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Capítulo 26

Anotaciones del cuaderno del detective Simon Waterhouse

(Escritos el 5/10/03, a las 4 horas)

2/10/03, 11-15 h.

Area: Café Bar Chompers en La Ribera, número 27 de la Carretera de Saltney, Spilling. Llegué quince minutos tarde y me encontré con Alice Fancourt (ver índice), que ya estaba allí. Estaba junto a la barra cuando llegué, su mano sobre el teléfono público. Le pregunté si quería hacer una llamada y respondió que había estado a punto de llamarme a mi teléfono móvil, para ver si estaba en camino.

Nos sentamos en una mesa. No pedimos nada de beber. La Sra. Fancourt parecía cansada. Sus ojos estaban hinchados e inyectados en sangre. No lloraba cuando llegué, pero en cuanto me vio acercarme se echó a llorar. Me dijo, en un tono de voz que me sonaba histérico, que yo tenía que conseguir un equipo de oficiales de policía -allí afuera, ya mismo- para encontrar a su hija, y que cada día que pasase sería menos probable que Florence (ver índice) se encontrase a salvo.

Le dije a la Sra. Fancourt que no estaba en mi mano autorizar tal actividad, pero lo ignoró y dijo: «Debe haber algo que pueda hacer, es el oficial a cargo del caso. No puedo creer que no me esté ayudando cuando podría hacerlo fácilmente».

Le pregunté sobre el robo de su móvil, al que se había referido en nuestra reunión anterior (ver índice). Dijo que el teléfono no había sido robado. Lo había extraviado y su suegra (ver índice) lo había encontrado. Le pregunté por qué entonces había estado a punto de utilizar un teléfono público, y dijo que había olvidado el móvil en casa. Dijo que lo había escondido, para que no se lo robaran de nuevo. Al decir esto, aparentemente había olvidado que, hacía un instante, me había dicho que nadie le había robado el teléfono sino que lo había extraviado. Le planteé esta contradicción y se puso a la defensiva. Dijo que ya no quería hablar más del tema.

Entonces le pregunté si su marido David Fancourt (ver índice) la estaba maltratando de algún modo. Parecía afligida pero se negó a confirmar o negar nada. Mi impresión era que tenía miedo o vergüenza de responder a mi pregunta.

Mientras seguía llorando, la Sra. Fancourt me preguntó si creía que una familia entera podía caer en desgracia. Respondí que no. Me contó que la familia de Fancourt tiene un historial de relaciones paternofiliales truncadas (empleó esos términos). Enumeró los siguientes (ver índice para todo): Richard Fancourt abandonó a David Fancourt cuando este era niño, Laura Cryer y Felix Fancourt (separados por la muerte de Cryer), y ahora, afirmaba, ella misma y su hija Florence habían sido separadas.

Manifestó su opinión de que toda la familia Fancourt estaba maldita. Dijo que estaba condenada desde el día que se casó con la familia Fancourt, y además afirmaba que había sido elegida específicamente para este destino infeliz porque sus propios padres habían muerto en un accidente automovilístico.

Le pregunté quién la había elegido de la forma que había descrito, y respondió, «Dios, el destino, como lo quiera llamar». Le dije que, en mi opinión, se trataba de una superstición y que no tenía ningún fundamento concreto.

La Sra. Fancourt pasó luego a explicarme que tenía otra teoría sobre lo que le podía haber ocurrido a Florence, o, como lo expresaba ella misma: «una línea de investigación que podría seguir, es decir, si se quisiera tomar la molestia». Dijo que tal vez DavidFancourt tenía una amante, a la que había fecundado aproximadamente al mismo tiempo que había fecundado a la Sra. Fancourt. Sugería que él y su amante podrían haber intercambiado a los dos bebés, y que en este momento Florence podría estar en la casa de la amante de David Fancourt. Sostenía que esto podría explicar por qué no se había denunciado la desaparición de ningún otro bebé.

