– ¿Dónde están Alice y el bebé?
– No tengo la menor idea.
– Regresaré con una orden de registro. Claro, se pueden escapar lejos mientras tanto, pero, ¿a dónde irán? El caso ha estado en todas las noticias. Todo el mundo está al acecho de una mujer con un pequeño bebé.
Tiene razón. Se ha sugerido también en las noticias que mi aspecto podría haber cambiado.
– Es terca, ¿verdad? Mire, estoy cabreado porque me ha mentido, pero como dije, estamos del mismo lado. Así que esto es lo que voy a hacer. Le diré lo qué sé, aunque al hacerlo esté exponiendo mi trabajo.
¡Oh, gracias, gracias!
– No por primera vez, sospecho.
– ¿Qué coño se supone que significa eso?
– Puedo imaginar que siempre cree que sabe más, no importa lo que digan los demás.
– Sí, bien. Lo que dicen todos los demás está sobrevalorado.
– ¿Así que va a decirme lo que sabe? ¿Aunque sea en contra de las reglas? Qué honor.
– No me joda, vale. No, no lo hagas, concuerdo en silencio. Ahora es tiempo de cooperar. Es mi única esperanza, mía y de Florence. Eso se está volviendo cada vez más evidente.
– A cambio, espero, realmente lo espero, que empiece a hacer mi vida más fácil en lugar de más difícil. Creo que debería considerar qué es lo que Alice querría hacer en este punto. Ha necesitado mi ayuda durante algún tiempo, y la suya, para frenar a Vivienne Fancourt.
– ¿Frenar? ¿Disculpe?
– ¡Maldición! Creemos… Yo creo que Vivienne Fancourt mató a Laura Cryer. Darryl Beer, que está en prisión porque confesó el asesinato, solía matar el tiempo en un gimnasio conocido como La Ribera. Vivienne Fancourt era miembro de ese club. Creemos que inculpó a Beer colocando pruebas materiales en la escena, pruebas que obtuvo de una toalla que Beer había utilizado en el club.
– Correcto. Bien.
Asiento, aunque nadie me puede ver. Las palabras, los detalles, son nuevos, pero reconozco esto como la historia que he querido que Simon diga, desde la primera vez que lo vi. No podía decirla por mí misma.
– Desde que Alice desapareció, hemos encontrado lo que creemos es el arma del asesinato, un cuchillo de cocina. Estaba en la guardería de La Ribera, en el salón para cambiar bebés. Beer y un compañero suyo, Vinny Lowe, utilizaban este lugar como almacén, principalmente, de drogas. Tenemos buenos motivos para sospechar que Vivienne Fancourt lo sabía. Lowe admitió que él yBeer habían hablado de esto delante de ella varias veces. Deliberadamente presumían de sus hazañas de mierda cuando ella estaba escuchando. Beer pudo haber guardado el cuchillo en la guardería, pero también pudo hacerlo Vivienne Fancourt, y hacer que pareciera como que Beer lo había hecho. No podemos demostrar nada. Beer todavía afirma que él lo hizo.
Mis ojos se abren. Felix pasaba casi tanto tiempo en la guardería como lo hacía en casa, antes de que creciera demasiado para seguir yendo. Me estremezco, imaginando que él y todos los otros niños jueguen en la misma habitación en la que se encuentra un cuchillo que se usó, de hecho, para una ejecución.
– Si Alice ha conseguido cualquier otra cosa, cualquier prueba concreta de que Vivienne ha matado a Laura, nos sería de provecho saber cuál es. Urgentemente. Ya, ahora.
– ¿Prueba? ¿Qué clase de prueba?
– El bolso de mano de Laura. ¿Alice lo ha visto, en Los Olmos? Es una posibilidad remota pero… quizás lo encontró en algún sitio en el que no debería haber estado mirando. ¿Fue eso lo que le hizo sospechar de Vivienne en primer lugar? Necesito saber. Nunca se encontró el bolso. Podemos registrar Los Olmos pero no tendría yo mucho sentido. La gente tan lista como Vivienne Fancourt no deja pruebas incriminatorias esparcidas por ahí.
– No entiendo. Discúlpeme si estoy haciendo de detective ahora. Quienquiera que haya matado a Laura, ¿por qué no escondió el bolso de mano con el cuchillo, en la guardería? ¿O se deshizo de ambos?
