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La mano que me lo puso olia a perfume.

Corria el Talbot Solara y yo no tenia ninguna duda acerca de donde me llevarian o acerca de lo que querian de mi. Lo unico que me extranaba era que no estaba asustado. Me habia sobrevenido una especie de santa resignacion al hecho de que la gente me avasallara. Y, de momento, aquella gentuza parecia mas civilizada que los locos heavies.

Detras de mi, la mujer hurgaba en la mochila.

– Pues aqui no hay ninguna foto -dijo.

– Pues el Joaquin dice que le ha dado una foto -dijo el gitano.

– Pues debe de haberla escondido -dijo la mujer.

Cuando nos detuvimos y pude incorporarme, no me senti en absoluto sorprendido por el hecho de que estuvieramos ante los talleres Longo. Tampoco me sorprendio ver la cara del gitano del sombrero y la del moderno, aquel Moreno de Nieve que habia recogido el cuarto de millon en las Ramblas. Con ellos iba una de esas mujeres muy rotundas, muy altas y ademas encaramadas en sus talones de aguja, que tanto gustan a algunos de mis companeros de clase. Una especie de folklorica descarada, segura de si misma, muy pintada y en plan «aqui estoy yo porque he venido». Era la propietaria de aquella cabellera rizada que habia entrevisto al volante del Opel Kadett, aquel dia, en la calle Bergara.

Entre los tres me empujaron hacia la puerta que llevaba al piso de los Longo. El taller estaba cerrado, la persiana bajada, abollada por los golpes que le habian propinado los heavies la noche del sabado.

Subi la escalera casi vertical a empellones. Me di cuenta de que no sentia absolutamente ningun miedo y, automaticamente, empece a sentirlo. Me vino de una manera suave y disimulada, en forma de ?que me haran ahora?, pregunta a la que cabia responder: «Nada, ?que te van a hacer, si no tienes la foto?» No obstante, la respuesta no resultaba nada convincente.

Me vi en aquel comedor donde habia conocido al Lejia, el senor Longo, aun no hacia dos dias. Todo me recordaba la presencia de Clara. Los souvenirs de mal gusto, el lugar donde habia dejado su bolso, la silla donde se habia sentado. Casi esperaba verla aparecer, sirviendoles cafes y bebidas a mis secuestradores. Pero no estaba. Por suerte o por desgracia, no estaba.

El Lejia me parecio mas viejo, mas cansado. Lucia un esparadrapo en la frente y se apoyaba en un baston. Reminiscencias de la pelea del sabado.

– Hola, hijo -me dijo. Suspiro. Yo le aguante la mirada, desafiante. Me sentia cada vez mas excitado. El miedo se me manifestaba en forma de un cansancio generalizado. Tenia que hacer un esfuerzo para mantener la moral, y estaba seguro de que si cedia un poco en ese esfuerzo algo se romperia en mi interior, y me echaria a llorar y las piernas me fallarian, y entonces seria como si se acabara el mundo.

El Moreno de Nieve, muy chulo, relato lo que habia ocurrido. El Lejia le escuchaba sin quitarme el ojo de encima.

Me habian estado buscando toda la manana. Por fin, se les habia ocurrido mirar en La Tasca y me habian encontrado. Los heavies del Puti se les habian adelantado, pero yo me habia librado de ellos. Me habian atrapado por segundos, porque el camarero del local, el Joaquin, ya habia llamado a la pasma cuando ellos llegaron. El camarero del bar, el Joaquin, les habia dicho que me habia dado una foto, si, pero ellos no me la habian encontrado en la mochila.

El Lejia suspiro como si yo le diera mucha pena, como si le supiera muy mal tener que actuar como lo estaba haciendo. Movio la cabeza y una mano aparecio tras de mi y de un tiron me arranco el esparadrapo de la boca.

– ?Donde has escondido la foto?

Me aclare la garganta.

– ?Que foto?

– Venga, no te hagas el tonto. La foto, chico, la foto que me quito Elias Gual…

– … Y que antes usted le habia quitado a el.

– Primero yo se la quite a el, y despues el me la quito a mi, si. Yo ahora vuelvo a necesitarla.

– ?Por que? ?Para volver a hacerle chantaje al Pantasma?

– ?A quien? -le vino la risa.

