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– Pero… pero… ¡Pero Lucy está esperándome! – consiguió decir finalmente-. Mis planes se vendrán abajo si tengo que pasarme las dos semanas de vacaciones contigo.

– Francamente, Claudia, tus vacaciones no me importan -dijo con impaciencia-. Yo estoy aquí para asegurar el futuro de la empresa de ingenieros GKS y el proyecto de Telama'an. El jeque Saïd es una persona muy difícil. Puede ser encantador, pero tiene un sentido de la familia muy fuerte y puede ofenderse. Si se entera de que hemos mentido sobre nuestro matrimonio para conseguir que su sobrino nos lleve, entenderá que no confiábamos en Amil.

El rostro de Claudia estaba en silencio y era evidente que no iba a cooperar. Los labios de David se apretaron. Lo menos que Claudia podía hacer era intentar comprender su situación.

– Escucha: llevo dos años intentando crear una buena relación con el jeque. El hecho de que me haya invitado en su palacio puede significar que está dispuesto a darnos el contrato para la fase siguiente, pero no hay nada firmado aún y tenemos todavía varias reuniones pendientes. Si no hay problemas entre nosotros, todo irá bien, pero si algo no le gusta o se enfada, puede firmar el contrato con otra empresa. ¡No he llegado hasta aquí para tirar todo por la borda sólo porque tú quieras pasarte las vacaciones persiguiendo a ese Justin Darke!

¿Por qué demonios había mencionado aquella estúpida predicción? Claudia miró fijamente a David con sentimiento de frustración.

– No tengo intención de perseguir a nadie -intentó, pero David sólo hizo un gesto.

– Sí, claro, tú vas a dejarlo todo al destino, ¿no era eso? Pues bien, o el destino tiene sentido del humor, o un sentido pésimo del tiempo. Me imagino que ese Justin está esperándote, pero yo voy a ser el desgraciado que estará pegado a ti durante las próximas dos semanas.

– David, lo único que quiero es pasar las vacaciones con mi prima -suplicó Claudia-. De verdad que no me importa nada más por el momento.

– Puedes pasar tus vacaciones, pero fingiendo ser mi esposa. Las habitaciones del palacio son bastante independientes y tú serás libre de ir y venir como te plazca. Yo estaré ocupado en reuniones, así que nadie se sorprenderá de que estés la mayor parte del día con Lucy.

– No son los días lo que me preocupan.

– No he planeado noches locas de amor apasionado, si eso es lo que te preocupa.

– La idea nunca pasó por mi mente -respondió con frialdad.

– Entonces, ¿cuál es el problema?

– El problema es que éste ha sido el peor año de mi vida y lo único que quería era escapar. Y ahora que consigo escapar voy a tener que desperdiciar mis dos semanas de vacaciones pretendiendo ser la mujer del hombre más arrogante y desagradable que he tenido la mala suerte de conocer. Además, tengo que hacerme a la idea de entrar en la edad media de la vida en tu compañía, en vez de con mis amigos. ¿Crees que no es suficiente problema?

– ¿Por qué no te olvidas de los treinta? No son diferentes de cualquier otra edad.

– Para mí lo serán. Voy a tener una crisis y no quiero pasarla contigo.

– En ese caso, tendrás que arreglártelas sola, ¿no crees? -dijo impasible-. Me imagino que no hace falta recordarte que todo esto es culpa tuya. A mí no me encanta la idea de pasarme dos semanas enteras con la mujer más tonta y más exasperante que he conocido en mi vida -añadió, con brutalidad-. Desgraciadamente, es demasiado tarde para dar marcha atrás, de manera que en Telama'an seremos una pareja a ojos de todo el mundo hasta que te deje en el avión que te saque del país. Y créeme que espero ese momento con impaciencia.

– ¿Y qué ocurrirá si me niego a comportarme como tu esposa? -dijo Claudia desafiante, levantando la barbilla-. Podría decirle la verdad a Amil mañana por la mañana. Estoy segura de que no nos dejará aquí.

– Podrías hacerlo. Y yo también le diré a Justin Darke lo que estás haciendo aquí.

