—Posible —dijo Kemal—. Pero depende de demasiadas suposiciones.
—Todo escenario que imaginemos dependerá de suposiciones —dijo Tagiri—. Pero éste tiene una virtud única.
—¿Y cuál es?—preguntó Kemal.
—Este habría creado un futuro lo suficientemente terrible para que los Intervencionistas consideraran que merecía la pena volver atrás y borrar su propio tiempo para eliminar la fuente del desastre. Piensa lo que habría significado para la historia humana si la poderosa civilización capaz de dominar todo el mundo creyera en los sacrificios humanos. Si los cultos mesoamericanos de tortura y masacres hubieran llegado a la India, a China, África y Persia armados con rifles y conectados por ferrocarriles.
—Y por una burocracia única, poderosa, unificada y eficaz, como la romana —añadió Diko—. Las disensiones internas de Europa recorrieron un largo camino hasta conseguir que el feudalismo fuera más débil y tolerable.
—No es difícil imaginar que los Intervencionistas —continuó Tagiri—, al mirar atrás, vieran la conquista tlaxcalana de Europa como el peor y más terrible desastre en la historia de la humanidad. Y entonces vieron la ambición, el carisma personal y el impulso de Colón como la herramienta que podrían utilizar para ponerle fin.
—¿Qué significa, entonces? —dijo Hassan—. ¿Abandonamos todo nuestro proyecto, porque detener a Colón sería peor que lo que él y aquellos que le siguieron causaron en nuestra historia?
—¿Peor? —dijo Tagiri—. ¿Quién puede decir qué es peor? ¿Tú qué dices, Kemal?
Kemal pareció triunfante.
—Digo que si Hunahpu tiene razón, cosa que no podemos demostrar aunque su hipótesis es buena, sólo sabremos una cosa: mediar con el pasado es inútil porque, como demostraron los Intervencionistas, el lío que creas es poco mejor que el lío que evitas.
—No tanto —dijo Hunahpu.
Todos se volvieron a mirarlo y él advirtió que, pillado en la discusión, había olvidado con quién estaba tratando: estaba llevando la contraria a Kemal, y delante de Tagiri y Hassan, nada menos. Miró a Diko, y vio que, lejos de estar preocupada, ella simplemente le observaba con interés, esperando oír lo que tenía que decir. Y advirtió que así era como todos ellos lo miraban, excepto Kemal, y que su ceño fruncido probablemente no era cosa personaclass="underline" parecía ser su expresión permanente. Por primera vez Hunahpu advirtió que allí lo trataban como a un igual, y no se ofendían ni lo despreciaban por atreverse a hablar. Su voz era tan buena como la de cualquiera. La pura maravilla de todo aquello fue casi suficiente para hacerle callar.
—¿Bien? —preguntó Kemal.
—Creo que lo que aprendemos de esto —dijo Hunahpu— no es que no se pueda intervenir efectivamente en el pasado. Después de todo, los Intervencionistas sí que impidieron exactamente lo que pretendían. He estudiado la cultura mesoamericana mucho más que ustedes, y aunque es mi propia cultura, mi propio pueblo, puedo decirles que un mundo gobernado por los tlaxcalanos o los mexica… o incluso por los mayas, para el caso, nunca habría dado paso a los valores democráticos, tolerantes y científicos que emergieron de la cultura europea, a pesar de su ensangrentada arrogancia hacia los otros pueblos.
—No puedes decir eso —objetó Kemal—. Los europeos patrocinaron el comercio de esclavos y luego lo repudiaron gradualmente… ¿quién puede decir que los tlaxcalanos no habrían repudiado los sacrificios humanos? Los europeos conquistaban en nombre de reyes y reinas, y cinco siglos después habían despojado a esos monarcas, donde sobrevivían, de toda sombra de poder que antaño empuñaron. Los tlaxcalanos habrían evolucionado también.
—Pero fuera de las Américas, donde los europeos conquistaban, la cultura nativa sobrevivía —dijo Hunahpu—. Alterada, sí, pero aún reconocible. Creo que la conquista tlaxcalana se habría parecido más a la conquista romana, que dejaba pocos rastros de las antiguas culturas gaélicas o iberas.
—Todo esto es irrelevante —dijo Tagiri—. No estamos escogiendo entre la historia de los Intervencionistas y la nuestra. Hagamos lo que hagamos, no podemos restaurar su historia y no querríamos hacerlo. Fuera cual fuese peor, la nuestra o la de ellos, ambas fueron ciertamente terribles.
—Y ambas condujeron a una versión de Vigilancia del Pasado —dijo Hassan—, un futuro en que fueron conscientes de su pasado y capaces de juzgarlo.
—Sí —reconoció Kemal, con el entrecejo fruncido—, ambas condujeron a una época en que entrometidos con demasiado tiempo libre en las manos decidieron retroceder en el tiempo y reformar el pasado para que coincidiera con los valores del presente. Los muertos están muertos; estudiémoslos y aprendamos de ellos.
—Y ayudémosles si podemos —dijo Tagiri, la voz cargada de emoción—. Kemal, todo lo que aprendemos de los Intervencionistas es que lo que hicieron fue insuficiente, no que fuera algo que no habría que haber intentado.
—¡Insuficiente!
—Ellos sólo pensaron en la historia que querían evitar, no en la historia que crearían. Nosotros debemos hacerlo mejor.
—¿Cómo? —preguntó Diko—. En cuanto actuemos, en cuanto cambiemos algo, correremos el riesgo de borrarnos de la historia. Así que sólo podemos hacer un cambio, como ellos.
—Ellos sólo pudieron hacer un cambio —dijo Tagiri— porque enviaron un mensaje. Pero ¿y si enviáramos un mensajero?
—¿Una persona?
—Hemos descubierto, tras cuidadosos exámenes, cuál era la tecnología de los Intervencionistas. No enviaron sólo un mensaje desde su propio tiempo, porque en cuanto empezaran a enviarlo se habrían destruido a sí mismos y al mismo instrumento que enviaba el mensaje. En cambio, enviaron un objeto atrás en el tiempo. Un proyector holográfico, con el mensaje completo dentro. Sabían exactamente dónde colocarlo y cómo ponerlo en marcha. Hemos encontrado la máquina. Funcionaba perfectamente, y entonces liberó potentes ácidos que destruyeron los circuitos y, después de aproximadamente una hora, cuando no había nadie cerca, liberó una andanada de calor que lo derritió hasta convertirlo en un trozo de chatarra y luego explotó, lanzando diminutos fragmentos fundidos a varias hectáreas a la redonda.
—No nos lo habías contado —dijo Kemal.
—El equipo que trabaja en la construcción de una máquina del tiempo lo sabe desde hace meses —dijo Tagiri—. Lo publicarán pronto. Lo que importa es lo siguiente: los Intervencionistas no sólo enviaron un mensaje, sino un objeto. Eso fue suficiente para cambiar la historia, pero no lo bastante para modelarla de forma inteligente. Nosotros necesitamos enviar un mensajero que pueda responder a las circunstancias, que pueda no sólo crear un cambio, sino seguir introduciendo cambios nuevos. De esa forma podemos hacer algo más que evitar un camino terrible: podemos crear, deliberada y cuidadosamente, un nuevo camino que haga infinitamente mejor el resto de la historia. Considera que somos médicos del pasado. No es suficiente suministrar al paciente una inyección, una píldora. Debemos mantenerlo a nuestro cuidado durante un periodo extenso, adaptando nuestro tratamiento al curso de la enfermedad.