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Estaba panza arriba, manchado de barro, con los brazos abiertos. La lluvia le mojaba y yo no sabia que hacer para protegerle. Al oir mi voz abrio los ojos y me miro, como si hubiera estado fingiendo. Por un segundo, me quito un peso de encima. Pero en seguida me di cuenta de que estaba muy mal. Mirandome fijamente, con los ojos muy muy abiertos, sonriendo como un idiota, se puso a mover los labios muy deprisa, muy deprisa, espirando y aspirando ruidosamente el aire. Debia pensar que emitia algun sonido, porque sonreia, como diciendo: «?Que te parece lo que te estoy contando, eh?», pero yo no entendia nada, y me daba mucha pena…

– No te entiendo, Elias, no te entiendo -le decia, llorando.

La gente que se habia agrupado alrededor decia:

– Tranquilo, chico, tranquilo…

– Que no se excite…

– Ya llega la ambulancia…

Si, se oia una sirena.

Y, de repente, a el le salio del fondo de los pulmones uno de los versos de «Desde Santurce a Bilbao»:

– ?Sardina freees-cue…!

Con una especie de risa espantosa.

Entonces llegaron la policia y un par de camilleros, y me hicieron a un lado bruscamente, «dejen paso, dejen paso, circulen, circulen…»

Yo me quede junto al camion de la Danone, llorando de tal manera que unas senoras me peguntaron si el accidentado era mi hermano o algun pariente, y yo les dije que si, que no, que si, que era un amigo, el hermano de una amiga de la escuela…

Entre lagrimas, miraba obsesivamente el numero de telefono pintado sobre el parabrisas de la ambulancia. Siete cifras iguales. Siempre me he preguntado como hacen para conseguir telefonos tan faciles de recordar. ?Basta con solicitarlo? A mi me gustaria tener un numero como aquel. Por lo visto, en presencia de la muerte se piensa en tonterias asi.

Se me acerco un policia y me repitio las preguntas de las senoras. Yo repeti las respuestas. «Es un amigo mio», decia. Y lo sentia de verdad, me sentia muy cerca de aquel bala perdida en su desgracia.

– Dice que se lo han hecho adrede -se chivo una senora.

– ?Lo han hecho adrede? -replico el policia-. ?Tu has visto como ha sido?

Senti miedo. Miedo de que tambien me pudieran hacer dano a mi, o miedo de que la policia me retuviera mucho rato, o de que me acusaran de haber hecho vete a saber que, o miedo de liar al Lejia con mis declaraciones, y que Clara volviera a mirarme de aquella manera, como se mira a los entrometidos o a los chivatos.

Por eso me encogi de hombros y dije que no lo sabia, y vi que metian a Elias en una camilla en la ambulancia y dije que queria ir con el. Me zafe de las preguntas del policia, corri hacia la ambulancia, me plante ante los camilleros y el guardia urbano que estaba con ellos y, con mi mejor cara de buen chico, ablandada por las lagrimas, les pedi que me permitieran acompanarle, que era amigo mio, que conocia a su familia…

Debi de darles tanta lastima que me permitieron subir en la parte trasera.

– ?Venga, va, sube y vamos!

Muy impresionado, me sente al lado de Elias. Los camilleros subieron a la parte delantera y, en seguida, con la sirena aullando, la ambulancia se abrio paso por las calles del barrio, hacia el hospital.

Elias parecia dormido. Habia perdido de nuevo el conocimiento. No tenia ninguna herida visible. Le toque la frente. Estaba helada. El frio se me contagio y me recorrio toda la espina dorsal. Ahogado por las ganas de llorar, murmure muy bajito: «Elias, Elias, ?me oyes?» Me preguntaba si estaba muerto, y me decia que seria el primer muerto que veia en mi vida, y que resultaba mucho mas horroroso de lo que podia imaginar.

Elias era un inconsciente, un desgraciado, pero no se merecia aquello. Le comprendia. Jope, a el si que le comprendia. Tal vez me estaba viendo a mi mismo, al cabo de un par de anos, despistado, viviendo a tientas, creyendome mas listo que nadie y capaz de enfrentarme a la vida con las manos desnudas. Me veia a mi mismo buscandome la vida como pudiera buscarmela. No hay muchas salidas en este barrio. Y, a fin de cuentas, aquel desgraciado solo habia hecho el chantaje para aprobar los examenes. Habia hecho chantaje para poder pasar a BUP y hacer feliz a su padre. No, Elias no se merecia aquello.

