»La violación y el asesinato de una niña en el muelle de la abadía a manos de Gabrán, así como el estúpido intento de trasladar la culpa a un inocente que estaba de paso, ocasionó el subsiguiente caos. La persona para quien Gabrán trabajaba, el auténtico poder tras este perverso negocio, llegó a la conclusión de que había que prescindir de los servicios de Gabrán… y para siempre.
El silencio en la sala era absoluto. Pasó un momento antes de que el abad Noé decidiera intervenir.
– ¿Estáis insinuando que las muertes están relacionadas?
– A la muerte de Gormgilla siguió la del tripulante. ¿Qué dijo Fial en su declaración, que hemos vuelto a escuchar esta mañana?
Barrán se dirigió a su escriba.
– Corregidme si las actas me contradicen -instruyó-. Según recuerdo, cuando uno de los tripulantes la sacó del lugar donde estaba confinada, en la cabina contigua vio a Gabrán tumbado sin conocimiento, ya por el alcohol, ya por un golpe asestado. A la luz de la penumbra, Fial vio también a una persona encapuchada vestida con hábito eclesiástico. Ésta le ordenó que identificara al sajón como el hombre que había matado a Gormgilla. ¿No es así?
El escriba, que había estado consultando unas anotaciones, confirmó que había relatado los hechos correctamente, murmurando:
– Verbatim et litteratim etpunctatim.
Fidelma dio las gracias a Barrán por recordarles los hechos.
– El tripulante que soltó a Fial era, en realidad, el mismo hombre que fue asesinado al día siguiente. A continuación haré una serie de conjeturas, pero debo señalar que se basan en los hechos, en información que Daig transmitió a su esposa. Ningún testigo ha sobrevivido para confirmar estos detalles de manera independiente. ¿Se me concede el permiso?
– Siempre y cuando dilucide el misterio -accedió Barrán-, pero no aceptaré las conjeturas como pruebas condenatorias contra ningún individuo.
– No tendréis que hacerlo. Puedo imaginar que el tripulante, que era sin duda de la misma vileza moral que Gabrán, vio en el encubrimiento del crimen de su capitán una gran oportunidad para obtener dinero haciendo chantaje a Gabrán. A raíz de esto, se enzarzaron en una discusión en la hostería de la ciudad… la posada La Montaña Gualda. Lassar, la posadera, presenció la riña. También vio como Gabrán daba dinero al tripulante para silenciarlo. Gabrán justificaría posteriormente que el dinero era el salario de aquel hombre. Ahora bien, era una cantidad sustanciosa… demasiado alta para ser el salario de un marinero.
»E1 marinero se marchó contento con el botín, pero no sabía que Gabrán no era un objetivo fácil. El capitán lo siguió desde la posada, lo alcanzó al llegar al muelle y lo mató. Habría sido simple si Daig no hubiera pasado por allí en ese momento. Gabrán sólo tuvo tiempo de correr a esconderse antes de que Daig se acercara. De hecho, Daig oyó sus pasos alejándose, pero fue tras ellos en la dirección equivocada. El otro error de Daig fue no registrar escrupulosamente el cuerpo antes.
»Cuando Daig echó a correr tras un espejismo, Gabrán regresó adónde estaba el cuerpo de su tripulante y recuperó el dinero. También se llevó la característica cadena de oro que portaba éste al cuello, y volvió a la posada, a la que Daig regresó al poco rato para hablar con él. A mi parecer, las preguntas de Daig lo alarmaron. Así que acudió a la abadía buscando apoyo para ocultar su acto. Pidió ayuda a la persona que lo empleaba y la amenazó con confesarlo todo si no se la proporcionaba.
»Me figuro que esa persona no debía de estar muy contenta con el modo en que se estaban desarrollando los acontecimientos. Quizá la decisión de quitar de en medio a Gabrán se tomó allí, en ese momento. A fin de cuentas, aquel hombrecillo mezquino estaba comprometiendo todo el negocio.
