Выбрать главу

Pienso que quizás para los hombres es menos probable que escojan el nombre del ser amado que las mujeres. ¿Pero qué más podría significar algo para David? Noes aficionado de ningún equipo de fútbol. Se me ocurre que podría haber sido listo y haber elegido una palabra que nadie asociaría nunca con él, algo totalmente aleatorio: tómbola, candelabros. O el nombre de un lugar, quizás. Pruebo con «Spilling» sin éxito.

Cierro mis ojos, pensando furiosamente. ¿Qué más, qué más? Me pregunto por qué incluso me estoy preocupando. Hay miles de millones de palabras, cualquiera de las cuales podría ser la que David ha decidido utilizar como su contraseña. Aunque tuviera tiempo de eliminar todas las cosas que él definitivamente no habría elegido… Casi me río de mi idea siguiente y ridícula. Merece la pena un intento, supongo. Después de todo, ahora sé que a mi marido le encantan los chistes enfermos.

Escribo Spilling «Laura» y presiono de vuelta. La caja de registro desaparece y la pantalla se vuelve azul. En la esquina derecha inferior el símbolo de un reloj de arena aparece cuando el ordenador empieza otra vez a ronronear suavemente. Me mareo con la sorpresa. David ha comprado esta máquina hace solo seis meses. Tan recientemente como eso, ha elegido como contraseña el nombre de su odiada ex mujer. ¿Por qué? «Has sido siempre la segunda mejor después de Laura. ¿Sabías eso?» No, no puede ser verdad. Estoy absolutamente segura de que David dijo eso solo para herirme.

Pero no tengo tiempo de pensar más en eso, no ahora. Entro aHotmail tan rápidamente como puedo y creo una nueva cuenta. El proceso lleva mucho más tiempo de lo que yo pensaba, y empiezo a sudar mientras atravieso los pasos aparentemente interminables. Después de lo que me han parecido horas, tengo una cuenta y dirección de hotmaiclass="underline" AliceFancourt27@hotmail.com.

Oigo la voz de David otra vez.

– De ningún modo -dice. Algo en el tono de esa única palabra me asusta. Hay un tono de final de conversación en su voz, un aire de alguien que quiere acabar las cosas. Quizás se está preguntando qué estoy haciendo. Me ha dejado sin supervisión demasiado tiempo.

Presiono el botón «Apagar» en el ordenador y la pantalla inmediatamente se vuelve negra. Corro del estudio de David a nuestro dormitorio, dejando la puerta un poco abierta y me coloco en pie detrás de ella.

– No, te llamaré el fin de semana – dice David-. Oh. ¿Cuándo volverás? No, está bien, entonces. Léeme su carta, si la tienes allí.

Pretendía enviar un correo electrónico a Briony agradeciéndole el adorable juguete que había enviado a Florence y diciendo que sería bueno encontrarnos dentro de algunas semanas, una vez que las cosas estén en camino a normalizarse. Tengo que creer que las cosas volverán a su estado normal. Si hubiera tenido tiempo, podría haber pasado a describir el horror de la semana pasada, contarle a Briony todo sobre la desaparición de Florence y la aparición de La Pequeña. Estoy desesperada por contarle estas cosas -ella, yo sé, me creería sin duda- pero decido que no me puedo arriesgar a volver al ordenador. En mi estado de tensión elevada, no puedo evaluar cuánto importa que no logre enviar este mensaje.

Laura. ¿Cuántas veces he oído a Vivienne llamarla un monstruo, una déspota, un horror, una arpía, tanto antes como después de su muerte? He perdido la cuenta. Siempre suponía que David sentía los mismo, pero ahora, por primera vez, me doy cuenta de que aunque estuviera en desacuerdo con su madre, no tendría el valor para decirlo en público. Después de todo lo que me ha hecho, no puedo creer que tenga ganas de llorar porque, hace seis meses, eligió el nombre de Laura en lugar del mío como la contraseña de su ordenador.

