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Capítulo 40

10/10/03, 11.10 horas

– ¿Qué es eso? -Simon hizo una mueca cuando un agudo ruido chillón y mecánico asaltó sus oídos. Parecía que la habitación entera vibraba.

– ¡Maldita caldera! -Briony Morris levantó las cejas y suspiró profundamente. -Parece que hay un poco de basura atrapada en algún lugar de las tuberías. Cada vez que encendemos la calefacción pasa esto. Sin embargo, nunca ha funcionado tan mal como ahora. Tendré que contactar otra vez con la compañía de gas. De todas formas. Decía. Yo jugando al detective-. Cruzaba y descruzaba las piernas-¿Lo admite?

– No sirve negarlo, si usted ya lo sabe.

– Detective Sargento Briony Morris.

– Está bien, no me avergüence. ¿Quién se lo dijo? La secretaria de la escuela, presumiblemente.

– Sally Hunt. Se sorprendió de mis preguntas, dijo que había tenido la misma conversación con un sargento detective que la telefoneó a principios de julio. Recordaba su nombre. No todos los días se recibe una llamada del cid. O gente que se hace pasar por cid. -Simon hizo una pausa-. Ella estaba sorprendida, pero yo no. Al descubrir que estaban en contacto.

– ¿No lo estaba? -Briony parecía perpleja, quizás incluso un poco decepcionaba.

– Yo sabía que Alice se había enterado. Sobre Vivienne. Al principio no sabía. Al principio creí que era el primero, el único que lo había descubierto. -La voz de Simon se mostraba desdeñosa.

Solo uní algunas piezas a partir de lo que el padre de Laura Cryer dijo acerca de que Vivienne hubiese matriculado a Felix en Stanley Sidgwick justo después de la muerte de Laura con algo que a Alice se le había escapado sobre listas de espera largas. Se le escapó deliberadamente, como luego resultó.

Simon se dio cuenta, por fin, por qué se sentía intranquilo en esa entrevista con Vinny Lowe, mirando la fotografía de Alice, David, Vivienne y Felix en el jardín de Los Olmos. No era la fotografía en sí lo que lo molestó, sino el lugar donde la había visto por primera vez: sobre el escritorio de trabajo de Alice. En cuanto recordó todo lo que había sobre el escritorio, todo encajó; el cuadro estaba completo.

– Había un folleto de Stanley Sidgwick en el cajón del escritorio de Alice, en su oficina -le dijo a Briony.

– Tenía pegado una nota autoadhesiva. Alice había escrito encima, «Averiguar para f- ¿fechas de matriculación? ¿Cuánto tiempo de lista de espera?» En cuanto lo leí, supuse que f significaba Florence, qué gilipollas soy. Alice me había dicho exactamente lo que pensaba acerca del colegio para Señoritas Stanley Sidgwick. Era Vivienne quien quería que Florence fuese allí, no Alice. No, f significaba Felix. En cualquier caso, Alice y David solamente eligieron el nombre de Florence una vez nacida. Lo verifiqué con Cheryl Dixon, la partera de Alice. Y Alice desde el nacimiento no había vuelto al trabajo, así que f tenía que ser de Felix. Allí es cuándo me di cuenta: esa nota era un mensaje para mí, para la policía. Alice sabía que Vivienne mató a Laura, y quería que lo supiéramos nosotros también.

Simon esperaba resistencia, pero Briony asintió.

– Fue idea de Alice llamar a la escuela -dijo-. Yo solo hice la actuación porque ella era demasiado tímida. Durante su embarazo, viendo cómo el comportamiento de Vivienne cambiaba hacia ella, su obsesión con llevar el control sobre el nieto, ella se convenció de que Vivienne había asesinado a Laura. Al principio creí que era solo algo hormonal, aunque yo siempre odié a Vivienne. Y Alice siempre la había querido. ¡Qué ironía! En cualquier caso, yo solo lo tomé como una broma. Y después, un día Alice dijo: «Vivienne habla siempre de las listas de espera que duran años en Stanley Sidgwick. ¿Cómo puede ser que Félix fuera capaz de entrar al minuto después de la muerte de Laura?». Ahí fue cuando llamé por teléfono, y… -Briony sacudió la cabeza-. Da bastante miedo darse cuenta de que alguien que conoces es un asesino despiadado. Intentaba persuadir a Alice de que fuera a la policía, pero ella no quiso. Ella dijo que Vivienne solo mentiría para escabullirse, diría que había anotado el nombre de Felix desde el comienzo con pleno conocimiento y permiso de Laura. Y con Laura muerta, ¿quién podría probar lo contrario?

