– ?Si, si, si! Y ahora, ?quieres escucharme tu a mi…?
– No, no quiero -le dije-. Antes, quiero que tu imbecilidad quede bien patente. Cuando ayer cogiste ese maldito sobre de papel de embalar, y mientras el Puti y los suyos calentaban al Lejia, tocaste el dos dejandoles a todos chasqueados…
– ?Si, senor, ni mas ni menos! -casi se enorgullecia, el pobre desgraciado.
Pense: «… Y esta manana, el Lejia ha escarmentado a los heavies, les ha quemado las motos, les ha dado un buen tiron de orejas y les ha hecho prometer que no volverian a causarle problemas. (?Y ellos han bajado la cabeza y han dicho: «Si, buana»? Eso significa que el Lejia es mas poderoso de lo que imaginaba…) Y ahora, el Puti y los suyos se han unido al Lejia contra el pobre desgraciado de Elias… Ya se ha buscado un buen problema ese colega, ya…»
– ?Y que has hecho entre anoche y hoy? Has ido a ver al Pantasma y le has pedido la pasta, ?no?
– ?Si…! -estaba tan ansioso por hablar el, que ni siquiera le extranaba que yo supiera tanto.
– ?Y que te ha dicho?
– ?Que me vaya a la mierda!
– ?Y?
Siguio un silencio. Ahora, los Scorpions cantaban No one like you. Pude oir como tragaba saliva antes de revivir uno de los peores momentos de su vida:
– Han estado a punto de pillarme. Me estaban esperando…
– ?Quien?
– ?Ellos! ?El Puti, el Lejia, todos! Estaba hablando con el Pantasma en su casa y, de repente, me he dado cuenta de que me habian tendido una emboscada. ?Entonces han aparecido el Lejia y el Puti y el Piter, todos…! ?Venian a por mi! ?He tenido que saltar por la ventana! ?He salido por piernas, campo a traves! Si me llegan a coger, me matan, Flanagan, te juro que me matan… Llevaban cadenas, navajas… No se como he podido escapar… Tienes que ayudarme, Flanagan… ?Que me dices? ?Puedo contar contigo o no? -antes de que yo pudiera contestar, agrego-: Mi hermana me ha dicho que estas muy bien relacionado, que puedo fiarme de ti…
– Te hare un buen precio -dije. Me costaba ser comprensivo con el. Y cada cual se busca la vida como puede.
– ?Cuanto quieres? -jadeo.
– Cinco mil -no convenia apretar demasiado. Despues de todo, yo no era uno de ellos.
– ?Hecho!
– ?Que debo hacer?
– Manana te dare el sobre… Y tu negociaras con el Lejia, ?de acuerdo? Le daras el sobre con la condicion de que me deje en paz, ?de acuerdo?…
– ?Y si me pone la cara como un mapa, como te la puso a ti el miercoles pasado?
– Oh, tu te las apanaras… ?Les dices que no tienes el sobre, que yo me pongo en contacto contigo de vez en cuando!
– ?Y por que no lo hacemos asi?
Chillo histerico.
– ?Porque manana mismo tengo que pirarme del barrio! ?Si me quedo una hora mas, me encontraran y me mataran, Flanagan, te lo juro! Yo te dejare el sobre y me ire de aqui durante dos semanas. Pasado ese tiempo, te llamare y tu me diras como ha ido todo, ?de acuerdo? -De acuerdo – ?estaba realmente de acuerdo? Todo aquello, ?no era una solemne majaderia?-. Otra cosa… -dije, controlando mi nerviosismo-. ?Que hay en el sobre?
– Manana, en el semaforo de la plaza del Mercado, a las ocho de la manana, ?de acuerdo? -De acuerdo, Elias. Pero, dime, ?que hay en el sobre? No contesto. Corto la comunicacion, dejandome chasqueado.
8
El lunes, fiel a su reputacion, amanecio nublado y melancolico. El cielo era una boveda oscura y pesada, como de pizarra, que goteaba una llovizna insulsa y constante. En la plaza del Mercado, a las ocho de la manana, iban y venian los proveedores, cargados de cajas, de las tiendas a sus camiones aparcados en doble o triple fila. Madres y ninos ataviados con impermeables de todos los colores. Hombres con cara de sueno, corriendo hacia el metro para trasladarse a la otra punta de la ciudad. Quiza se cruzarian por el camino con otros hombres de la otra punta de la ciudad que venian a trabajar aqui.