– Espera, espera -oigo decirle a Russell-. Ellos no han comprendido el punto principal. Teníamos un proveedor perfectamente adecuado, y nos ofrecían términos que…

Miro mi teléfono móvil. Volver al estudio de David sería tentador, pero cuando intento pensar en un lugar alternativo como escondite -por ejemplo, en el dormitorio- mi mente es un espacio vacío gigantesco. Decido arriesgarme el estudio, principalmente porque sé que nunca se les ocurriría a David o a Vivienne que iría allí, bajo ninguna circunstancia, y mucho menos ocultar algo allí.

Introduzco mi mano en el espacio entre el gabinete de archivos más cercano y la pared. Podría ser bastante amplio, pero lo es sólo apenas. Mis dedos golpean contra algo duro. Parece cartón, pero el espacio no es lo suficientemente grande para que yo pueda asirlo.

Me levanto y, tan suavemente como puedo, empujo el gabinete de archivos un poco hacia adelante. Un archivador de documentos azul marino que estaba atrapado en una posición vertical cae de lado contra la pared. Lo recojo y lo abro. Contiene tres revistas pornográficas. Abro una y retrocedo cuando veo la imagen de una mujer desnuda atada a una mesa. Me congelo, mi cara parece una caricatura por la sorpresa, no sabiendo qué pensar de esta anomalía. David no encontraría erótica esta clase de imagen. ¿Qué hace en su estudio? Sencillamente no es posible, y sin embargo aquí está, en mis manos.

Me doy cuenta de que un par de hojas de papel de una de las revistas han caído al suelo. Una es una carta, un papel azul con filigrana. «Querido David», empieza. Miro el final de la hoja. La carta está firmada, «Tu cariñoso padre, Richard Fancourt».

Mis ojos se ensanchan. Por fin, un nombre. Y una prueba de que el padre de David existe. Por lo menos esto explica las revistas. Están allí para actuar como una distracción de lo que David realmente quiere ocultar. Debe haber razonado que, en caso de que yo o Vivienne encontráramos la carpeta y la abriéramos, no investigaríamos demasiado después de haber visto algunas de esas fotos horribles.

Con la mitad de mi mente en guardia, controlando que la conversación de David con Russell continúe, leo la carta superficialmente, tratando de captar los puntos cruciales. El padre de David se ha vuelto a casar. Le está enviando esta carta a Los Olmos porque ha oído que David todavía vive allí. Lamenta no haber sido un mejor padre. Lamenta no haberse puesto en contacto todos estos años él, pero probablemente ha sido para mejor. La carta es frustrantemente larga. Intento entender todas las palabras al mismo tiempo: «esposa embarazada… pequeño hermano o hermana… si no es por mi seguridad es por la de él o de ella… apartado de la academia… subido el puente…»-¡Alice! ¿Qué estás haciendo?

– Vistiéndome -respondo, mareada con un terror repentino. Meto las cartas y las revistas pornográficas de vuelta en el archivo y lo recoloco, empujando el gabinete contra la pared. Tengo tanto miedo de ser atrapada que pierdo el equilibrio y me tambaleo, rompiendo algo pequeño y duro con mi pie derecho. Lo agarro, y también mi teléfono, y corro del estudio al cuarto de baño, cerrando la puerta cuando llego allí.

David aún está hablando con Russell, había interrumpido su llamada para controlarme, tan poco es lo que confía en mí.

Cuando estoy a salvo, examino lo que estoy sosteniendo. Es un pequeño dictáfono con una cinta dentro. Probablemente no hay nada en la cinta además de las notas de David sobre algún juego de ordenador u otra cosa, pero quiero escucharlo de todos modos. Miro la delgada puerta de madera del cuarto de baño y decido que no es seguro hacer eso ahora. Es demasiado fácil imaginar una presencia inmóvil del otro lado. Los Olmos es una casa en la cual las grietas de luz debajo de las puertas son interrumpidas a menudo por oscuras parcelas del tamaño de pies.

Entierro mi teléfono móvil bajo una pila de toallas limpias en el armario del cuarto de baño. Debería estar seguro allí por un tiempo. Después deslizo el dictáfono con la cinta dentro del bolsillo del pantalón, donde estará completamente cubierto por mi jersey holgado, y bajo con despreocupación forzada, como una mujer que no está ocultando nada.