Jope, tanta mania como le tenia, y tendrias que haberme visto alli, llorando por el, como si se tratara de mi mejor amigo.

Con mucho cuidado, le destape y hurgue dentro de su cazadora, palpe los bolsillos de los lejanos y puse la mano entre su culo y la camilla. Lo hice sin moverle un centimetro.

No llevaba encima ningun sobre de papel de embalar.

Volvi a taparle como pude, y me sente de nuevo.

Poco a poco, senti nacer en mi interior una rabia espantosa, una furia imparable, unas ganas de hacer dano como nunca hasta aquel momento las habia sentido.

Aquellos salvajes no habian dudado en asesinar a Elias. El Lejia, el Puti, el Pantasma, una manada de animales, de fieras salvajes que iban por el mundo haciendo dano. Yo apretaba los dientes y, al ritmo de los latidos de mi corazon y del aullido de la sirena, me repetia: «Haciendo dano, haciendo dano.» Y tambien me angustiaba el saber que le habian hecho dano «por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa», porque me habia dejado seguir, porque habia sido el cebo que los asesinos habian empleado para cazar a Elias. Y lo mas terrible de todo, lo que peor me sabia, lo que me espeluznaba y hacia asomar el llanto a mis ojos, era que tambien Clara tuviera su parte en el asunto. Without you… Bien, claro que ella no era una asesina, pero ella sabia que su padre estaba metido en cosas asi, claro que lo sabia, y por eso me habia dicho que no me entrometiera, que lo olvidase porque yo no podia entenderlo…

«?Pues no, senora, no puedo entenderlo! ?A ver si me lo explicas! ?No puedo entender que alguien haga lo que le han hecho a Elias! ?No puedo entenderlo!»

«?El se lo ha buscado! ?Ha jugado con fuego y se ha quemado!»

«?Pero el no queria hacer dano a nadie! ?El no buscaba eso! ?El se buscaba la vida! ?Solo queria aprobar los examenes!»

«Mira, Flanagan, no te metas donde no te llaman, deja en paz a mi padre: haga lo que haga, continua siendo mi padre y tengo que defenderle…»

«Tengo que defenderle, tengo que defenderle, tengo que defenderle», repetia la sirena, y yo, no, yo no creia que debiera defenderle, por mas que fuera su padre. ?Un hombre que ordena matar a alguien no tiene derecho a ser defendido ni por su propia hija…!

«Ni por su propia hija, ni por su propia hija, ni por su propia hija…»

Deseaba ser dos palmos mas alto para poder ir a buscar a los culpables y hacer justicia como Dios manda. Ya me veia agarrando al Pantasma por su guardapolvo gris, levantandolo en vilo y chafandole la nariz de un punetazo:

– Ah, si, senor Pantasma, ?pues que se pensaba?, ?que usted se libraria porque solo es una pobre victima? ?Pues se equivoca! ?Porque usted tambien ha pactado con el Puti y el Lejia! ?Porque ayer, cuando Elias vino a hablar con usted, cayo en una emboscada que le habian preparado los tres! ?Usted ya no era una pobre victima, era uno de los verdugos…!

Llegamos al hospital, se llevaron a Elias hacia la sala de Urgencias y yo me vi ante una ventanilla, dando el nombre y el apellido de Elias, su direccion, su telefono, y tambien mi nombre y mis datos.

– ?Esta muerto? -pregunte cuando ya no pude aguantar mas.

La enfermera que tomaba notas me miro como si la hubiera insultado. Como si ni yo ni nadie tuviera derecho a hacer aquella pregunta en aquel lugar.

– Ve a la sala de espera. Ya te diran algo.

Pregunte si podia llamar a la familia Gual para darles la noticia. La mujer hizo un gran esfuerzo mental y me lo permitio.

Contesto Maria, que aun no habia salido hacia la escuela.

– Maria… Soy Flanagan… Estoy en el hospital…

– ?Que te ha pasado?

– No, a mi nada…

– ?Como que nada? ?Y por que estas en el hospital?