Recuerdo que todos los coches que cruzaban el unico semaforo del barrio llevaban los limpiaparabrisas en marcha, clic-clac, a uno y otro lado. En cambio, los que estaban aparcados no.
Bueno, si habia uno que tenia los limpiaparabrisas funcionando, y me fije, y se me encendio alguna bombilla pero, bah, no era tan extrano, debia tratarse de alguien que esperaba a alguien. Como yo, que esperaba a Elias, con una especie de temblor en el estomago, con un nerviosismo que no me permitia estarme quieto.
Tambien estaba aquel hombre con sombrero que leia el periodico, y que tambien daba la impresion de estar esperando a alguien. Con su pinta de gitano y con el sombrero, parecia un pastor.
?Por que me estaba fijando en el? Porque, a aquellas horas y bajo la lluvia, era el unico que no parecia hacer nada en concreto. Tan solo estar ahi. Y porque recordaba haberle visto antes. En el bar de mis padres, por la manana, entre los currantes que desayunaban con el cafe con leche y el carajillo…
Me di cuenta de que habian averiguado que estaba en contacto con Elias y que me habian seguido con la intencion de localizarle.
Ahi venia. Le vi. Con su Montesa, la cazadora de piel demasiado nueva, su cara de angustia picada de acne. Me vio. Vino hacia mi. Quise decirle que no, que nos estaban vigilando, que diera media vuelta, que huyera…
El coche aparcado, aquel que tenia los limpiaparabrisas funcionando, bramo y salto hacia adelante como un perro guardian que hubiera estado al acecho. Yo apenas si tuve tiempo de abrir la boca y de empezar a chillar un «?No!», antes de que se produjera la colision, y Elias, con cara de susto, saliera disparado de la moto, hacia adelante. Y la moto, abollada, daba un par de volteretas, y yo descubria que el coche era un Opel Kadett y que detras tenia la pegatina del Snoopy Esquiador, y que era eso lo que me habia llamado la atencion, que era aquel Opel Kadett, yo, bestia de mi, no me habia fijado, y Elias habia caido violentamente de bruces, detras de un camion de la Danone, y alli estaba, en el suelo, desmadejado…
Me vi corriendo hacia alli, con los ojos empanados de lagrimas, sintiendome impotente y culpable, «?Elias, no!», como minimo podria haber retenido la matricula del Opel, «es que no sirves para nada, Flanagan, es que no se por que te metes en un follon asi si despues no sabes como salir de el…»
Me abri paso entre la gente a codazos, gritando: «?Elias, Elias!», oyendo a alguien que decia: «No le toquen, que nadie le toque, ya han ido a llamar a una ambulancia», y llegue junto al cuerpo caido al mismo tiempo que otro hombre, que se agachaba, que palpaba la cazadora negra. Era el hombre del sombrero, el gitano, y supe que estaba buscando el maldito sobre de papel de embalar.
Grite:
– ?No le toque! ?Quiere robarle…!
Y le propine una patada. Me volvi como loco. Lloraba desconsolado y queria hacerle dano a alguien.
– ?No le toque! ?Lo han hecho adrede! ?Lo han hecho adrede…!
El hombre se habia incorporado y sonreia, mostrando las palmas de las manos y haciendose el inocente. En aquellas circunstancias, su sonrisa casi parecia de satisfaccion.
– Pero, ?que dices? Si solo pretendia auxiliarle…
Sus ojos me amenazaban. Decian: «Calla, chaval, calla o lo pasaras mal.»
Pero yo arme tal escandalo que opto por retirarse, dejando su sitio a otras personas que se habian acercado. Y yo estaba tan loco, emocionado y vulnerable que no se me ocurrio perseguirle. Mi unica obsesion era Elias, aquel pobre desgraciado, demasiado joven para morir, y cai de rodillas a su lado.
– ?Elias, Elias!