos estanterías grandes a ambos lados de la chimenea, y una pequeña televisión sobre una base colocada curiosamente detrás de un sillón en una esquina, como para dejar en claro que en esta casa la televisión no era una parte importante de la vida diaria. Casi todos los libros en los estantes eran ediciones en tapa dura, notó Charlie.

Hoy estaba aquí sola. Ayer, había habido un equipo de agentes de policía en Los Olmos, dejando el lugar patas arriba, examinando metódicamente las pertenencias de Alice Fancourt. Habían encontrado su bolso de mano y sus llaves en la cocina y su Volvo afuera. No parecía haber desaparecido ninguna ropa de Alice o Florence, además de las que estaban usando en ese momento. Vivienne había proporcionado esta información y parecía bastante segura. Charlie tenía que admitir que éste era un muy mal indicio. Lo más preocupante de todo era que Vivienne insistía que Alice solamente poseía tres pares de zapatos, y estaban todos todavía en su armario.

El jueves por la noche, Vivienne había cerrado las puertas delanteras y traseras, como hacía siempre antes de irse a la cama. A la mañana siguiente, Alice y Florence se habían ido y las puertas estaban aún cerradas. No había ninguna evidencia que alguien hubiera entrado por la fuerza. Vivienne, David y Felix habían dormido profundamente; no los había despertado ningún escándalo, ninguna pelea o grito de bebé. Charlie hallaba que estos hechos, vistos como un todo, eran extremadamente enigmáticos.

¿Alguien podía haber persuadido a Alice de dejarlos entrar y después secuestrarlas a ella y al bebé? De ser así, debían haber salido por la puerta trasera. La ventana de al lado tenía un estrecho panel superior, de cerca de quince centímetros por cuarenta, que se había quedado abierto, y las llaves de Alice estaban en la cocina debajo de la mesa. El secuestrador habría tenido que sacar a Alice y Florence en absoluto silencio, cerrar la puerta trasera otra vez y dejar caer las llaves a través de la ventana.

A menos que la propia Alice lo hubiese hecho. Charlie se preguntaba si era posible que ella estuviera lo suficientemente loca, incluso en un estado muy avanzado de depresión posparto, como para marcharse sin ninguna de sus pertenencias o las de Florence. Simon, cuando le había hablado esta mañana, había reiterado su certeza de que Alice seguía con vida y estaba ilesa.

– La encontraré -había dicho, con una determinación apasionada en su voz y ojos que habían hecho a Charlie voltearse.

– Sargento Zailer, David y yo haremos todo lo posible para ayudarla -dijo Vivienne Fancourt-. Pero ese bebé debe ser encontrado. ¿Entiende? Florence es… -Se interrumpió de pronto, aparentemente para examinar su falda. Cuando levantó la vista, sus ojos estaban brillantes y penetraban-. Discúlpeme -murmuró-. Usted no tiene una idea de cuán angustioso es esto para mí. Mi querida nieta no solamente está perdida, sino que ni siquiera sé si se ha perdido el viernes pasado o el anterior. No sé si la he visto solo una vez, o… Apretó sus labios juntos.

Usted ha oído hablar de mujeres que se trastornan y asesinan a sus bebés -interrumpió David con enfado-, ¿no es cierto? Mujeres con depresión posparto. Los asfixian, o los tiran por la ventana. ¿Qué es capaz de hacer Alice? ¿Con qué frecuencia estas mujeres devuelven a los bebés ilesos? Usted debe saber. -Cubrió su cara con sus manos-. Alice estaba desequilibrada antes de desaparecer. Tenía una obsesión por esa mujer del hospital a quien apenas había dirigido la palabra.

– Señor Fancourt, no está claro que su mujer haya secuestrado a su hija. No se llevó nada con ella. Tenemos que considerar la posibilidad de que Alice se haya marchado de aquí en contra de su voluntad.

David sacudió su cabeza.

– Ella se escapó y se llevó a Florence -dijo.

– ¿Qué quiso decir cuando dijo que casi pierde a Felix?

Hubo una pausa incómoda. Después Vivienne dijo:

– Él quiso decir que Laura hacía todo lo que podía para mantener a Felix lejos de nosotros. Nos permitía verlo una vez cada quince días, ¿se imagina?, durante dos o tres horas, y se aseguraba de estar allí todas las veces para supervisar. Era imposible construir una relación correcta bajo su horrible escrutinio. Y nunca dejaba a Felix venir aquí, ni permitía a David y a mí ir a su casa. Siempre nos teníamos que encontrar en un lugar neutro. -Hizo una pausa para recuperar el aliento. Dos manchas rosas aparecieron en sus mejillas.

Charlie frunció el ceño.

– Pero la noche que Laura fue asesinada Felix estaba aquí, solo con usted. Usted lo estaba cuidando.

– Sí. -Vivienne sonreía tristemente-. Esa fue la única vez que sucedió. Estaba desesperada por encontrar una canguro y poder ir a una fiesta en un club nocturno.

Era evidente, por el tono de voz de Vivienne, que nunca había estado dentro de un lugar como ése ni tampoco lo deseaba. ¿Simón había dicho «¿un club?» de la misma manera, sin embargo su trabajo de policía regularmente lo llevaba a los sórdidos locales nocturnos, iluminados con luces de neón de Spilling y Rawndesley.