– Me di cuenta de que ella estaba decidida a controlar todos los aspectos de la vida de Florence. Creo que debió haber sido igual con Laura. Hasta entonces, yo siempre le creí a David que Laura era una dictadora irracional que no permitiría que nadie se acercara a Felix. -Sacudo mi cabeza-. Fui tonta e ingenua. Vivienne quiso poseer a Felix, y Laura no lo aprobó. Una vez que lo descubrí, no pude creer que la muerte de Laura no tuviese nada que ver con eso. Y mi embarazo… Cuando estás embarazada, todas tus percepciones son más agudas, más extremas. A veces irracionales. Al principio, me pregunté si no estaba exagerando el sentimiento que tenía de que Florence y yo estábamos en peligro, pero… mi instinto, era tan fuerte. No se iba.
Simon pone mala cara. Tengo la impresión de que las sutilezas lo vuelven impaciente, a no ser que sean suyas.
– Vivienne cometió un error -le digo-. Cuando registró a Florence en la Stanley Sidgwick, cuando estaba de cinco meses de embarazo. Nunca me debería haber contado sobre la lista de espera tan larga. Debe haber creído que yo era demasiado tonta como para pensar en Felix. Nunca hubiese imaginado que me podría volverme contra ella. Era su discípula devota.
– Vivienne está orgullosa de lo que hizo -dice Simon-, Está tratando de convertir su culpa en ventaja. Parece determinada a utilizar su situación como alguna clase de plataforma, defendiendo los derechos de los abuelos.
– Ella no está en sus cabales. ¿No es, técnicamente, una psicópata? -Una mujer como Vivienne Fancourt está más allá de mi formación y experiencia psicológica. Que Florence y yo habitemos el mundo a lado de ella es una verdad que encuentro difícil de digerir.
– Ella probablemente conseguirá mucha atención en los medios de comunicación.
Intenta desquitarse. Cuando habla sobre la hipotética publicidad futura de Vivienne, parece casi jactancioso. Le quiero preguntar si está seguro de que Vivienne se quedará en prisión hasta la muerte, pero tengo miedo que utilice esta pregunta como otra oportunidad de herirme.
– Está enfadado conmigo. Por malgastar el tiempo de un policía.
– ¿Enfadado? -Se ríe sin una traza de calidez-. No. Me enfado cuando me quedo bloqueado en un embotellamiento de tránsito. Me enfado cuando derramo café sobre mi camisa limpia.
– ¿Cómo podía decírselo, Simon? No podía arriesgarme. ¿Qué hubiese ocurrido si lo alertaba sobre el hecho de que sospechaba? Habría terminado como Laura. Tiemblo, recordando La Ribera, el agua cerrándose sobre la cabeza, presionando fuerte.
Estaba desesperada por decírselo a Simon, desde el momento en que lo conocí. Para entonces había abandonado la idea de contarle todo a mi propio marido. Cómo me hubiera gustado poder hablar con David sinceramente, después de que Briony había telefoneado a la escuela. Pero nunca me habría escuchado. Para él, Vivienne nunca haría nada malo. El creía que ella me apoyaba durante mi embarazo. Decía continuamente lo agradecidos que deberíamos estar los dos, y me sentía utilizada permanentemente y cada vez más y más encarcelada.
Pobre David. Sé lo destruido que debe estar. Lo lamento por la persona que podría haber sido, si las cosas se hubiesen presentado distintas, por el potencial que tuvo alguna vez, el chico de seis años abandonado por su padre, que debía querer a su madre, quienquiera que fuese, porque era el único pariente que le quedaba. David necesitaba creer en su versión de Vivienne, y realmente no lo puedo culpar por eso.
Debo intentar no pensar en él. Me quiero dar un baño de agua hirviendo, para lavarme su mancha de encima, pero sé que el daño que ha hecho no se puede borrar tan fácilmente. Ni siquiera me importa que haya arruinado cualquier clase de fe que haya tenido yo sobre la idea del amor permanente entre marido y mujer. No tengo deseos de casarme otra vez. La tragedia es que David ha destruido la fe en mí misma. Resultó que yo he sido tonta por quererlo, estúpida por casarme con él. Durante la semana pasada, me di de narices contra esa estupidez tan a menudo que una parte de mí cree que me merecía lo que me pasó.
