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– Siempre soñé con ser marino, señor…

– Mejor para usted… -concluyó el contramaestre golpeando la cubierta con la palma de la mano y volviéndole la espalda a la agonía titilante de Paysandú-. Mañana estaremos en otro mundo…

– Para mí ya es mañana… -respondió Martín Zamora. Y abandonando las luciérnagas lejanas del pueblo, encaminó los ojos a las alturas del cielo y los echó a deambular entre las constelaciones de enero.

Agradecimientos y advertencia

Escribir esta novela significó una apasionante peripecia que duró alrededor de diez años, a lo largo de los cuales no faltaron los desalientos, las frustraciones y hasta cierta vergüenza por haberme atrevido a abordar semejante empresa. Sin embargo, muchas personas, aun algunas que ya no están entre nosotros, colaboraron y me estimularon para que pudiera llegar a su fin. Entre ellas, tengo un emocionado recuerdo para Alberto Oreggione y el profesor Alfredo Castellanos, quienes me guiaron en la maraña documental de su principio, y para el maestro Atahualpa del Cioppo, quien siempre soñó con ver esta historia terminada y realizar con ella una adaptación teatral, aunque nunca imaginé cómo lo haría. También mi agradecimiento eterno a Perla Vivas, mi esposa, quien con su paciente lectura y su adhesión al rigor de la verdad, siguió paso a paso las vicisitudes de su construcción y toleró hasta el infinito mis prescindencias de la vida diaria. A Tomás de Mattos, con quien aprendí a compartir y disfrutar intensamente los desconcertantes secretos de la creación; a Milton Fornaro, el primer escritor de carne y hueso que conocí y que siguió uno a uno los días inciertos de Martín Zamora. A Mario Benedetti, a Rosario Peyrou, a Alcides Abella, a Oscar Brando, a Hugo Fontana, a Fernando Schulkin, a Mauricio Rosencof, a Estela Pérez, a Heber Raviolo, a Marta Ponce de León, a Luis Sepúlveda, a Fernando Esteves, a Carlos Caillabet y a Martha Ulfe, hermanas y hermanos del alma, quienes leyeron y me aconsejaron con sabiduría y generosidad. Y también, a muchos descendientes de aquellos legendarios defensores, como don Alberto Gómez y don José Ribero Horta, quienes me hicieron comprender tempranamente que con la defensa de la pequeña ciudad sitiada, preámbulo de la tragedia del Paraguay, estaban resistiendo, más allá de los colores partidarios, la destrucción de valores universales.

Finalmente, quisiera resaltar que sólo a través de la recreación imaginaria de la atmósfera de aquella Paysandú cercada en el tórrido diciembre de mil ochocientos sesenta y cuatro, me fue posible comulgar con la humanidad de la ciudad y de su gente, rompiendo así la parálisis de una documentación tan portentosa como agobiante, muchas veces confusa, contradictoria y oscurecida por el apasionado partidarismo rioplatense de los últimos cien años y que, en última instancia, me impulsó no pocas veces a tratar a los personajes históricos como personajes literarios e involucrarlos en situaciones imaginarias.

No obstante, salvo con algunos personajes de ficción como Martín Zamora, Raymond Harris, Luca del Piero, la negra Severia y algunos pocos de fugaz aparición, intenté denodadamente que tanto los hechos históricos como el resto de los nombres, por efímera que fuese su mención, se correspondiesen con la realidad y con personas reales, ajustados a su quehacer, a su espacio y circunstancia. Ignoro si alcancé, al menos, una convincente aproximación.

El autor

Montevideo, 6 de enero de 2002

Biografía

Mario Delgado Aparaín nació en Florida, Uruguay, en 1949. Escritor, periodista, docente universitario. Autor de libros de cuentos: Las llaves de Francia (1981), Causa de buena muerte (1982), La leyenda del Fabulosísimo Cappi (Alfaguara, 1999); siete novelas: Estado de gracia (1983), El día del cometa (1985), La balada de Johnny Sosa (1987), Por mandato de madre (Alfaguara, 1996), Alivio de luto (Alfaguara, 1998), No robarás las botas de los muertos (Premio Bartolomé Hidalgo 2002) y Los peores cuentos de los hermanos Grimm (2004), en coautoría con Luis Sepúlveda, y un libro infanticlass="underline" La taberna del loro en el hombro (2004). En 2001 ganó el Premio Juan Rulfo de Radio Francia con el cuento Terribles ojos verdes. Como periodista escribió para el diario argentino Clarín, semanarios Jaque, La Razón y Búsqueda, revista Tres, El País Cultural y diario La República. Dirigió las revistas Tercera Orilla, Montevideo Ciudad Abierta e integra el consejo de redacción de Literastur (España). Delgado Aparaín es reconocido internacionalmente y varios de sus libros fueron traducidos y publicados en gran parte de Europa.

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