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– Encontramos a Alice y el bebé en la casa de Briony Morris, la amiga de trabajo de Alice. Después del… asunto en el gimnasio, dispusimos que se sometieran ambas a pruebas.

Ninguna reacción de Fancourt.

– Había una coincidencia -continuó Simon-, El bebé que Alice se llevó de aquí el viernes 3 de octubre era su hija. Suspiró sacudiendo la cabeza. Deseaba poder sentir incluso, por lo menos, un poco de la indiferencia que demostraba Fancourt, suponiendo que fuese auténtica-. Hubo siempre un solo bebé, señor Fancourt. ¿Señor Fancourt? ¿David? ¿Entiende lo que le digo? Hubo siempre un solo bebé. Una sola Florence.

David Fancourt bostezó.

– No necesita decirme eso -dijo-. Lo he sabido durante todo este tiempo.

Capítulo 43

Martes , 14 de octubre de 2003

Simon se sienta cerca de mí en el largo y estrecho salón de Briony. Briony lo hace detrás de él, sobre el sofá. Estoy contenta de que esté aquí. Al proceso de redecoración todavía le falta mucho, los muebles están todos cubiertos con sábanas blancas. Siento como si nuestro alrededor fuera un escenario, no un lugar real.

Y la combinación de nosotros tres es extraña, chocante. Aunque estoy agradecida por la presencia de Briony, y presiento que Simon también lo está, porque de lo contrario este intercambio podría ser demasiado incómodo. Hay una conexión entre Simon y yo, una conexión de entendimiento, de la cual Briony queda excluida. Su compañía nos obligará a que ambos desempeñemos nuestros papeles por un poco más de tiempo.

Puedo ver que él lo sabe. Cuando llegó, nos movimos de forma vacilante, sospechosa, alrededor de la habitación como leones nerviosos que no pueden ver su presa con bastante claridad para echársele encima. Briony no le pidió a Simón que se sentase; olvidó sus modales en sus ansias por descubrir el paradero de Florence. Era Simon quién le sugirió sentarse. Estaba contenta de que lo hiciera. «Tenía noticias», dijo. Necesitaba estar tranquilo antes de hablar. Ninguna preparación para un momento como este puede resultar adecuada. Pero, en realidad, no hay muchos momentos así en la vida cotidiana. Para la mayor parte de la gente, no hay ninguno.

Simon esperó hasta que me acomodase en la silla. Entonces nos dijo: «Había, hay, solamente un bebé». El bebé que tomé de Los Olmos el viernes 3 de octubre es mi hija. La Pequeña es Florence. Se expresó de todas estas maneras diferentes, una después de otra, como si estuviese afirmando tres puntos por separado. Briony hubiera podido preguntarse por qué se repetía, pero yo sabía qué intentaba decir: no hay forma alguna de ver esta situación, ninguna forma de expresarla, que permita la existencia de una perspectiva alterna. Para mi beneficio y el de Briony, Simón estaba decidido a eliminar toda ambigüedad y darle luz a las cosas, donde podrían ser aclaradas por el frío proyector de su enfoque objetivo.

Y ahora estamos todos sentados aquí en silencio, como si alguien nos hubiera cortado la lengua. No durará para siempre. Alguien romperá el silencio. No seré yo. Quizás ése es el papel de Briony: hablar cuando ni Simon ni yo podemos hablar.

– ¿Qué está diciendo? -pregunta finalmente-. ¿El bebé de arriba es Florence? ¿La Pequeña es Florence?

La dejaron volver con nosotros, directamente después de la prueba de ADN. Yo todavía me estaba recuperando en el hospital del ataque de Vivienne, cuando ellos trajeron a La Pequeña aquí, con Briony. Estaba asombrada. Supuse que se la llevarían a David.

– No. -Sacudo la cabeza-. No es verdad.

– Sí -dice Simon con igual intensidad-. La prueba de ADN lo ha demostrado sin lugar a dudas. -La prueba de ADN demostró sin dudas que Beer Darryl había asesinado a Laura. Y ahora sabemos que él no lo hizo. No tengo ninguna intención en malgastar mi tempo en responder a eso. Conoce la diferencia.

– Debe ser un error -digo-. Yo lo sabría. Es mi hija. Sabría. -Me desplomo en la silla. Mi labio inferior tiembla. Trato de mantenerlo en su lugar con los dientes. Debo parecer una loca. Habría un cierto alivio de estar verdaderamente loca. Nadie te podría considerar responsable de nada.

