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– ¿Claudia? Patrick y yo estamos de tu lado, por supuesto, pero Patrick tiene un buen trabajo y nos gusta vivir en Telama'an, así que nos gustaría que fueras amable con David.

– No sé por qué debería serlo. Él no es agradable conmigo. Y si este hombre echara a Patrick sólo porque le haya molestado algo que yo dijera, Patrick debería alegrarse de dejar de trabajar para él.

– Pero es que yo no voy a echar a Patrick -dijo David, enfadado.

Observó a la muchacha que, con las mejillas encendidas y los ojos brillantes, lo miraba desafiante. ¿Cómo podía ser posible que la conociera únicamente de un día y medio? Le parecía que esa chica llevaba mucho tiempo metiéndose en su vida y distrayéndolo.

– Escucha, pactemos una tregua -sugirió David, después de unos segundos-. Lo hecho, hecho está. Ambos queríamos llegar aquí y lo hemos conseguido. Y ahora, yo no voy a estropear el futuro de mi firma cancelando las reuniones con el jeque y marchándome a Londres para que tú puedas disfrutar de tus vacaciones.

David hizo una pausa.

– Ninguno de los dos quiere simular que estamos casados durante más tiempo del necesario, pero me temo que no tenemos otra alternativa que seguir haciéndolo durante unos días. Así que, sería más fácil si lo aceptásemos e intentáramos ser más amables el uno con el otro. Tengo entre manos importantes negociaciones y no quiero distraerme con disputas estúpidas, igual que tú tampoco quieres arruinar tus vacaciones.

– Es cierto.

– Así que lo que tenemos que hacer ahora es inventamos una historia sobre cuándo nos casamos. No creo que nadie vaya a preguntarnos, pero será algo que llame la atención.

– ¿Quieres que todos los empleados de GKS piensen que estáis casados? -quiso saber Lucy.

– Claro que sí -Patrick respondió por David-. Sabes que a todo el mundo le gusta hablar de los demás. Porque no veas al jeque muy a menudo, no debes pensar que no sabe lo que pasa. Entre los empleados hay gente de aquí de Shofrar, y apuesto a que los rumores llegan hasta el jeque. Si Claudia y David dejan de repente de comportarse como una pareja mientras están aquí, llegará a sus oídos en seguida.

– Pero todo el mundo sabe que invité a Claudia para su cumpleaños -objetó Lucy- Iban a venir todos y se canceló la fiesta al saber lo del retraso del avión.

– Sí, eso fue una pena -dijo David, frunciendo el ceño-. Diremos entonces que Claudia y yo nos conocimos y nos casamos de improviso la semana pasada. Luego, se dio la coincidencia de que era tu prima.

– No es muy convincente, ¿no crees? -dijo Claudia-. Quiero decir, ¿cómo íbamos a casarnos si nos conocíamos tan poco?

– ¿Tú no has oído nunca hablar del amor a primera vista?

La ironía en la voz de David hizo enrojecer aún más las mejillas de Claudia.

– He oído hablar de ello, pero no he conocido a nadie a quien le haya pasado.

– Bueno, pues a partir de ahora tendremos que decir a todo el mundo que nada más vernos, nos enamoramos perdidamente. Sé que la historia es un poco irreal, pero es lo único que se me ocurre.

– ¿Y cómo es que no llamé por teléfono a Patrick y Lucy para hablarles de la coincidencia?

– Queríamos darles una sorpresa.

– Y lo ha sido -contestó Patrick.

– Y ahora que hemos solucionado todo, quizá podríamos seguir con la celebración del cumpleaños de Claudia, ¿no creéis? ¿Qué te parecen los treinta?

Claudia abrió la boca para contestar, pero antes de que pudiera hacerlo, se oyó un golpe en la puerta y miró con gesto triunfante a David.

– Es estupendo. Tengo la sensación de que mi vida va a dar un giro completo.

– ¿De verdad? -preguntó Lucy, extrañada.

– Absolutamente. Me siento como si mi destino estuviera entrando en este momento por la puerta.

Justo en ese momento, Justin Darke apareció con Patrick. Era, como Lucy había prometido, deliciosamente atractivo. De cabello negro rizado, ojos marrones cálidos y ese tipo de sonrisa que desmayaba. Claudia no se desmayó, ya que andaba más preocupada observando la reacción de David que admirando al americano.

