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– Te estoy diciendo que a mi no me ha pasado nada…

– Ya te he oido. Por eso te pregunto que haces en el hospital…

Yo no sabia como decirselo. Oi que ella hablaba con su madre, que se habia asustado al oir la palabra «hospital». «Un companero de clase, que dice que esta en el hospital, pero que no le pasa nada…»

– Maria… -dije timidamente. Carraspee-: Maria…

– ?Que quieres, que pasa?

– Tu hermano -dije por fin-. Que le han atropellado.

Gritos, alarma, carreras. Que venian en seguida. Yo llame a mi casa, contandoles lo que habia pasado y diciendoles donde estaba, y me sente en la sala de espera, nervioso.

Trate de distraerme atando los cabos de que disponia.

Elias no llevaba el sobre de papel de embalar. El hombre del sombrero no habia podido quitarselo. En este caso, ?donde diablos podia estar el maldito sobre de papel de embalar?

Me dije: «Me lo queria dar a mi.» Por tanto, debia dejarlo en un lugar donde yo pudiera ir a buscarlo. ?Donde?

Elias me habia mirado, como alucinado, y habia dicho algo de una sardina. ?Que significaba aquello? ?Bromeaba? Imposible, en su estado… ?Deliraba entonces? Me resistia a creerlo.

«Sardina frees-cue», habia cantado.

Decidi reservarme esta pista, porque, de momento, todo lo que hacia era confundirme.

La noche anterior, cuando me llamo, Elias estaba escondido en La Tasca. ?Era logico pensar que habia dejado el mensaje alli? En todo caso, era un buen lugar para empezar la busqueda.

La familia Gual al completo hizo su aparicion. Los padres y Maria. Los tres parecian haber llorado. El padre, ademas, parecia dispuesto a partirle la cara al primero que le levantara la voz. Siguieron unos instantes de confusion. De entrada, me pidieron explicaciones a mi; despues se fueron los tres a hablar con medicos y enfermeras; despues, volvieron a pedirme explicaciones. Estaban todo lo alterados que cabia esperar, y continuaron estandolo hasta que pudieron hablar con el medico que le asistia.

– Tiene una conmocion cerebral. Todavia no ha recuperado el conocimiento. Es demasiado pronto para aventurar un pronostico. Esperen, por favor.

Mientras los Gual se sentaban para esperar, Maria y yo salimos a hablar afuera, bajo un porche. La lluvia seguia arreciando.

– Anoche nos llamo Elias -empezo ella muy excitada, adelantandose-. Hablo conmigo y me pidio tu telefono. ?Te llamo?

– Si. Sigue. ?Te dijo algo mas?

– Me dijo que necesitaba ayuda, que se habia metido en un lio muy gordo y que tendria que espabilarse. Que necesitaba a alguien que le echara una mano. Yo le dije: «El Flanagan», y le asegure que eras de fiar…

– Si, eso ya lo se. ?Que mas?

Por la expresion que puso Maria, deduje que lo que venia a continuacion no tenia desperdicio.

– Que queria que le trajera una caja de carton que guardaba en el cobertizo, donde revela las fotos. Que no debia decirselo a nadie, que nadie debia saberlo… -Bajo la voz y anadio-: Tenia que llevarsela a La Tasca…

– ?Lo hiciste?

– ?Claro! ?Pero, espera… Fui al cobertizo y cogi la caja. Estaba llena de fotografias…

– ?Que clase de fotos? Las miraste, ?no? -salte.

– ?Si! Eran fotos tomadas por el, con su camara… Fotos que el mismo habia revelado. Fotos de las Ramblas, de gente tirada por los suelos, de mujeres de esas que hacen la calle…

– ?Recuerdas si habia alguna en la que saliera el Pantasma?

– ?Si! ?Eso es lo que iba a decirte! El Pantasma, alli, en las Ramblas…

– ?Y que estaba haciendo? ?Que se veia?

– Nada… El Pantasma paseando, o comprando en la Boqueria o en un quiosco o en la salida de un bar o en un local de maquinas tragaperras… -Yo iba tomando nota mental de todo-. Se notaba que le habia hecho las fotos sin que el se diera cuenta…

– ?Y que mas? Fuiste a La Tasca, y…

– Si. Envolvi la caja con un plastico, les dije a mis padres que me iba a jugar a la calle y me fui a La Tasca. -Se permitio frivolizar-: ?Guau, que ambiente…!

