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Desencanto general.

– ?Como… Como lo sabeis? -pregunto el Pantasma, poniendose livido.

– Nos ha parecido tan rara que hemos ido a la Comisaria y hemos esperado a que saliera el camarero, que estaba declarando. Le hemos preguntado si era la foto por la que se peleaban… La foto, por fin, salio a la luz-… Y nos ha dicho que si…

Mientras la foto pasaba de mano en mano, pude echarle una mirada. Si, era la misma. La de la sardina. Y todos la miraban como habria mirado el hombre de Cromagnon una maquina tragaperras.

– Una sardina… -dijo el Lejia.

– Una sardina y Miguel -dijo la mujer-. ?Maria Santisima!

Ambos se echaron a reir dejando patidifusos al gitano y al Moreno de Nieve, que no sabian de que iba el asunto.

Yo miraba al Pantasma. A el le duro bastante mas la cara de alelado. Tardo mas en constatar que se trataba de una confusion. Por un momento parecio que tambien el echaria a reir, dando escape a toda la angustia pasada. Pero no. La risa se le helo en los labios, los ojos se le hicieron pequenos y feroces, llenos de rabia y, visto y no visto, se levanto de la silla y se abalanzo sobre mi insultandome de una manera estremecedora.

No fueron tanto sus insultos lo que me hirio, sino el hecho de que me agarrara por el cuello e intentara estrangularme.

Con las manos atadas a la espalda, yo no podia hacer mas que mover los ojos de un lado a otro para pedir ayuda. Si querian librarse de mi, habia llegado el momento. Bastaria con que dejaran que el Pantasma se desahogara a su aire.

Fueron los peores cinco segundos de mi vida.

Los otros cuatro se abalanzaron sobre el, todos a la vez, para sujetarle.

– ?Basta, Miguel!

– ?Calmate!

– ?Si tendrias que estar contento…!

Le arrastraron al otro extremo de la habitacion y le sentaron en una butaca, como si estuvieramos en un ring y acabara de sonar la campana. Todos se interesaron por el Pantasma, que lloraba y gritaba mientras intentaba zafarse de quienes le sujetaban. A mi nadie me hacia mucho caso, pero no me importaba, con tal de que concentraran todas sus fuerzas en la causa de sujetar a aquel energumeno.

– ?Si tendrias que estar contento! ?La poli no tiene la foto! ?Ha sido todo una confusion! ?Aqui no ha pasado nada!

– Pues, ?donde esta la foto? -protestaba el, obsesionado-. ?Quiero la foto! ?Estoy harto de este juego! ?Quiero la foto! ?Si aqui no ha pasado nada, quiero que me traigais la foto y que la quemeis delante mio! ?Lo ois? ?Lo entendeis? ?Traedme la foto, u os denuncio a todos…!

Eran palabras magicas. Al oirlas, los cuatro que intentaban calmarle le soltaron de golpe, dieron un salto atras y se quedaron muy quietos, mirandole.

– ?Entendido? -dijo el, tratando desesperadamente de conservar la dignidad. Anadio con voz mas debil y quebradiza-: ?Eh? -Y derrotado, livido como un cadaver-: ?En-ten-di-do?

– ?Que has dicho? -pregunto el Lejia, con cara de enterrador.

El Pantasma se habia pasado de la raya con su amenaza. Intento una sonrisa conciliadora y le salio una mueca espantosa. Busco nuevas palabras.

– Despues de todo… Todos vamos en el mismo caballo, ?no?

Comentario que hubiera podido pasarme por alto, de no ser por los cinco pares de ojos que automaticamente se clavaron en mi. Cinco interrogantes que querian saber si yo habia entendido el autentico significado de aquellas palabras.

Trague saliva. Me puse tan rojo como el culo de un mono.

