Trevor Guest.
La discrepancia: aquella agresión física extrañamente sañuda. La doctora Gilreagh les advirtió que buscaran indicios y que los interpretaran correctamente. Aquel caso no era más que una artimaña de prestidigitación. Rebus sentó sus posaderas en una mesa que crujió discretamente; balanceó levemente las piernas en el aire y apoyó la palma de las manos en la superficie a ambos lados. Se inclinó ligeramente, miró el tablero con flechas, subrayados e interrogantes y comenzó a pensar el modo de resolver las incógnitas. Comenzaba a vislumbrar el conjunto y lo que el asesino trataba de enmascarar.
Hecho lo cual, salió del DIC y de la comisaría a tomar el aire; cruzó la calle y se dirigió a la tienda más próxima, aunque comprendió que no necesitaba nada; pero compró tabaco, un encendedor y chicle. Más el Evening News. Y decidió llamar a Siobhan al hospital para preguntarle si iba a estar mucho rato allí.
– Aquí estoy -le dijo ella, dándole a entender que estaba en St. Leonard-. ¿Dónde demonios andas tú?
– Nos habremos cruzado. -El dependiente de la tienda le llamó al verle abrir la puerta, y Rebus hizo una mueca de disculpa y sacó el dinero del bolsillo. ¿Dónde demonios tenía el…? Le debió de dar a Barclay los últimos dos billetes de veinte libras. Sacó toda la calderilla y la echó sobre el mostrador.
– No suficiente para cigarrillos -dijo el anciano asiático.
Rebus se encogió de hombros y devolvió la cajetilla.
– ¿Dónde estás? -le preguntó Siobhan.
– Comprando chicle.
Y un encendedor, podría haber añadido. Pero tabaco no.
Se sentaron con sendas tazas de café de sobre, en silencio durante un par de minutos hasta que Rebus preguntó por Bain.
– Lo irónico del caso -dijo ella- es que, a pesar de la cantidad de pastillas que tragó, de lo que se quejó al volver en sí fue de dolor de cabeza.
– De todos modos, es culpa mía -dijo Rebus, explicándole su conversación con Bain y la charla con Molly la noche anterior.
– Así que, después de nuestra bronca junto al cadáver de Tench, ¿fuiste a un club de destape? -replicó Siobhan.
Rebus se encogió de hombros, pensando en que había hecho bien en no contarle su visita a casa de Cafferty.
– Bueno -continuó Siobhan con un suspiro-, ya que estamos en plan de autocrítica…
Ella contó a su vez lo de Bain, T in the Park y Denise y Wylie, tras lo cual se hizo otro largo silencio. Rebus iba por el quinto chicle y, aunque no tenía ganas de tomar un café, necesitaba algún exutorio para el desasosiego que le invadía.
– ¿Crees que Ellen habrá entregado a su hermana? -preguntó finalmente.
– ¿Qué otra cosa iba a hacer?
Él alzó los hombros y ella cogió el teléfono y llamó a Craigmillar.
– Habla con el sargento McManus -dijo Rebus.
Ella le miró como diciendo: «¿Cómo demonios lo sabes?». Él decidió que era el momento de levantarse y buscar una papelera donde tirar la bolita de chicle insípido. Tras hablar por teléfono, Siobhan se acercó a él, ante el tablero.
– Están allí las dos y McManus va a interrogar a Denise con cierto miramiento. Dice que podría alegar el eximente de crueldad mental. -Hizo una pausa-. ¿Cuándo hablaste tú con él exactamente?
Rebus esquivó la cuestión señalando al tablero.
– ¿Ves lo que he hecho, Shiv? Como si hubiera arrancado una página de tu libro, por así decir -añadió dando unos golpecitos en el tablero con los nudillos-. Y todo gira en torno a Trevor Guest.
– ¿Teóricamente? -añadió ella.