»Ahora bien, surgió otro problema, que aquel terrible acto acaso podría resolver. El hermano Ibar era otro eslabón débil de la cadena. Oh, sí -dijo, al levantarse un murmullo-, el hermano Ibar participó en este negocio, pero creo que lo hizo de manera totalmente inocente. Le habían encargado hacer los grilletes. Pero él pensaba que eran para animales. Eso dijo a Eadulf, pero empezó a sospechar del verdadero propósito del encargo. Y, claro está, Ibar podía identificar a la persona que le había encargado los grilletes. Esa misma persona se quedó con el dinero y la cadena de oro de Gabrán, asegurándole que se los devolvería si accedía a participar en el plan.
»E1 plan era simple. Consistía en colocar aquellos objetos en la celda de Ibar con el propósito de inculparle. El resto era cosa de Gabrán. Se le dijo que contara a Daig que el hermano Ibar había intentado venderle en el mercado la cadena de oro, que había reconocido como la que solía llevar su marinero. Se mandó registrar la celda del hermano Ibar y se hallaron los objetos que habían colocado. Con esto quedó resuelto el problema de Ibar.
Calló un momento al reparar que había cautivado al público con su historia. Vio que los escribas la miraban boquiabiertos.
– Verba volant, scripta manent -les amonestó con severidad-. Las palabras habladas vuelan, las escritas permanecen.
Quería que todo quedara registrado por escrito. Era una historia compleja, y no quería verse obligada a repetirla otra vez. Los escribas se inclinaron para reanudar industriosamente su labor.
– Como dice una máxima de nuestra tierra, no deben contarse los huevos antes de comprar la gallina. Quizá fue algo que dijo Gabrán, o que Ibar le contó, pero Daig empezó a sospechar que había detenido al hombre equivocado. Sin pensarlo, Daig probablemente transmitiría esa sospecha a Gabrán, ya que, poco después, una noche oscura en el mismo muelle, Daig halló su propia muerte.
– ¿Sugerís que Daig fue asesinado? -protestó el obispo Forbassach-. De todos es sabido que fue un accidente. Cayó, se dio un golpe en la cabeza y se ahogó.
– Yo matizaría que le golpearon en la cabeza, cayó y se ahogó, en ese orden, si es que no estaba muerto ya al caer al agua. El móvil fue evitar que siguiera sospechando.
La respuesta levantó un alboroto que interrumpió el relato de Fidelma, hasta que fue apagándose poco a poco. La asamblea se volvió a mirar a Barrán al instante. El jefe de los escribas golpeó el bastón contra el suelo para exigir atención.
– Proseguid con la argumentación, Fidelma -ordenó el jefe brehon-. Os recuerdo que esto siguen siendo conjeturas.
– Lo tengo presente, Barrán, pero cuando acabe de exponerlas, haré comparecer a los testigos que darán fe de los diversos fundamentos en que me baso para hacerlas. De este modo, espero confirmar un panorama que no deje lugar dudas.
Barrán le concedió permiso para continuar.
– Mi llegada inesperada puso freno a algunos planes. Alguien decidió que no convenía que Fial anduviera cerca de una dálaigh que buscaba incongruencias en su historia, así que volvieron a llevarla al barco de Gabrán. Había que liquidarla. Sin embargo, Gabrán, siendo licencioso como era, decidió aprovecharse de la pobre niña hasta que se cansara de ella. Así que la tenía encerrada y encadenada como un animal bajo cubierta.
– Hasta que Fial lo mató -se apresuró a concluir el abad Noé.
– Ya he dicho que ella no lo mató -saltó Fidelma.
Barrán estaba irritado.
– Deberíais prestar atención a los argumentos de la dálaigh, abad. Fidelma de Cashel ya lo ha afirmado hace un momento con toda claridad -advirtió y se dirigió a Fidelma-. Quiero comentar algo.
Fidelma se volvió hacia él con gesto inquiridor.
– Mientras el hermano Ibar y el hermano Eadulf estuvieran vivos representaban un riesgo, porque podían demostrar su inocencia o dar a conocer información que podía inducir a investigar a cualquier persona inteligente. Bajo nuestras leyes, que no contemplan la pena de muerte, carecería de sentido echar la culpa a otro de algo, porque siempre cabría la posibilidad de que el acusado demostrara su inocencia…