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Intento no oír sus palabras, el razonamiento psicòtico y peligrosamente irracional. Es horrible escuchar su justificación, es como veneno que gotea en mis oídos. Vuelvo a presionar mi cuerpo contra la puerta. Vivienne podría empujar repentinamente en cualquier momento.

– ¿Sabe David que mataste a Laura?

– Por supuesto que no. No quería que tú tampoco lo supieras. He intentado siempre protegeros a ti y a David de los disgustos, y tú lo sabes. Y créeme, fue profundamente desagradable. Incluso, me quedo corta. Nunca has apuñalado a otro ser humano, así que no puedes saber siquiera lo horrible que es.

– ¡Has inculpado un hombre inocente!

Un bufido despectivo.

– No dirías eso si lo hubieras conocido. Difícilmente lo llamaría inocente. Tú eres una inocente, Alice. No tienes ni idea de lo que es capaz la gente.

Está empujando de nuevo. Todos los músculos me duelen por el esfuerzo de detenerla. Frente a mí hay otra puerta azul idéntica a esta. Podría intentar correr a través del vestuario de hombres hasta la recepción, pero Vivienne correría más rápido. Me cogería.

– La sensación de apuñalar a alguien -dice, con tono melancólico-. Quisiera poder olvidar lo que se siente. Imaginas que será fácil, como trocear una pechuga de pollo, pero no lo es. Puedes sentir la textura de todo lo que cortas: el hueso, la piel, el músculo. Capas de resistencia. Y luego la suavidad, una vez atravesado todo eso. La pulpa.

– ¡Cállate!

– Pensando en ello con perspectiva, creo que un arma podría haber sido preferible, pero, ¿en qué lugar de este mundo puede una persona como yo conseguir un arma? No me mezclo exactamente con esos círculos, ¿verdad? Ni sé apuntar. No, un cuchillo era la única opción.

– Lo escondías en la guardería. Felix jugaba allí. ¿Cómo pudiste hacer eso?

El sudor chorrea en mi cara. Puedo sentir arroyos de maquillaje recorriéndola.

– ¡Él no sabía nada de eso! A él no le afectaba. Una persona en mi posición no se puede permitir ser sentimental.

– Eres un monstruo.

Suspira.

– Alice, tú más que nadie deberías saber lo inútil que es ser crítica sobre estas cosas. No tienes idea del dolor que me ha hecho pasar esa mujer. Pagó por eso, es todo. No disfruté matándola. Era sencillamente algo que debía hacer. Y yo soy la única que ha sufrido desde entonces. No ella. ¡Yo! Preguntándome qué hice de malo, por qué le desagradaba tanto. Ahora no puede haber ninguna resolución satisfactoria. ¿Crees que estoy contenta con eso?

Muevo un poco mis pies para colocarme en un mejor ángulo. Cierro los ojos e intento visualizar la línea recta de mi espalda y la línea recta de la puerta, presionadas la una contra la otra tan fuerte que ni siquiera un grano de arena podría caber entremedio.

– Laura no murió inmediatamente -dice Vivienne. Su voz suena como si viniera desde muy lejos. La imagino sentada en uno de los bancos de madera-. Ella me suplicó que no la dejara morir y que la llevara al hospital.

– ¡Detente! ¡No lo quiero saber!

– Es un poco tarde para eso, querida. Intentaba protegerte de la verdad, y no me dejaste. No te puedes esconder ahora.

– ¡Estás enferma!

– Le dije que no podía, por supuesto. Prometió dejarme ver a Felix todas las veces que quisiese. Incluso se ofreció a dármelo por completo. Cualquier cosa, dijo, si no la dejaba morir. -Una pausa-. No creas que no me tentaba. A nadie le gusta mirar a otro ser humano desangrarse. Pero sabía que no podía confiar en ella, como ves. Y era una mujer egoísta. En sus últimos momentos, no gritó ni una vez el nombre de Felix. Todo lo que dijo fue: «Por favor, no me dejes morir, por favor, no me dejes morir», una y otra vez. Con Laura todo era siempre yo, yo, yo.

Estoy temblando, asqueada. Tengo arcadas, y la bilis llena mi garganta. Me tapo los oídos con las manos. Tengo que encontrar una forma de detenerla, antes de que me llene más la cabeza de imágenes que, si sigo viva después de esto, me harán sentir miedo de estar a solas con mis pensamientos.