Simon asentía tristemente.

– El caso de Vivienne Fancourt va a ser casi imposible de comprobar. Darryl Beer todavía sigue diciendo que lo ha hecho él, y están las pruebas de ADN. No podemos demostrar que Vivienne Fancourt lo incriminó. Es todo circunstancial.

– Alice estaba aterrorizada porque no quería que Vivienne supiera que ella lo sabía. Dijo que Vivienne la mataría. De lo contrario creo que se hubiera arriesgado a ir a la policía. Pero no se atrevió, por si Vivienne preguntaba y alguien le revelaba de dónde había venido esa sospecha.

– ¿Dónde está Alice? -dijo Simon repentinamente-. Está en algún sitio de esta casa, ¿verdad? Convénzala de que venga y hable conmigo. No dejaré que Vivienne Fancourt la toque.

Briony miró para otro lado.

– ¿Qué se sabe de Florence? -dijo-. Alice dijo que usted no la creyó, que se ha negado a buscar a Florence. Vivienne obviamente está detrás de todo esto, debe darse cuenta de eso ahora.

– ¿De dónde sacó Vivienne al otro bebé?

– ¡No sé! Sinceramente. Y tampoco Alice sabe. -Se miraron en silencio. Después Briony suspiró y dijo-: mire, sólo busquen a Fio- rence, ¿está bien? Todo esto es demasiado extraño para mí. Alice y yo lo habíamos planeado todo. Sabíamos que no había ni la más remota posibilidad de que Vivienne fuese encerrada por el asesinato de Laura, así Alice y Florence iban a escapar. Las iba a esconder durante algún tiempo, hasta que encontraran algún lugar más seguro. No soy una mala actriz, como sabe. Podría haber convencido a David, Vivienne, o cualquiera que yo no tenía ninguna idea de dónde estaban. Luego, a mediados de la semana pasada, recibo una llamada frenética de Alice diciendo que ¡Florence ha desaparecido, que alguien ha cambiado su bebé por otro! Siento como que si estuviera viviendo en algún universo surrealista paralelo. ¿Qué está pasando?

– ¿Pero usted igualmente las ha ayudado a escapar, verdad? ¿A Alice y al bebé?

– Cualquier bebé, cualquier adulto, si ese es el caso, están mejor fuera de esa casa de horrores. -Briony se estremeció-. Conteste mi pregunta. Parece que lo sabe todo. ¿Sabe dónde está Florence?

Simón lo consideró. ¿Lo hizo? Solo porque a menudo tenía razón no significaba que era incapaz de equivocarse. Eres apenas el juez más objetivo, ¿verdad?

– Creo que sí.

– ¿Ella está a salvo?

– Si tengo razón, entonces sí. Está a salvo.

Una serie de fuertes ruidos metálicos vinieron del vestíbulo. Sonó como si alguien estuviese jugando al dominó con hojas de metal. Luego hubo un extraño ruido que se detuvo tan rápido como había empezado.

– ¡Joder! -dijo Briony-, Lo siento. Suena como si mi caldera hubiera explotado.

Comenzó un gemido débil, haciéndose cada vez más fuerte hasta convertirse en un lamento quejoso. Al principio Simón creyó que era un gato. Pero no por mucho tiempo, no una vez que vio la cara asustada de Briony Morris.

Se levantó y caminó en dirección hacia donde venía el llanto, ignorando los gritos de Briony para que lo esperara.

Abrió la puerta de madera blanca al final de la sala y se encontró en la cocina. Delante de él estaba la caldera que funcionaba mal. Delante de él, también, había un moisés con un bebé adentro. El bebé de Los Olmos. Paró de llorar cuando vio que la miraban. Simón nunca había sostenido o hablado a un bebé, así que se dio media vuelta. Había una nota en la mesa de la cocina. Era corta, pero le dijo bastante.