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Lo peor de todo era que me veian a mi como la gota que habia hecho rebosar el vaso.

Trate de anticiparme:

– Eh, Puti, ?no me conoces…?

Me senalo con su dedo indice de una sucia, y me hizo el mismo efecto que si me apuntara con una Magnum 357 cargada con balas dum dum.

– Eres tu quien no me conoce a mi -dijo-. No me gustan las bromas, ni siquiera cuando estoy de buen humor. Hoy tienes suerte, ?de acuerdo?

Me parecio una persona un poco incoherente. Considere que la ilacion de sus pensamientos era bastante caotica. Pero no se lo dije. Tarde o temprano, en algun momento de su vida, ya lo descubriria por si mismo.

– Pero que pasa, colegui -dije con la sonrisa mas ancha y mas estrepitosa de toda mi carrera-. Si solo venia a… -«Improvisa, Flanagan, improvisa y compralos, o la cosa empeorara»- a… devolveros la pasta que perdisteis ayer…

Pasta. Aquello si que lo entendia el Puti.

– ?Pasta? -dijo.

– ?Perder? -abundo el Piter.

– ?Donde?

– ?Donde, donde, donde…! -hice yo, jugandome vida-. ?Donde estuvisteis ayer por la noche?

– ?Anoche?

Trague saliva.

– Ayer tuvisteis una buena pelea, ?no?

– ?Ayer?

Aquella pregunta, y sus expresiones, significaban: «No.» Y aun significaban algo mas: «No, y nos estas pareciendo muy sospechoso.»

Trague mas saliva. En mi boca habia una inundacion de saliva.

– ?Ayer no tuvo una bronca el Gual, que le dejaron la cara como un mapa…?

El ambiente se relajo un poco. Rieron, se miraron, intercambiaron codazos. Era evidente que tenian conceptuado al Gual como a un ser inferior que solo merecia su desprecio y que le hicieran una cara nueva de vez en cuando.

– ?Ja, ja, ja, el Gual!

– ?Ja, ja, tienes razon!

– ?Ja, la cara como un mapa, si…!

– Se lo hicieron los punkies, ?no? -dije yo, haciendo un esfuerzo por reir a mi vez.

– ?Ja, ja, los punkies…

– ?Ja, los punkies, dice!

Resultaba muy dificil mantener una conversacion medianamente inteligente con aquel par de simios.

– Entonces, ?quien fue…?

El Puti se moria de ganas de explicarlo. Supongo que le gustaba ridiculizar a Gual. Lo dijo en voz alta, para que se oyera en todo el local. Me parecio que imaginaba que Doro Pesch callaria un momento en el video y escucharia atentamente:

– ?Al Gual le hincho las narices un albanil de la obra de aqui al lado! El de la maquina de perforar. Se la tenia jurada desde hacia dias, porque decia que la moto de Gual era demasiado ruidosa. ?Y Gual decia que mas ruidosa era la taladradora! Se la tenian jurada…

Este relato, sencillo y emotivo como la vida misma, hacia que el Piter se partiera de risa. Tenia que sujetarse el estomago para que no se le rompiera alguna cosa ahi dentro. De modo que yo aguante mi sonrisa clavada con chinchetas. Empezaba a pensar que jamas llegaria a entenderme con ellos.

– …Y esta manana aparece el Gual con la cara como un bistec. Y yo le digo: «?Que te has hecho?», y el me cuenta que anoche se cruzo con el albanil cerca del Parque, y que el otro le dijo algo de su moto, y que empezaron a calentarse… ?Me gustaria haberlo visto! -rugia el Puti.

– ?Yo lo vi, yo lo vi! -intervine, para recordarles mi presencia-. Fue fantastico…

El Puti cambio automaticamente de expresion. Se puso serio para pronunciar la palabra magica:

– ?Y que decias de la pasta?

– Ah, si. Que… -Volvi a la historia que me habia ocurrido antes-: Mientras peleaban, se le cayo un billete de quinientas pelas… Venia a devolverselo.

El Puti no se lo creia, pero si habia pasta de por medio, no era cuestion de dejarla pasar volando.