– Vivienne quería que encontraran el cuchillo, eventualmente, en un lugar que se relacionara con Beer. Un cuchillo puede limpiarse y utilizarse otra vez. ¿Por qué se quedaría Beer con el bolso una vez que hubiera sacado el efectivo que estuviera dentro? No lo habría hecho. Ni tampoco quien quería hacer que Beer pareciese culpable.
Sacudo mi cabeza. No, no es eso. Pero no puedo pensar y escuchar al mismo tiempo.
– Así que… ¿van a registrar Los Olmos?
– No. El jefe ha dicho que no. En cualquier caso, no serviría. Estoy seguro de que el bolso de Cryer desapareció mucho tiempo atrás. Nunca lo encontraremos.
Otra vez, sacudo mi cabeza. Pienso en mi propio bolso de mano, en la mesa de la cocina en Los Olmos. Me lo imagino todo dentro de éclass="underline" mi libreta llena de listas de nombres de bebé, mi bálsamo de coco labial, mi fotografía con mis padres, aquella que David amenazaba con destrozar. Si le quitas el bolso de mano a una mujer, tienes poder sobre ella. ¿Qué mejor trofeo, qué mejor símbolo de una ejecución exitosa y merecidamente realizada, que el bolso de la víctima?
Vivienne se lo habría quedado, y no solamente por razones sentimentales. No hubiese permitido que un rastro de evidencia que la conectaba con el asesinato escapase de su dominio. Lo guardaría en algún sitio donde lo pudiese verificar regularmente, asegurarse de que todavía estaba allí, que nadie lo había encontrado o lo había tocado de alguna manera. Solamente se siente segura si todo lo que realmente le importa se encuentra dentro de su alcance. ¿Dónde, cómo, podría haber tirado el bolso y estar totalmente segura, tan segura como necesitaría estarlo, de que ningún rastro llegaría a manos de alguien más, de que nadie la había visto? En ese instante, lo sé. Sé dónde está. Abro mi boca, entonces la cierro otra vez antes de que un grito tenga posibilidad de escapar de ella. Me encantaría abrir la puerta, correr hasta Simon y decírselo todo, pero no puedo. La primera cosa que hará, si aparezco, será llevarse a La Pequeña. Ahora me cree, y sin embargo no estoy lista para dejarla ir. Me tengo que preparar, mentalmente.
Voy de puntillas hasta la mesa de la cocina, tomo un bolígrafo y escribo una nota corta en la almohadilla de puntas dobladas. Entonces cojo las llaves del coche que están colgando de un gancho en la pared y las coloco en mi bolsillo. Levanto a La Pequeña de su silla mecedora tan suavemente como puedo, teniendo cuidado de no despertarla. Se me ocurre que voy a necesitar llevar algo de leche conmigo y no hay ninguna preparada. No puedo prepararla sin lavar una botella, lo que implicaría abrir el grifo de agua callante. No puedo exponerme a ello. La caldera aquí es tan ruidosa, Simon me oiría.
Coloco a La Pequeña en el moisés sobre el piso. Todavía está durmiendo profundamente. No la puedo llevar conmigo. Está mejor aquí. Aunque Simon se marchase ahora, o pronto, seguro le llevará horas conseguir una orden de allanamiento, y no volverá hasta que consiga una. Yo puedo regresar antes que él con la prueba que necesita, con el bolso de Laura. Y habré tenido tiempo de pensar, para entonces, en lo que le voy a decir, cómo voy a explicar mis acciones.
– ¿Así que por qué no me cuenta sobre el trabajo de detective que ha estado haciendo? O debería decir, ¿la actuación? fingiendo ser un detective.
Es casi imposible arrastrarme fuera, pero debo hacerlo. Tengo que saber si tengo razón sobre el bolso.
Beso a La Pequeña en la mejilla y ella mueve sus labios juntos en su sueño, como si estuviese masticando lentamente algo sabroso. Lamento dejarla. «Regresaré en seguida», le susurro al oído. Entonces destrabo la puerta trasera, salgo, y la cierro otra vez detrás de mí. Camino por el lateral de la casa y hacia la carretera. El viento y la luz asaltan mis sentidos. Así que a esto huele y sabe el exterior. No me apresuro. Sé que debería, pero quiero saborear la experiencia de caminar por una calle residencial normal como una persona corriente. Me siento mareada, irreal.
Nadie me ve subir al Golf negro y distanciarme del borde de la acera. Todo mi cuerpo tiembla con miedo, impaciencia, adrenalina. Es mi turno de hacer un poco de labor de detective.