– La evidencia viene después -dijo él señalando con el dedo la cronología de los asesinatos-. Digamos que Trevor Guest mató a la madre de Ben Webster. De hecho, no hace falta tenerlo en cuenta, basta que quien mató a Guest lo crea así. El asesino teclea el nombre de Guest en un buscador, encuentra Vigilancia de la Bestia y eso le da la idea de actuar imitando a un asesino en serie. Y según esa orientación, la policía se desvive buscando donde no es. El asesino sabe lo del G-8 y decide dejar unas pistas en aquel paraje ante nuestras narices, convencido de que las encontraremos; el asesino no es suscriptor de Vigilancia de la Bestia y sabe que no tiene nada que temer, porque nos romperemos los cascos siguiendo la pista de los suscriptores y alertando a los delincuentes; y, con el G-8 y todo lo demás, lo más probable es que la investigación acabe en una maraña difícil de desentrañar. Recuerda lo que dijo Gilreagh de que la «prestidigitación» hacía agua. Y tenía razón, porque el asesino sólo iba a por Trevor Guest. Únicamente Trevor Guest -repitió señalando el nombre en el tablero-. El hombre que había destrozado a la familia Webster. Ruralismo y discrepancias, Siobhan, para llevarnos al huerto.
– Pero ¿cómo iba a saberlo el asesino? -inquirió Siobhan.
– Por tener acceso a la investigación del caso y posiblemente estudiándola minuciosamente. Yendo a Borders a preguntar y tomar nota de los comentarios de la gente.
Ella estaba a su lado mirando el tablero.
– ¿Quieres decir que a Cyril Colliar y Eddie Isle los mató para despistar?
– Y dio resultado. Si hubiésemos hecho una indagación completa a lo mejor no habríamos detectado la relación con Kelso -dijo Rebus con una breve risa seca-. Creo recordar que lancé un bufido cuando Gilreagh comenzó a hablar del campo y bosques profundos cerca de núcleos habitados. «¿Es el tipo de terreno donde vivían las víctimas?» Dio en el clavo, doctora -añadió en voz queda.
Siobhan pasó el dedo por el nombre de Ben Webster.
– ¿Y él se mató por eso?
– ¿Qué quieres decir?
– Pues que al final no pudo aguantar el remordimiento de haber matado a tres hombres, cuando bastaba con uno y, sometido a una gran presión por el G-8, habiendo identificado el trozo de la cazadora de Cyril Colliar… pensó que íbamos a echarle el guante y le entró pánico. ¿No es así como lo ves?
– Yo no estoy seguro de que supiera lo del trozo de cazadora -replicó Rebus despacio-. ¿Y cómo iba a obtener la heroína de las inyecciones letales?
– ¿Y a mí me lo preguntas? -replicó Siobhan sarcástica.
– Porque eres quien acusa a un hombre inocente, sin acceso a archivos policiales ni a drogas duras -dijo Rebus relacionando el nombre de Ben Webster con el de su hermana-, mientras que Stacey…
– ¿Stacey?
– Es policía encubierta. Probablemente conoce a traficantes, ha pasado los últimos meses infiltrada en grupos anarquistas y me dijo que ahora tienden a estar fuera de Londres, en Leeds y Manchester, y en Bradford. Guest murió en Newcastle, Isley en Carlisle; dos lugares no lejos de los Midlands en coche. Siendo policía, tendría acceso a cualquier tipo de información.
– ¿Stacey es la asesina?
– Gracias a tu maravilloso método -dijo Rebus dando una palmada al tablero- es la conclusión obvia.
Siobhan negó despacio con la cabeza.
– Pero si estaba… Nosotros mismos hablamos con ella.
– Sí, es lista -asintió Rebus-. Muy lista. Y ahora está en Londres.
– No tenemos pruebas… ni la menor evidencia.
– No; hasta cierto punto. Si escuchas la cinta de Duncan Barclay le oirás decir que ella estuvo en Kelso el año pasado, preguntando. Incluso habló con él. Y él le mencionó a Trevor Guest. Tenía fama de allanador de moradas y anduvo por la zona en la misma época que mataron a la señora Webster. -Rebus alzó los hombros como para apoyar las evidencias-. A los tres les agredieron por detrás, Siobhan, con un fuerte golpe para que no pudieran reaccionar, como lo haría una mujer. -Hizo una pausa-. Y, además, su nombre. Gilreagh dijo que podía ser algo relacionado con árboles.