– Damelas a mi, ya se las devolvere yo -dijo.

Yo meti la mano en el bolsillo para sacar el billete que el dia anterior me habia dado Jorge Castell.

– No es necesario -sono entonces la voz congestionada de Elias Gual-. Ya las cogere yo mismo…

Habia entrado en el bar sin que nadie se apercibiera, y ahora se materializaba ante mi como el genio de la lampara de Aladino. Me miraba fijamente, reconociendome como el crio que le habia estado importunando a mediodia, posiblemente atribuyendome la responsabilidad del anonimo que lo habia enviado a la plaza Universidad para nada, y odiandome profundamente por todo ello. Me parecio que empezaba a considerar la posibilidad de asesinarme.

– … Perdonad que me haya retrasado, chicos -dijo con voz temblorosa-, pero he estado haciendo un negocio con un colega que juega fuerte. ?No lo habeis visto nunca por el barrio? -Me escrutaba intensamente-: ?Uno con un traje de terciopelo rojo? ?Y tuerto? Pues me ha ofrecido un trabajo dabuti… ?Ahora lo celebraremos… con la pasta que nos dara este mocoso!

Me supo mal, pero no pude dedicarle a su discurso toda la atencion que sin duda merecia, porque, mientras hablaba, yo estaba descubriendo que me habia dejado el dinero en casa, en el bolsillo del chandal.

No llevaba ni un duro encima.

3

La mejor manera de aprobar

Me llamo Juan Anguera, pero poca gente, aparte de mis padres o los profes, me conocen por el nombre. Algunos de mis amigos me llaman Johnny o Flanagan, a causa de mi trabajo. Otros me llaman Anguila, y si hubierais estado aquella tarde en La Tasca, sabriais por que.

No les permiti iniciar la frase: -Te crees muy listo, ?eh?

Aun no habian empezado a pronunciar el «te crees», cuando salia volando hacia donde menos lo esperaban. Pase por debajo de una mesa que lance por los aires al incorporarme y, acto seguido, me vi haciendo una finta y unos cuantos zig-zags en un espacio donde apenas si podrian haber estado sentadas dos personas, y me vi en la puerta y fffzzzuuuummmmm, me converti en un Objeto Volante No Identificado calle abajo, hacia el Centro, donde habia mas gente y mas policia a la que pedir auxilio. Para demostrar que yo no era mas que un pobre nino perseguido por monstruos, mientras bajaba aterrorizado, esquivando un buzon, un farol y una cabina telefonica, me quite las gafas y la cazadora acribillada de chapas.

Note que los monstruos me seguian a unos metros de distancia. Tambien oi el grito desesperado del camarero que se parecia a Fernando Esteso: -Dejadlo, tios, dejadlo… Habia tenido muchos problemas con la policia y supongo que no queria que le acusaran de linchamiento en las proximidades de su local.

Me dejaron en paz, pues, y podeis creer que corri con toda mi alma, primero hasta la plaza del Mercado y, despues, campo a traves, subiendo la pendiente de los Jardines hasta la montana. Alli me detuve, contemplando la ciudad a mis pies y jadeando como un galgo.

Y, no obstante, una vez pasado el susto, las piernas me llevaron de nuevo, sin ninguna prisa, hacia el Centro, hacia los bloques donde estaba La Tasca.

Por supuesto que no deberia haberlo hecho. Lo miraras como lo miraras, era un riesgo innecesario. Si lo que queria era volver a casa, podia haber bajado desde la Montana, dando un rodeo por los Chalets y la escuela. Y si lo que queria era comprobar si Elias Gual habia mentido, tampoco valia la pena, porque yo sabia de sobra que lo habia hecho.

Lo tenia tan claro que empece a elaborar mi teoria antes de llegar al edificio en construccion y hablar con el obrero.

Precisamente, los obreros estaban saliendo, con prisas para coger el metro que los llevaria a alguna ciudad-dormitorio de la otra punta de Barcelona. Seguramente, por el camino se cruzarian con otros obreros que trabajaban en aquel barrio y vivian en este.