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Era arriesgado, porque si Elias investigaba en la escuela, podia averiguar que maquina se habia utilizado. Pero solo con imaginarme a Elias investigando, con aquella cara de muermo que se le habia puesto al mediodia, me venian ganas de reir. Lo que me interesaba era que el mensaje le picara la curiosidad y fuera a ver de que se trataba.

Lo consulte con Maria Gual.

– ?Que te parece? -le dije.

– ?Oh, Flanagan, es fantastico!

– ?Tu crees que esto le alejara?

– ?Claro que si! ?Yo misma se lo dare y le convencere! ?Oh, Flanagan, que emocionante! ?Y te presentaras en La Tasca?

– Por supuesto. ?Para que imaginas que estoy montando toda esta peripecia?

– ?Oh Flanagan, ?puedo acompanarte?!

– ?Naturalmente que no! -Alce tanto la voz que todos mis companeros del taller de periodismo se volvieron para mirarme. Les devolvi la mirada, muy digno y, para que quedara muy claro, repeti, ahora dirigiendome a toda la clase-: Naturalmente que no. -Y, alejandome de Maria, le susurre al oido a una chica bajita que me miraba divertida-: Na-tu-ral-men-te… que no.

Se rio la chica, se rio el resto de la clase, y la profe me dijo que por favor, si no era mucho pedir, que dejara de hacer el payaso.

Le conteste que si, que con mucho gusto.

Al salir de clase, observe de lejos como Maria le daba la nota a su hermano. Despues, ella misma me explico como habia ido:

– Toma… -le habia dicho a Elias-. Me lo ha dado un senor muy bien vestido, de terciopelo rojo, con un parche en el ojo. Debia de ser tuerto.

– ?Por que le has dicho que llevaba un traje de terciopelo rojo? -pregunte, horrorizado.

– Para darle un aire de misterio al asunto…

– ?Y tuerto, jope…! -gruni. Y, recuperandome-: ?Y que te ha dicho?

– Lo mismo que tu: «?Vestido de rojo? ?Tuerto? ?Con un parche…?», y yo le he contestado que si, que si, que parecia forrado de pasta y que queria hablar con el a toda costa…

– ?Y por que no me ha dado la nota personalmente? -le habia preguntado Elias, dando muestras de una minima inteligencia.

– ?Ah, eso no lo se…! No habra podido encontrarte -le respondio su hermana, tan frivola como siempre.

– Bien; abreviando… -corte yo el relato-. ?Acudira a la cita, o no?

– Si. Se lo ha tragado todo. Ha dicho: «Bien, a ver de que se trata.» Y parecia como inquieto, como si pensara que pudiera tratarse de alguien a quien el conocia…

– Lo que parecia ya me lo explicaras despues. Ahora tengo que ir a La Tasca…

Lo que llamabamos La Tasca era en realidad el Bar Nando, el cuartel general de los heavies del barrio. Una panda de chicos entre los dieciseis y los veintipocos, con grenas, cazadoras y munequeras de cuero claveteadas, que jugaban a ser peligrosos, bebian litronas a morro y te miraban con ojos turbios, como si estuvieran aburridos de la vida. Las mesas estaban acribilladas de inscripciones grabadas a punta de navaja. Abundaban las S dibujadas como un rayo, imitando el grafismo de las SS nazis: «KISS», «PASSAKONTIGO», «LORENSSO». En el televisor, un video de los Warlock in Concert dando cana y ensordeciendo al personal.

Ahi es donde me fui a meter. Yo solo, sin Maria.

Me dije que no debia asustarme de aquella gente. En el fondo, si te mantenias lejos de los conciertos y de las provocaciones punkies, eran inofensivos. Eso si: su espiritu de clan era tan fuerte que si no vestias a su estilo podian acabar pidiendote explicaciones. De modo que no considere oportuno presentarme en chandal y, al salir de la escuela, a las cinco, pase por casa para cambiarme.

Botas, conjunto tejano y la camisa roja que mi madre siempre quiere tirar a la basura.

Para romper un poco el efecto country, entre en una tienda y me compre chapas de Makoki, de Deep Purple, Kiss y Bruce Springsteen, asi como unas gafas estilo Blues Brothers. Con todo eso encima, ya me veia con animos de entrar en La Tasca, a no ser que la policia me detuviera por el camino.