Me doy cuenta de que he perdido la sensibilidad en uno de mis pies de tanto empujarlo contra el suelo. Necesito cambiar de posición. Y mientras me muevo un poco, apretando mis manos contra mis oídos tan fuerte que me duelen los dos lados de la mandíbula, siento algo golpear contra mí. Grito al caer al suelo.

Cuando levanto la mirada, Vivienne está encima de mí. Se debe haber lanzado contra la puerta desde lejos. Ha tenido siempre un talento para adivinar el momento preciso en el cual probablemente estás debilitado. Sabía que no podría soportar su comentario maligno acerca de la muerte de Laura.

Me levanto de inmediato y corro, sin saber adonde voy. Demasiado tarde, me doy cuenta de que me dirijo hacia la piscina. Si hubiese ido en la otra dirección, podía haber tenido una posibilidad a través del vestuario de los hombres y arriba por las escaleras antes que Vivienne.

– Dame el bolso de Laura, Alice -dice-. Dámelo, finge que nunca lo viste, y no diremos más nada sobre todo este asunto.

Viene hacia mí, alargando su mano izquierda. No puedo retroceder porque la piscina está justo detrás de mí, así que me precipito hacia un lado. Vivienne me toma de un brazo. Trato de liberarme tironeando, pero ella me agarra demasiado fuerte. Estoy en el suelo otra vez.

Mis brazos se agitan por encima de mi cabeza. No puedo aferrar el bolso. Se oye como cae dentro de la piscina. Pienso en las fotos de Felix, probablemente las favoritas de Laura, las mismas que quería llevar consigo todo el tiempo. Se arruinarán ahora.

Intento rodar fuera del alcance de Vivienne para poder levantarme, pero ella me empuja hacia abajo y me arrastra hacia adelante. Siento un dolor agudo en el bajo abdomen. Mi cicatriz. Me estremezco, imaginando la apertura de la herida, la sangre que sale. La mitad superior de mi cuerpo cuelga sobre la piscina. Me aferro al borde de piedra con las dos manos.

– ¡Por favor! ¡No! -Sollozo, pero mi cuerpo se ha puesto flácido. No puedo perseverar o luchar más. Sé que perderé. Nadie puede ganar cuando Vivienne Fancourt es el adversario.

– ¡Eres una farsante! -jadeo. Si voy a morir, más vale que le diga lo que pienso realmente de ella-. Has de saber que nunca tendrás lo que quieres. ¡Estás desesperada por estar rodeada por una familia cariñosa, pero nunca lo estarás!

– Sí lo estoy. David y Felix me adoran. Y Florence me adorará.

– Nunca sabrás quién te quiere y quién solo está fingiendo porque tiene miedo de lo que le harías. O porque les llenas de dinero y regalos, y son demasiado superficiales y avaros para resistirse. Como David. ¡Te odia! Me lo dijo, realmente, ¡realmente te odia! Desea que hubieses sido tú la que se marchase, ¡no su papá!

Vivienne gruñe como un animal, me arrastra hacia adelante otra vez y empuja mi cabeza dentro del agua. Siento mi cuerpo sumergirse hacia abajo en el frío azul brillante. El agua me envuelve la cabeza, los hombros, el pecho. Siento como si mi corazón fuese a estallar. Intento levantar la cabeza, pero Vivienne la empuja adentro otra vez. El agua me llena la boca, los pulmones. Intento golpear y patear, pero soy gelatina, soy líquido. Quiero que se termine, saber que esto no seguirá mucho tiempo más.

Ahora mi cuerpo entero está dentro de la piscina. La mano de Vivienne sobre mi cuello mantiene mi cabeza sumergida. Veo muchos colores, y después oscuridad. Todo está oscureciendo afuera. Nunca veré a Florence otra vez. Nunca volveré a ver a mi pequeña otra vez, y ha sido mía, aunque brevemente. Todo está encogiéndose: pensamientos, palabras, remordimientos, incluso amor. Se terminó. Todo se ha evaporado, todo se está evaporando ahora.

No más presión. Estoy liberada, flotando. ¿Es esto lo que se siente al estar muerto? Siento muchas manos sobre mis piernas y brazos. ¿Cómo le irá a Vivienne? Abro mis ojos y toso. Veo siluetas borrosas sobre mí. Ya no estoy en el agua. Un dolor abrasador rasga mi pecho y garganta; escupo agua.