Le pregunté por qué el Sr. Fancourt podría llegar a hacer eso. Respondió que quizás él y su amante la querían a ella (Alice Fancourt) fuera de su camino para poder vivir felizmente a partir de entonces con los dos bebés, pero que David sabía que si se divorciaba de su mujer, ella probablemente obtendría la custodia de Florence, lo que sería intolerable para él, al haber perdido anteriormente la custodia de su hijo Felix en favor de su primera mujer, Laura.

Su teoría, dijo, era que David y su amante habían decidido intercambiar a los bebés, haciéndole creer a todo el mundo que ella, Alice Fancourt, se había vuelto loca, y así obtendría la custodia a causa de su locura y su rechazo del bebé o, «en el peor de los casos», tal como lo expresaba la Sra. Fancourt, el plan podría haber sido asesinarla y hacer que pareciera un suicidio, cosa que parecería plausible ya que había logrado convencer a todo el mundo de que estaba padeciendo una depresión posparto.

Le dije a la Sra. Fancourt que esta hipótesis era sumamente improbable y que no tenía ninguna base probatoria. Se encogió de hombros y dijo: «es lo único que se me ocurre». Añadió que lo que había sucedido era tan inusual que la explicación verdadera posiblemente sería la más improbable, y no el tipo de cosas que suceden a diario. Le recordé que antes creía que una mujer que había estado en la misma sala de partos que ella podría haber intercambiado a su propio bebé con Florence Fancourt porque temía que su novio rechazase a la niña y porque quería ofrecerle más oportunidades en la vida.

Le dije a la Sra. Fancourt que le transmitiría las dos teorías a la sargento Zailer, quien decidiría entonces si habría que llevar el caso más lejos o no, pero le dije que suponía que me parecía improbable. Añadí que sería demasiada coincidencia que el Sr. Fancourt hubiera fecundado a dos mujeres que luego dieron a luz casi exactamente al mismo tiempo. También le dije que el Sr. Fancourt nunca podría haber imaginado salirse con la suya con ese plan a causa de la fácil disponibilidad de las pruebas de ADN hoy en día.

La Sra. Fancourt me dijo que había encontrado una carta el día anterior dirigida a su marido. La carta era de su padre, Richard, y le informaba a David Fancourt que la nueva mujer de Richard estaba esperando un bebé, un hermanastro o hermanastra para David Fancourt. La Sra. Fancourt me preguntó qué opinaba sobre el hecho de que su marido tuviese un hermanastro y que nunca se lo hubiese contado a su propia mujer. «Y esa es a la persona a la que usted y su sargento creen en vez de a mí», dijo, en un tono que me pareció rabioso.

Estaba muy preocupada por el hecho de no saber de cuándo era la carta. «¿Y si la pequeña es la hija de Richard, la hermanastra de David?», aventuró. «Estoy segura de que él decía que el bebé había venido al mundo en septiembre. ¡Florence nació el doce de septiembre! ¡Tiene que hacer algo!» Intenté explicarle que en lo concerniente a la policía el caso estaba cerrado, y que lo mejor que ella podía hacer era esperar los resultados de la prueba de ADN. Le dije que en mi opinión era precipitado suponer que el bebé de Los Olmos era la hija de Richard Fancourt; no había pruebas que indicaran que ese fuera el caso. «Eso explicaría por qué David es tan amable con la pequeña, por qué se preocupa tanto por ella, porque es su hermana», dijo la Sra. Fancourt. Le repetí que no había motivos para suponerlo, y le recordé que tan solo unos minutos antes ella había intentado persuadirme de que el bebé de Los Olmos era la hija de su marido y su amante. La Sra. Fancourt se enfadó y espetó: «No puedo ganar, ¿verdad?». Durante la entrevista, el comportamiento de la Sra. Fancourt para conmigo fue alternativamente hostil, suplicante y apático. Hice una nota mental para transmitirle mi inquietud sobre su estado psicológico a la sargento Zailer y para posiblemente ponerme en contacto con el médico de la señora Fancourt.