El local estaba casi vacio cuando llegue. Sin embargo, en una mesa, llamando la atencion como moscas en un plato de nata, el Puti y uno de sus complices contemplaban admirados las contorsiones de Doro Pesch, de Warlock, tambien conocida como la Tigresa Rubia.

Me acerque a la barra preguntandome como me las arreglaria para acercarme a ellos. Mira por donde, me temblaban las piernas.

– ?Que quieres? -dijo bruscamente el camarero, que tenia cara de sentirse muy desgraciado, como Fernando Esteso.

– Una birra -dije yo, muy en mi papel. Y me deje llevar por la inspiracion, engolando la voz y poniendome de puntillas («No te preocupes, aqui sirven cerveza a cualquiera. No la cagues ahora pidiendo una naranjada») -: Y… llevales tambien un par de birras al Puti y a su amigo… Me estaba soltando el pelo-: ?Como se llama su amigo?

– Pedro. Le llaman Piter.

– Ah, si, el Piter… Llevale una birra tambien a el… Ah, y unas… -Pero el camarero, que parecia muy desgraciado, ya habia corrido en otra direccion. Espere pacientemente mi cerveza, tamborileando con los dedos para seguir el ritmo de la musica. Cuando me la trajo, le dije-: Ah, y tambien les sirves unas aceitunitas… Si, al Puti y al Piter. ?No te han dicho nunca que te pareces a Fernando Esteso…?

Me miro como preguntandose cuanto rato le duraria yo en un callejon solitario y se fue a preparar las cervezas y las aceitunas.

Ya os lo podeis imaginar: al servirles, les diria: «De parte del colega de la barra», y ellos se volverian y alzarian las birras a modo de saludo, sonriendo, y yo tendria un motivo para acercarme a ellos, muy natural y desenvuelto. «Eh, Puti, ?como te trata la vida…

El camarero les sirvio las cervezas y las aceitunas. Les dijo algo. El Puti y el Piter no le hicieron el mas minimo caso. Estaban alucinados con Doro Pesch, que cantaba el Burning The Witches. Empezaron a beber y a picar como si fuera muy normal que aquello les hubiera caido del cielo, como el mana.

Llame al Fernando Esteso.

– Eh.

– Que.

– Ponles tambien unas patatas. Unas «chips».

El Fernando Esteso se armo de paciencia.

– Mira, hijo -refunfuno-. No quiero peleas en mi bar. Si buscas bronca, llamas desde una cabina y le pides hora al Puti, pero en otra parte.

– Pero, ?de que hablas, tio? Si solo pretendia ser amable… Llevales unas patatas y diles que es de mi parte, hombre…

– Mira que si hay sarao, cuando lleguen los de la bofia les dire que tu eres el responsable y que pagaras los destrozos del local, ?entendido?

– De acuerdo, tio. Pero no te preocupes, que no pasara nada…

Se resigno. Dio media vuelta y fue a buscar una bolsa de patatas. Le segui con la mirada. Vi como llegaba a la mesa, como hablaba con el Puti y con el Piter, como les tocaba en el hombro para llamar su atencion, como repetia todo lo dicho y me senalaba a mi y, por fin, se volvieron los dos.

Yo sonrei, e hice un ademan de brindis con mi birra.

Se incorporaron lentamente, encorvados y manteniendo las manos alejadas del cuerpo, como quien se prepara para propinar o esquivar punetazos. Pero, ?que les pasaba? ?Si yo solo pretendia ser amable…!

Ambos eran muy delgados, llevaban dias sin afeitarse y tenian el pelo muy negro, abundante y grasiento. Apenas si se diferenciaban por los bigotes y las patillas del Piter, que lo hacian un poco mas rocker que heavy. El resto de las facciones casi les hermanaba: rostro huesudo, anguloso, chupado y duro, como cincelado en piedra. Por su expresion, se diria que estaban irritadisimos con la humanidad en general. Como si desde primera hora de la manana toda la gente del barrio se los hubiera estado toreando y tomandoles el pelo, y acabaran de decidir que ya estaba bien.