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—Cuestión de tiempo —dijo Kemal—. Pero no se ve cómo lo hacen.

—Carecen de las herramientas adecuadas —dijo Hunahpu—. Cuando Tlaxcala se apodere del imperio azteca, el bronce de los taráscanos será de los zapotecas y podrán hacer bordas más eficaces y con superficies más lisas y dignas de confianza. Lo importante es que cuando crean una innovación, ésta se extiende rápidamente. Y los zapotecas también viven bajo la presión de los aztecas. Tienen que encontrar provisiones porque los ejércitos mexicas los han expulsado de sus territorios. En esta tierra pantanosa, la agricultura es siempre precaria. Miren hacia dónde navegan.

Les mostró los torpes y burdos barcos zapotecas transportando grandes cargamentos desde Veracruz y el Yucatán.

—Por lentos que sean estos barcos, llevan la suficiente carga en cada viaje para permitir que éstos sean beneficiosos. Han navegado lo suficiente hacia el norte por la costa de Veracruz para entrar en contacto con los tlaxcalanos y los taráscanos. Y aquí —la imagen cambió otra vez—, ésta es la isla de La Española. Y miren quién ha venido de visita.

Tres barcos zapotecas se acercaron a la orilla.

—Por desgracia —dijo Hunahpu—, Colón ya estaba allí.

—Pero si no hubiera estado —intervino Diko—, el alcance del imperio tlaxcalano podría haberse extendido hasta las islas.

—Exactamente.

—Ya había extensos contactos entre Mesoamérica y las islas del Caribe —dijo Kemal.

—Por supuesto —contestó Hunahpu—. La cultura taina era en realidad un residuo de saqueadores anteriores del Yucatán. Trajeron consigo el deporte de pelota, por ejemplo, y se establecieron como clase gobernante. Pero adoptaron el lenguaje arahuaco y pronto olvidaron sus orígenes, y desde luego no establecieron ninguna ruta de comercio regular. ¿Para qué? Sus barcos no podían cargar lo suficiente para que eso produjera beneficios. Sólo saquear merecía la pena, y los caribes eran los saqueadores, no los tainos, y como surgieron del sureste caribeño, Mesoamérica quedaba lejos de su alcance. Los tainos conocían Mesoamérica como una tierra fabulosa de oro y riquezas y dioses poderosos… a eso se referían cuando le hablaron a Colón de la tierra de oro que había al oeste, pero no mantenían ningún contacto regular. Estos barcos zapotecas lo habrían cambiado todo. Sobre todo a medida que se hacían más grandes y mejores. Habría sido el comienzo de una tradición marinera que habría hecho que los barcos pudieran cruzar el Atlántico.

—Muy especulativo —dijo Kemal.

—Perdóneme —intervino Diko—, ¿pero no trata de eso todo su proyecto? ¿De especulación?

Kemal la miró con mala cara.

—Lo que importa no son los detalles —dijo Hunahpu, ansioso por no enfrentarse a Kemal—. Lo que importa es que los zapotecas estaban innovando, llegaron a las islas con barcos que podían transportar cargamentos mayores y eran conocidos por los tlaxcalanos a lo largo de la costa de Veracruz. Es impensable que los tlaxcalanos no se aprovecharan de esta nueva tecnología como hicieron con el bronce de los tarascanos. Fue una época de invención e innovación en Mesoamérica, la única barrera era el ultraconservador liderazgo mexica y éste estaba condenado (todo el mundo lo sabe). Me parece obvio a partir de estas evidencias que los tlaxcalanos se habrían convertido en el imperio sucesor y, como los persas con el imperio de los caldeos, el innovador y políticamente sofisticado imperio tlaxcalano habría ampliado el imperio de los mexica.

—Ha defendido usted muy bien sus argumentos —dijo Kemal.

Hunahpu casi se permitió un suspiro de alivio.

—Pero sostiene mucho más que eso, ¿verdad? Y para eso no tiene ninguna prueba.

—El descubrimiento de Colón borró todas las otras pruebas —dijo Hunahpu—. Pero claro, la Intervención también borró la cruzada de Colón al este. Creo que estamos en el mismo terreno.

—Igualmente inestable.

—Kemal encabeza los aspectos especulativos de nuestra investigación —dijo Tagiri—, precisamente porque es profundamente escéptico al respecto. No cree que sea posible una reconstrucción precisa.

Esa idea nunca se le había ocurrido a Hunahpu: que Kemal estuviera predispuesto a rechazar todas las especulaciones. Había supuesto que su única tarea era hacer que Kemal considerara otro escenario posible, no que tuviera que persuadirle de que era posible construir un escenario después de todo.

