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Estoy pasmada por su exactitud. Es como si se hubiese metido dentro de mi cabeza. Y sin embargo, todavía está resentido conmigo.

– Tenía que ser así de cuidadosa -digo-. Esperaba que hablase con Darryl Beer otra vez y le dijese que no lo había sido él. Entonces, dado que David y yo estábamos en Londres la noche que murió Laura, tendría que sospechar de Vivienne. Así que me aseguré de hablar mal sobre la escuela Stanley Sidgwick delante suyo cada vez que pude. Esperaba que una vez que yo hubiese desaparecido y habiendo encontrado el folleto, se preguntara por qué estaba tan ansiosa de matricular a Florence en una escuela que odiaba.

– Bien, pensé eso. Como un maldito animal bien entrenado, pensé todo lo quería que pensara…

– Simon, no…

– … hasta ahora.

Mi corazón se detiene.

– ¿Qué quiere decir?

– Estoy intrigado. ¿Por qué cambió de planes? Usted y Florence iban a huir a casa de Briony, y desde casa de Briony hacia algún lugar más seguro. Todo estaba arreglado, todo consta en la declaración de Briony. Así que, ¿qué fue lo que cambió?

– Alguien se llevó a Florence… -empiezo.

– Mentiras. Diga la verdad, ya no importa. Sé lo que sucedió. Florence, ¿no? Florence nació y de repente, inesperadamente, el plan no era suficiente, ¿verdad? Necesitaba una cobertura más profunda. Ya no se sentía lo bastante protegida por la idea de que, a su debido tiempo, usted y Florence huirían. Lo que sentía era puro terror. Vivienne estaba camino al hospital, estaba a punto de conocer a su nieta por primera vez. No podía soportar la idea, ¿verdad? Un asesino que toca a su hija, que crea lazos sentimentales con ella.

– ¿Qué está diciendo? -Me siento en carne viva y expuesta, como si hubiesen abierto mi cerebro y corazón.

– Vivienne, la asesina de la familia, estaba a punto de conocer a su bebé. Quería huir entonces, esconderse, evitar que tuviese lugar alguna vez esa reunión, la contaminación de su niña, la atención cariñosa de una mujer monstruosamente mala.

Comienzo a llorar a medida que describe mis sentimientos. Quisiese que fuese menos explícito, menos preciso.

– Pero no se podía esconder, ¿correcto? No podía esconder a Florence. David estaba allí esperando con impaciencia para mostrársela a su madre. Tenía que quedarse, soportarlo. Así que empezó a pensar en otras formas de esconderla. En cómo esconderse de alguien incluso cuando se está justo delante de ellos. -Simon levanta la vista-. Siéntase libre de continuar la historia cuando quiera -dice.

– No sé de qué habla.

– Sí, lo sabe -dice silenciosamente-. Verá, no se lo he dicho a Charlie… la Sargento Zailer que usted y Briony sabían lo de Vivienne. No he dicho nada sobre su llamada a la escuela Stanley Sidgwick. Las he protegido a ustedes dos de una serie de posibles imputaciones. Podría perder mi trabajo si alguien llegase a descubrir alguna vez.

– Gracias. -Limpio mis ojos. Todavía no puedo averiguar qué siente Simon por mí. Muchas cosas probablemente, pero me sentiría más cómoda si pudiese identificar una emoción dominante.

– Si quiere fingir que ha estado padeciendo depresión posparto y que es por ello que se ha vuelto temporalmente loca, que ése es el motivo por el cual no podía reconocer a su propia hija y que por eso malgastó una tonelada del tiempo de la policía… bien, hasta podría dejarlo pasar. Podría no decirle la verdad al Sargento Zailer o incluso a Briony. La seguiría protegiendo, si me lo pide. -Suspira con fuerza-, Pero a cambio, quiero la verdad. Necesito oír decirla. Y si eso es pedir demasiado, pues puede irse a tomar por culo.

Los muros del salón de Briony se cerraron sobre nosotros. Algo, desde el comienzo, nos ha estado uniendo unos junto al otro y hacia este momento.

– ¿Qué quiere que diga?

– Quiero la historia completa, la verdad. ¿Tengo razón?

Este era el momento.

– Sí -digo-. Todo lo que ha dicho es verdad.