Briony ha cruzado la habitación y se inclina sobre mí.

– ¿Alice, estás bien? No te preocupes, ¿de acuerdo? Resolveremos… el malentendiendo. Por supuesto que esas pruebas pueden estar equivocadas. Y la policía, sin ofender… -miraba a Simon-… pero ha cometido bastantes errores hasta aquí…

– No sé de qué policía está hablando, pero no soy yo -dice Simon, con una voz tan dura como una piedra-. Yo solamente me equivoqué en una cosa. Muy gravemente equivocado, como parece.

No me gusta cómo se ha sonado eso: su voz, sus palabras. Puedo imaginar que sea implacable. Porque intentó con ahínco salvarme, con su manera vacilante. ¿No he aprendido viviendo con David que el sadismo puede ser la otra cara de la caballerosidad, cuando el objeto de atención cae de alguna manera de su pedestal?

– La Pequeña es mi hija. Lo juro -susurro. Necesito agua. Mi garganta está tan seca que pronto se inflamará.

– Eso es lo que él está diciendo -murmura Briony, su mano sobre mi hombro.

– No, quiero decir Florence. Florence es mi hija.

– Necesito hablar con Alice a solas -dice Simon.

– Necesito un vaso con agua, -digo, pero nadie me escucha.

– No estoy segura que ahora sea… -Briony empieza a protestar. No quiere que Simon me presione. Tiene miedo que mi mente no sea capaz de soportarlo.

– Ahora -insiste.

– Estoy bien -digo. Está bien. Sinceramente, Briony. Estaré bien. Ve arriba y vigila al bebé.

Parece escéptica pero sale de la habitación. Lentamente. Es una buena amiga.

Una vez que se ha ido, miro a Simon. Me devuelve la mirada con ojos en blanco. Parece que su feroz determinación ha salido de la habitación con Briony. Hace un momento me daba un poco de miedo su rabia. Ahora siento como si nunca nos encontraremos el uno con el otro, ni en la rabia ni en la comprensión. Estoy tan alejada de él como si hubiera una pantalla de vidrio entre nosotros. Es divertido: cuando Briony estaba aquí, imaginaba que era la única cosa obstruyendo el camino. Obviamente, no es así.

– Buena actuación -dice Simon-. Excelente, de hecho.

– ¿Qué? ¿Qué quiere decir?

– ¿Cómo se siente? Después de que… sabe. Realmente… eso no es asunto mío. Deberíamos hablar de Laura Cryer. Necesito su declaración.

– Simon, ¿qué significa? Qué actuación -Hace como si no me oyera. No puedo decir que lo culpo. Debería intentar hablar con él correctamente, como he imaginado hacer muchas veces. Pero en mis fantasías nunca ha sido así, con Simon tan impenetrable y remoto. Estoy dolida. Supongo que esto es una buena señal. Después de todo por lo que he pasado, puedo sentir todavía emociones normales. Mi corazón no se ha parado completamente.

– Sabía que Vivienne mató a Laura. Empecemos por allí -dice Simon desapasionado, escribiendo en su libreta.

– ¿Cuándo lo ha sabido?

No estaba preparado para hablar de La Pequeña. Tampoco estoy segura de que yo lo esté.

– El asunto con la escuela: ¿cuándo pensó en eso?

– Cuando estaba embarazada. No lo sabía exactamente, no al principio. Tenía un presentimiento. Lo sentía. ¿Ha sentido alguna vez la presencia del peligro?

Pero Simon está empecinado en contar la historia a su manera.

– Usted estaba contenta de estar bajo el ala de Vivienne hasta que estuvo embarazada. Entonces su actitud hacia usted cambió. -Eleva la mirada, reconociendo por primera vez que somos socios en este diálogo-. ¿No es así? -dice.

Algo dentro de mí se marchita. Su tono es tan realista. Eso sugiere que cualquier cosa que yo pudiera haber sufrido es mucho más irrelevante. Sí, el comportamiento de Vivienne respecto a mí cambió. De repente no era más mi fiera, benévola protectora. Yo tenía algo que quería más, mucho más, de lo que me quería a mí. Yo era solo la portadora. Empezó a controlar qué comía. Me impidió salir. No me permitía ir a los bares, o beber un vaso de vino con la comida.