– Al Pantasma. A Miguel, el conserje de la escuela, le llamamos el Pantasma…

– Pantasma -repitio el senor Longo. Y se rio-. Ja, ja, Pantasma, tiene gracia… -De nuevo se puso serio-: ?Donde tienes la foto?

– Me la han quitado el Puti y el otro.

El Lejia alzo las cejas para consultar con los que me habian llevado hasta alli.

– Si… -dijo dudando el Moreno de Nieve-. Es posible…

– No hemos podido registrar a esos gamberros… -dijo el gitano.

El Lejia suspiro de nuevo.

– Ay, ay, chaval… -hizo-. Ven…

Me cogio por los hombros y me empujo hacia el pasillo, aquel mismo pasillo por donde yo habia visto aparecer y desaparecer a Elias, con el sobre de papel de embalar en las manos, la noche del sabado. Me metio en una habitacion oscura como la boca del lobo y cerro con llave. Sin decir palabra.

Trague saliva y constate que, aparte de un ligero temblor en las piernas, todo lo demas parecia ir bien. Habia dejado de preguntarme que podian hacerme. Era esa la pregunta que me ponia nervioso. Lo que debia preguntarme era que podia hacer yo.

?Y que podia hacer yo?

La habitacion estaba completamente a oscuras, y olia a cerrado. Me acerque a la puerta, con la intencion de localizar el interruptor y moverlo con la barbilla o con la cabeza. Pero desde ahi se oia perfectamente lo que hablaban afuera el Moreno de Nieve, la mujer, el gitano y el Lejia, y me quede parado, conteniendo la respiracion y escuchando.

– Vamos, volved a La Tasca, a ver si ya ha pasado el follon y podeis recuperar la foto…

– ?Y si ha llegado la policia y se la han llevado ellos?

– ?Os capo! -grito de pronto el Lejia. Se calmo un instante, solo para irse excitando de nuevo a medida que hablaba-. Si la foto ha caido en las manos de la policia, todo se ha ido a hacer punetas, ?no lo veis? ?Aqui tan tranquilos, como si no pasara nada…! Si la pasma tiene la foto, os meteis en la comisaria y la robais… ?A tiros, si hace falta! -jamas hubiera imaginado que el padre de Clara pudiera perder los estribos de aquella manera. Acabo-: ?Venga, largaos! ?Corred!

Paso un instante de silencio y su voz recupero la serenidad.

– Tu no, Asuncion -dijo-. Tu quedate.

Lejos oi el coche, que arrancaba y se iba. Mas cerca, sonido de vasos, de una botella vertiendo liquido.

– ?Y que piensas hacer ahora con el chaval? -pregunto la mujer, Asuncion.

Si no sabian que hacer conmigo, ?por que me habian secuestrado?

– ?No lo se! -decia el Lejia, preocupado.

– Solo nos faltaba este follon.

– ?Estamos en manos de Miguel, que quieres hacerle…!

Miguel era el Pantasma. Se me pusieron las orejas de a palmo, dispuestas a enterarse de todo. No dijeron muchas cosas que yo no hubiera intuido, la verdad, pero como minimo aquello me sirvio para confirmar y clarificar.

– Nunca debiste pactar con el… -decia la mujer, refiriendose al conserje.

– ?Y que tenia que hacer? Ya teniamos el negocio en marcha cuando aquel desgraciado nos quito la foto. Si el hubiera hablado con Miguel antes que nosotros y le hubiera mostrado la foto, Miguel se nos habria puesto en contra. Por eso tuvimos que adelantarnos. Le dijimos que ya no le exprimiriamos mas, que le pagariamos por el trabajo que hacia para nosotros…

Es decir, lo que yo imaginaba. Con la foto que Elias utilizaba para hacerle chantaje al Pantasma, el Lejia habia obligado al Pantasma a hacer algo ilegal. Las doscientas cincuenta mil pesetas no eran el pago de un chantaje, sino la liquidacion de un trabajo hecho.

?Cual?

– Con todo esto -seguia la mujer- lo unico que has conseguido es que el mandara mas que tu. Miranos ahora, todos de culo por su culpa. Un conserje de mierda dice que no trabajara para nosotros si no quemamos la foto comprometedora, y todos echamos a correr como locos, como si nos jugasemos la vida…