Es curiosa la cantidad de nombres de animales que utilizamos para designar cosas diversas. El rata de hotel que es gato viejo y que esta al loro para entrar a robar en las habitaciones. El gorila del pez gordo. La vieja cacatua que esta un poco foca y se cree un aguila. El macarra que huele a tigre y que se pone gallito con la navaja en la mano, pero que es un gallina cuando va desarmado. La zorra que se liga a un mirlo blanco. Y el camello que tiene una clientela de tios que se ponen como fieras cuando tienen el mono, y que por eso le compran caballo al precio que sea…

«Caballo», habia dicho el Pantasma.

Y yo habia entendido perfectamente a que se referia.

Caballo, heroina, demonios, ya lo creo que lo habia entendido. Y los otros tambien, y la palabra magica les habia frenado y ahora el Pantasma aprovechaba la ventaja para recoger los pedazos de su dignidad hecha anicos.

– … Yo me limito a distribuir… -agrego.

El gitano le sacudio una bofetada.

– ?Calla!

Aturdido e impresionado, yo comprendia que el Pantasma vendia droga. Que de esas ventas salian las famosas doscientas cincuenta mil pesetas. Que primero le habian obligado a colaborar con ellos presionandole con la misteriosa foto y despues habian pactado pasandole un sueldo. Al fin iba entendiendolo todo.

– Quiero decir… -gemia el desgraciado- que estoy muy nervioso… Que puedo perder los nervios en el momento menos pensado… Somos un equipo, yo os ayudo a vosotros y vosotros me ayudais a mi… -casi lloraba, como un nino consentido, cuando anadio-: ?Solo os pido que encontreis la foto!

Se relajaron. Al parecer, consideraban que la suya era una aspiracion razonable.

El Lejia no me quitaba el ojo de encima. Y por mas que yo me esforzara en poner cara de inocente, de no he oido nada, y aunque lo hubiera oido, no lo habria entendido, el sabia que yo lo sabia y yo sabia que el sabia que yo lo sabia. Llegados a este punto, el padre de Clara parecio comprender que no habia motivos para no hablar claro ante mi.

– El unico que sabe donde esta la foto -dijo mirandome a los ojos- es Elias…

– Elias esta muy grave, en el hospital -intervino el Moreno de Nieve.

Ahora, el Lejia hablo conmigo.

– ?Por que no llamas a la familia de Elias y les preguntas como esta?

Aunque hice un esfuerzo de buena fe para comprenderle, me parecio la persona mas cruel del mundo. Era el asesino y solo pretendia que yo le confirmara que su victima habia muerto para poder quedarse tranquilo y poder continuar adelante con su negocio de drogas. Tuve que apretar los dientes. Tenia ganas de escupirle. Pero no, decidi que no lo haria. Preferia transmitirle la noticia de que Elias todavia estaba vivo.

Asenti con la cabeza. Y pensaba: «Ahora vereis.»

El Lejia cogio el telefono. Me ordeno que le dijera el numero y espero con el aparato en la oreja a que respondieran. En el intervalo, el Moreno de Nieve anuncio que se iba al supletorio a escuchar, no fuera a ser que yo intentara hacerles la pirula.

Contesto una voz muy infantil.

– ?Diga?

El Lejia me puso el auricular en la oreja. Yo no podia cogerlo, porque continuaba con las manos atadas a la espalda. Mientras hablaba, procuraba no mirarle a la cara, y no pensar en que era el padre de Clara.

– ?Maria? Soy Flanagan…

– ?Flanagan! ?Donde estas?

– Por ahi… ?Como esta tu hermano?

– Bien.

Me hizo feliz. Se lo habria gritado a la cara a todos aquellos animales: «Esta bien, ?lo habeis oido? ?Esta bien!»

– Esta bien, ?no? -repeti, para que quedara claro.

– Ha recuperado el conocimiento -seguia ella. Estuve a punto de gritar un «?bravo!»-. Pero se sentia un poco confuso y cansado, y todavia le tienen en la UVI. Esta durmiendo.

– Ha recuperado el conocimiento y esta durmiendo -repetia yo, en un tono de Pues que os creiais-, pero el medico dice que se pondra bien, ?no?

– Si. Temian que llegara a caer en coma…

El Lejia me llamo la atencion con un gesto.