Los ojos de ambos se encontraron. Claudia estuvo a punto de decirle que hiciera lo que quisiera, pero podría ser bastante embarazoso para Lucy y el tal Justin Darke; y no digamos para ella, si David se dedicaba a proclamarlo a todo el mundo. Ella sabía bien cómo los rumores se extendían y nadie creería luego que ella sólo había estado bromeando.

También sabía que no podía en realidad echar la culpa a David de la situación.

Un sentimiento de derrota la invadió, y se dejó caer en una silla con los ojos bajos.

– No puedo creer lo que me está pasando -dijo, al borde del llanto-. ¡Ojalá no hubiera oído hablar nunca de este país! Primero el avión se retrasó, luego casi estalla, luego hubo que elegir entre pasarse dos días en un barracón inmundo o atravesar el desierto en la furgoneta más incómoda que se pueda uno imaginar, y ahora esto. ¡Cumplir años en medio de ninguna parte y fingir que estoy casada cuando lo único que quiero es divertirme!

David la observó sentada en la silla, con su pelo rubio detrás de las orejas de cualquier modo y el rostro compungido, intentando no llorar. No estaba seguro de si le apetecía ponerla sobre las rodillas y darle un par de azotes, o tomarla en sus brazos y decirle que todo iba a salir bien.

– Dejémoslo ahora. Ambos estamos cansados y puede que no nos parezca todo tan malo mañana por la mañana. ¿Por qué no te refrescas un poco e intentamos dormir?

– Es una buena idea -admitió Claudia, haciendo un gesto afirmativo.

Se sentía tan cansada que no sabía si se podría levantar de la cama, y mucho menos prepararse para dormir.

Finalmente, David llenó el lavabo para ella, le encontró una toalla y le dio su neceser. Claudia, como un autómata, se quitó el maquillaje, se lavó la cara, se limpió los dientes y se aventuró hacia el baño por un pasillo oscuro. Cuando volvió, se había recuperado lo suficiente como para recordar el mayor de sus problemas: compartir la cama con David.

El estaba tumbado cuando ella entró, las piernas cruzadas y los brazos bajo la cabeza. Observó a Claudia con ironía cuando ésta se dio la vuelta y se puso una camiseta ancha, antes de quitarse el sujetador a través de las mangas y ponerse unas braguitas limpias. Hacía calor en la habitación y no sabía si resistiría llevar nada encima, pero por lo menos guardaría las normas mínimas de decencia.

David pensaba, evidentemente, que guardaba las normas dejándose los pantalones puestos, pero su torso desnudo era un problema. Claudia se preguntó si decirle que se pusiera una camisa encima, pero tampoco quería que él supiera que la molestaba.

Y no la molestaba, se dijo a sí misma. Después de todo, ¿no iba a cumplir treinta al día siguiente? Se suponía que estaba en el comienzo de la madurez y la inteligencia. ¡Así que no iba a alarmarse por un hombre desnudo de cintura para arriba!

Dio un suspiro profundo y se dio la vuelta. David se preguntó si ella sabría lo atractiva que estaba con la cara lavada y el pelo detrás de las orejas. Sus piernas parecían no tener fin bajo la camiseta. De repente, la muchacha estiró el dobladillo hacia abajo, como si se diera cuenta de que estaba enseñando demasiado muslo.

– ¿Apago la luz? -preguntó la muchacha.

David también pensó que sería más fácil en la oscuridad.

De manera que Claudia apagó el interruptor, al lado de la puerta, y volvió a la cama, intentando no pensar en cucarachas. Estiró las manos, y tocó sin querer el cuerpo de David.

Apartó la mano y se disculpó. Luego vaciló. ¿Qué hacer? ¿Tenía que meterse simplemente a la cama? Bien, todo era muy maduro e inteligente, pero ¿cómo una mujer madura e inteligente se metía en una cama con un perfecto extraño? ¿Se levantaría al día siguiente con treinta años y la respuesta en su cabeza?

La cama crujió y oyó a David cambiándose de postura.

– Hay mucho sitio -aseguró él.

Claudia tocó esa vez el colchón. Sería mejor sentarse primero dignamente en el borde de la cama, y luego levantar las piernas.

Desgraciadamente, la dignidad se evaporó cuando algo rozó sus pies. Con un grito, Claudia saltó a la cama, aterrizando sobre David.