Mis pacientes lo hacen todo el tiempo, culparse del sufrimiento infligido sobre ellos por otros. Les digo que no es su culpa, que nadie pide o merece ser una víctima. A veces me fastidia cuando no veo señal alguna de autoconfianza que los vuelva a la vida como resultado de mis palabras prudentes, alentadoras. Ahora sé que la sabiduría y la introspección no llegan tan lejos. Pueden ayudarte a entender por qué sientes desprecio hacia ti mismo, pero no pueden quitar ese desprecio. No sé si algo puede hacerlo.
– Entonces, porque le daba miedo acudir a nosotros, usted secuestró a su propia hija -dice Simon con cierta rigidez-. Sabía que si usted y Florence desaparecían, la policía investigaría con minuciosidad a su familia cercana, descubriría que ya existía una conexión con un crimen grave e investigaría más. Que fue lo que hicimos.
– Cogí a La Pequeña y huí -digo cuidadosamente-. Otro, secuestró a mi hija.
Me ignora. No sé por qué me tomo la molestia a estas alturas. ¿Es hábito? ¿Miedo al ridículo?
– Cogió a Florence y huyó, sabiendo que investigaríamos el asesinato de Laura otra vez. ¿Verdad?
– ¡No! Tomé a La Pequeña y huí, para que entonces, para cualquiera, incluso para la sargento, Florence sería reconocida como perdida. Quería que usted buscara a Florence.
– Eso es mentira y usted lo sabe. Probablemente me oyó decírselo a Briony, cuando estaba usted escondida en la cocina. Ahora está haciendo un refrito con ello, creyendo que seré lo bastante idiota como para creerlo porque era mi teoría.
Él estaba lejos de ser idiota. Es más listo de lo que creía.
– El problema es que nunca fue mi teoría. Había descubierto la verdad para entonces: toda. Solo quería hacer que Briony reflexionase sobre el motivo por el que usted se había fugado con un bebé que probablemente no era suyo. ¿No se siente culpable de mentirle, tratándola como una imbécil? ¿Después de todo lo que ella ha hecho por usted?
Tengo lágrimas en los ojos. Briony, a diferencia de Simon, en tiende que debo hacer cualquier cosa que sea necesaria para proteger a mi hija.
– Quería que nosotros pensásemos que Vivienne había matado a Laura -continúa sin compasión-. Dejó ese folleto con la nota sobre el papel autoadhesivo esperando que lo encontrásemos. ¿Cuál era el plan original? ¿Usted y Florence huirían hacia casa de Briony y nosotros investigaríamos su desaparición, sospecharíamos sobre la muerte de Laura, empezaríamos a desconfiar de Vivienne? Entonces encontramos el folleto… Si encerrábamos a Vivienne por el asesinato de Laura, usted y Florence estarían a salvo, ¿no? Sin embargo, ¿cómo se suponía que lo demostraríamos? ¿Pensó en eso?
Encojo los hombros inútilmente.
– Ustedes son la policía. Era más probable que encontrasen una forma de probarlo que yo.
– Fue un movimiento inteligente, dejar esa nota sobre el folleto de la escuela. Es bastante buena con la comunicación indirecta, ¿no? En manipular gente. Llegó a la conclusión de que únicamente nos llegaría el mensaje de la nota si ya sospechábamos de Vivienne. De otro modo hubiésemos supuesto que «f» significaba Florence y lo hubiésemos desechado como algo irrelevante. Apenas una nota inofensiva sobre los aspectos prácticos de inscribir a su hija en la escuela. Nunca hubiésemos sabido que sospechaba de Vivienne a menos que nosotros sospechásemos de ella, a menos que estuviésemos empezando a darnos cuenta de cuán peligrosa era; y si nos dábamos cuenta de ello, no le permitiríamos saber que usted sospechaba de ella para evitar que se convirtiera en su próximo objetivo.