Diko pareció advertir su consternación.

—Hunahpu —dijo—, dejemos a un lado el tema de lo que puede y no puede ser demostrado. Seguro que ha desarrollado el resto de la historia en su mente. Considerémosla tan probable como que Tlaxcala ha conquistado y unificado todo el antiguo imperio azteca, que ahora navega en los barcos zapotecas comerciando a todo lo largo y ancho, y con los tarascanos haciendo para ellos armas y herramientas de bronce. ¿Y luego qué?

Su guía le ayudó a recuperar la confianza. Tratar de convencer al gran Kemal contra su voluntad era una posibilidad demasiado remota; pero sí podía exponer sus ideas.

—Primero —dijo Hunahpu— tienen que recordar que había un problema con los mexica que los tlaxcalanos no superaron. Igual que los mexica, la práctica tlaxcalana de los sacrificios sistemáticos a su dios sediento de sangre habría acabado con el caudal humano necesario para alimentar a su población.

—¿Y entonces? ¿Cómo lo resuelve? —preguntó Kemal—. No habría venido aquí si no tuviera una respuesta.

—Tengo una posibilidad. No hay ninguna evidencia, puesto que Tlaxcala no había tenido que gobernar un imperio todavía. Pero no podrían haber tenido éxito si cometieran el mismo error que los mexica, matar a los hombres capaces de sus poblaciones sometidas. Así es como pienso que lo habrían resuelto: hay un atisbo de doctrina entre la clase sacerdotal de que su dios guerrero Camaxtli se vuelve especialmente sediento de sangre después de que haya concedido a Tlaxcala una victoria. La existencia de esta idea hace posible que los tlaxcalanos desarrollaran la práctica de sólo ofrecer grandes sacrificios en masa después de una victoria militar, porque ése es el único momento en que Camaxtli necesita especialmente sangre. Así que si una tribu o nación se alia voluntariamente con Tlaxcala, sometiéndose a su soberanía y permitiendo que la burocracia tlaxcalana administre sus asuntos, sus hombres, en vez de ser sacrificados, se encargan de trabajar en los campos. Quizá, si demuestran ser dignos de confianza, puedan incluso unirse al ejército tlaxcalano, o luchar junto a él. Los sacrificios en masa sólo se realizan utilizando cautivos de los ejércitos que se resisten. Aparte de eso, los sacrificios en tiempo de paz permanecerían en un nivel tolerable… como lo eran antes de que los mexica se alzaran para formar el imperio azteca en primer lugar.

—Eso da a las naciones cercanas una recompensa al rendirse —dijo Hassan—. Y un motivo para no rebelarse.

—Muy similar a la forma en que el imperio romano no tuvo que ser conquistado —dijo Hunahpu—. Los romanos parecían tan irresistibles que los reyes de los países vecinos hacían al Senado romano heredero de sus tronos. Así vivían como soberanos hasta su muerte y luego sus reinos pasaban pacíficamente al sistema romano. Es la forma más barata de construir un imperio, y la mejor, ya que la guerra no causa daños en las tierras recién adquiridas.

—Bien —dijo Kemal—. Si su dios no está sediento de sangre excepto después de la victoria, se vuelven pacíficos y el dios se echa a dormir.

—Bueno, eso estaría bien —repuso Hunahpu—, pero parte de su teología era que además de necesitar sacrificios tras la victoria, a Camaxtli le gustaba la sangre. A Camaxtli le gustaba la guerra. Así que podían posponer los grandes sacrificios hasta que consiguieran una victoria, pero seguirían buscando más luchas que pudieran conducirlos a una victoria semejante. Además, los tlaxcalanos tenían el mismo sistema de movilidad social que los mexica en los días anteriores a Moctezuma. La única manera de subir dentro de su sociedad era o bien ganando un montón de dinero o destacando en batalla. Y ganar dinero sólo era posible para aquellos que controlaban el comercio. Así que habría habido una presión constante para iniciar nuevas guerras con vecinos cada vez más remotos. Creo que los tlaxcalanos, dominadores del bronce, no habrían tardado mucho en alcanzar las fronteras naturales de su nuevo imperio marino: las islas del Caribe al este, las montañas de Colombia al sur y los desiertos al norte. Las conquistas más allá de esos límites no habrían sido provechosas, bien porque no había grandes poblaciones concentradas que explotar económicamente o que ofrecer como sacrificios, o porque la resistencia habría sido demasiado fuerte cuando entraran en contacto con los incas.