– ?Y…?

– Le dije al camarero que era la hermana de Elias, y el me contesto: «?Y que quieres? ?Elias no esta aqui!» Le digo: «Le traigo una cosa que el me ha pedido.» Dice: «Damela, ya se la dare yo», y cogio la caja de fotografias y, asi, muy furtivamente, mirando a uno y otros lados, la escondio bajo el mostrador. A mi me hubiera gustado quedarme para comprobar si mi hermano estaba alli, pero no podia tardar en volver a casa y, ademas, las calles estaban muy oscuras y volvi corriendo… ?Y tu? Te llamo, ?y que te dijo?

– Espera. En seguida te lo cuento. Tu hermano, antes de perder el conocimiento, me ha dicho: «Sardina frees-cue…»

– ?Que?

– «Sardina frees-cue…» -cante de nuevo, sin desanimarme-. ?A que podia referirse?

– No lo se… «?Desde Santurce a Bilbao, vengo por toda…!»

– ?No seas tonta! Era una clave, pero no se a que podia referirse… ?Usaba mucho esta palabra?

– ?Sardina? Mucho. Para el, todo el pescado era sardina. Si mi madre hacia merluza, o bacalao para comer, que no le gustaba nada, decia: «?Vaya, otra vez sardina!»

– ?Y no es posible que usara la palabra «sardina» para referirse a algo o a alguien? No se… Alguien con ese mote, «el sardina»…

– Nunca le habia oido nada parecido -dijo Maria. Yo calle. Parecia que por aquel lado no habia salida. Ella exigio-: Bueno, ahora te toca a ti.

– Pues… -empece yo. Y le conte toda la historia. Acabe diciendo-:… O sea, que lo que compromete al Pantasma es una foto.

– Claro -dijo ella-. Pero, ?para que necesitan ahora la foto el Puti y el Lejia, si se han aliado con el Pantasma y ya no tienen que hacerle chantaje?

– Para destruirla -dije yo-. Debe de haberlo exigido el propio Pantasma, como condicion para la alianza.

– Claro. ?Y donde debe estar ahora la foto misteriosa?

– En La Tasca. No se me ocurre otro sitio donde ir a buscarla.

– Claro. ?Puedo acompanarte?

– No.

– Claro.

Aquella chica empezaba a gustarme. Se limitaba a preguntarme cosas que yo podia contestar y me daba la razon en todo.

Consulte mi reloj. Casi las diez. A estas horas debian de estar abriendo el bar. Si queria hablar tranquilamente con el camarero no podia escoger una hora mas oportuna. Los heavies no suelen madrugar. No habia peligro de toparse con el Puti o con el Piter.

No obstante, no podia olvidar que la ultima vez que estuve en La Tasca me fui sin pagar. Aquel camarero que tenia cara de sentirse desgraciado, como Fernando Esteso, se acordaria de mi, y no precisamente con carino.

Bueno, decidi que aquello no tenia por que ser un obstaculo. Una de mis especialidades es caerle bien a la gente.

De modo que me excuse con la familia Gual, que aun no sabia nada de su hijo, y sali corriendo. Cerca de alli encontre una parada de metro que me llevaria al mismo centro del barrio, a la misma plaza del Mercado, donde aquella manana habia empezado todo.

Saliendo del metro, solo tenia que recorrer unos trescientos metros por la carretera y girar por un par de calles antes de llegar al Bar Nando, tambien conocido como La Tasca.

9

En camisa de once varas

Escondido tras un buzon cercano, estuve espiando las idas y venidas de la clientela del tugurio.

Como ya habia imaginado, a aquellas horas el local era mas Bar Nando que La Tasca, es decir, estaba mas frecuentado por trabajadores o parados con ganas de trabajar que por el tipo de jovenes que por las noches agotaban las reservas de cerveza. El video de los heavies no funcionaba y solo se oia la musica de un transistor colocado tras el mostrador. Incluso el camarero que recordaba a Fernando Esteso parecia mas relajado y animado.