Simon cierra sus ojos e inclina la cabeza contra la silla.

– Explíquemelo -dice.

– Yo estaba asustada. -En cierto sentido, esta es la única cosa que vale la pena decir. Es ciertamente el principal motivo, el factor que dominaba todas las otras consideraciones-. Me di cuenta, una vez que Florence nació, que si Vivienne sabía que la me la había llevado y huido, nos habría buscado. Aunque no nos hubiese encontrado nunca, siempre habría estado nerviosa, siempre mirando por encima de mi hombro. Supongo que más o menos supe todo esto antes de que Florence naciese, pero hasta ese momento no se me ocurrió que podría haber algo más que podía hacer para ponernos a salvo.

– ¿Y entonces? -me apura. Su voz suena débil, como si hubiese perdido toda la energía.

– Usted lo dijo mejor de lo que yo podría. Necesitaba una forma mejor para protegerme de Vivienne, y tenía esta… esta idea. Parecía tan loco, pero… -Encojo los hombros-. Esperaba que fuese lo suficientemente loco como para que funcionase. Si podía hacer que Vivienne creyese que el bebé que tenía en su casa no era su nieta, incluso antes de que desapareciese…

Desfallezco. Nunca había puesto nada de esto en palabras. Siento como si estuviese aprendiendo una nueva lengua, una que solo puede describir los pensamientos y sentimientos instintivos y primitivos que tuve después de que Florence naciera. -Vivienne confiaba en mí. Yo contaba con que me creyera. No solamente para hacer más fáciles las cosas. -¿Cómo puedo explicarle a Simon que, incluso sabiendo que Vivienne era una asesina, todavía necesitaba su apoyo? No estaba libre de ella, emocionalmente. Ni siquiera sé si ahora lo estoy-. Esperaba que no me considerara una loca. Estaba demasiado asustada de perder a sus nietos, después de la batalla por Felix. A pesar que ella fingía ser imparcial mientras esperaba las pruebas de ADN, sabía que una parte de ella me creía. Lo que estaba diciendo tenía el horrible velo de la verdad porque concordaba con todos sus peores miedos. Es la naturaleza humana. Nos resulta demasiado fácil creer que nuestras pesadillas más horripilantes cobran vida. Lo que estaba diciendo sobre Florence tocaba las fibras más sensibles de Vivienne porque reflejaba sus propias ansiedades.

– Si la Sargento Zailer la hubiese creído se habría efectuado una prueba de ADN en seguida -dice Simon-. ¿Qué habría hecho entonces?

– Me habría tenido que mover más rápido, aguantar todo lo que pudiese hasta crearme la posibilidad de escapar. Sabía que Vivienne concertaría una prueba de ADN si la policía no lo hacía. Sabía que tendría que llevarme a Florence e ir con Briony antes de la prueba. Como sabe al final, tuve casi una semana para prepararme. ¿Recuerda nuestro segundo encuentro en Chompers?

Simon no responde. Por supuesto que lo recuerda.

– Cuando usted llegó, yo estaba en un teléfono público. Acababa de telefonearle a Briony. Estaba en un estado tal que era difícil pensar estratégicamente, pero tenía que hacerlo. Incluso intenté en viarie un correo electrónico amistoso, pero distante a Briony diciendo algo sobre reunimos pronto para hacerle creer a usted que no era posible que estuviese con ella. Sabía que miraría el ordenador de David.

– Nosotros no encontramos ningún correo electrónico. -Simon frunció el ceño.

– Fui interrumpida.

– ¿Entonces cuándo le contó a Briony sobre el secuestro ficticio de Florence? ¿Por teléfono?

– Había querido escribirlo en el correo electrónico también -recuerdo esto mientras lo digo-. No. Se lo dije cuando vino a recogernos. En la noche que nosotras… dejamos Los Olmos.

– ¿Por qué no decirle a Briony la verdad? Confía en ella por completo, ¿correcto?

Asiento.

– Así que, ¿por qué?

– No lo sé -murmuro, mirándome el regazo-. Realmente no lo sé. Podría haberle dicho a Briony todo; sobre mi desesperada necesidad de una coartada más convincente. Habría entendido. Se lo podría haber dicho. Elegí no hacerlo.