Detrás de Justin, Patrick hizo un gesto a su esposa, que se levantó para saludar.

– ¡Justin, qué maravilla que hayas venido! Hemos tenido que cancelar la fiesta porque el avión se retrasó, pero Claudia ha llegado inesperadamente. Así que creo que podríamos hacer una pequeña fiesta nosotros. Me pareció que cuatro no era un número apropiado y por eso te he llamado.

Era evidente que a Justin le parecía un poco extraño ser el único invitado para celebrar la llegada de la prima de Lucy. La mirada de extrañeza aumentó al ver a David Stirling. No había coincidido muchas veces con el director ejecutivo de GKS, pero todos sus colegas hablaban de él con un respeto que bordeaba el miedo.

Cuando Patrick explicó que David y Claudia acababan de anunciar que se habían casado, Justin, todavía más sorprendido, les felicitó amablemente.

– ¡Es una noticia estupenda! -dijo, estrechando la mano de David-. Pero no quisiera interrumpir un acontecimiento tan familiar…

– ¡Oh, no te vayas! -suplicó Claudia, con una sonrisa encantadora-. Lucy tiene razón, una fiesta de cuatro no saldría bien. Además, tenía tantas ganas de conocerte… -añadió, haciendo un gesto para que se sentara a su lado.

De manera que David, Lucy y Patrick tuvieron que dejarlos e ir al otro lado de la habitación.

– No te hemos dado las gracias por cuidar de Claudia -dijo Lucy-. Sé que todo se ha complicado un poco, pero tuvo suerte de que estuvieras allí para cuidarla.

– Creo que Claudia es perfectamente capaz de cuidar de sí misma -dijo David, después de una pausa. Estaba intentando no fijarse en cómo la muchacha hablaba provocativamente con Justin en el sofá. Desde luego, no era asunto suyo si Claudia se ponía en evidencia persiguiendo a un pobre hombre. Era sólo que se preguntaba si tenía que nacerlo de aquella manera.

– Ya sé que parece fuerte -estaba diciendo Lucy-, pero en realidad no lo es. Intenta no demostrarlo, pero ha tenido siempre muy mala suerte con los hombres -dijo, mirando a su marido, que estaba tan asombrado como ella al ver el comportamiento de Claudia.

Lucy deseó saber lo que estaba pasando. Y es que allí estaba Claudia, hablando efusivamente con Justin, mientras David la miraba sorprendentemente serio. ¿Cómo podían ella y Patrick distraerlo?

– ¿Te ha hablado Claudia de Michael?

– No.

– Estaba locamente enamorada de él. Iban a casarse en primavera, pero la dejó a mitad de enero, la semana después de que Claudia se hubiera quedado sin trabajo. Este año le ha salido todo mal a la pobre Claudia -relató Lucy, con un suspiro-. Primero el trabajo, luego Michael, luego forzaron su casa y alguien dio un golpe a su coche… Muchas personas se habrían dejado arrastrar, pero Claudia es una luchadora. Consiguió un trabajo mejor y creo que ha superado completamente lo de Michael, aunque necesita estas vacaciones desesperadamente.

Lucy hizo una pausa.

– Te cuento todo esto para que entiendas lo importante que es para Claudia estar aquí. Normalmente no es tan dura como lo está siendo contigo.

Algo pasó en el pecho de David. No era el descubrimiento de saber que Claudia había estado enamorada de alguien llamado Michael. Era la pregunta de con quién pensaría ella que estaba aquella mañana para devolverle sus besos con aquel calor y aquel abandono.

Miró al sofá, a la mujer que miraba con esos ojos enormes a Justin Darke. Llevaba una blusa de seda azul sencilla y unos pantalones de tela brillante. El color de la seda hacía más profundos sus ojos y resaltaba el color claro de su cabello.

David observó cómo se reía con Justin. Parecía vibrante, viva… y al inclinarse hacia la mesa para agarrar su copa, la seda modeló sus senos. En ese momento le asaltó el recuerdo de su piel y no pudo evitar un suspiro. Rápidamente se volvió hacia Lucy y Patrick. No iba a permitir a Claudia que supiera que echaba de menos su cuerpo, o que pensara que le importaba con quién se lucía.