Pedro de Salcedo y su esposa, Chipa, llegaron a Ciudad Isabel en el otoño de 1522, trayendo a Colón cartas de su hija, su cuñado y, lo más importante, de su Diko. Encontraron al anciano dormitando en el balcón, con el profundo olor del mar en la brisa que prometía lluvia desde poniente. Pedro no quiso despertarlo, pero Chipa insistió en que no querría esperar. Cuando Pedro lo sacudió amablemente, Colón lo reconoció de inmediato.
—Pedro —murmuró—. Chipa.
—Cartas —dijo Pedro—. De Diko, en su mayoría.
Colón sonrió, cogió las cartas y las depositó sin abrir sobre su regazo. Cerró de nuevo los ojos y pareció quedarse dormido otra vez. Pedro y Chipa se lo quedaron mirando, con afecto, con nostalgia de los primeros días y los grandes logros. Entonces, de repente, Colón pareció despertar de su sueño. Sus ojos se abrieron y alzó una mano, apuntando con un dedo hacia el mar.
—¡Constantinopla! —exclamó.
Entonces se desplomó en la silla y la mano cayó sobre el regazo. ¿Qué sueño era ése?, se preguntaron.
Unos instantes más tarde, Pedro advirtió que había una cualidad distinta en la postura del anciano. Ah, sí, ésa era la diferencia: ya no respiraba. Se inclinó y le besó la frente.
—Adiós, mi capitán general —dijo.
Chipa también besó su pelo blanco.
—Id con Dios, amigo mío —murmuró. Entonces se marcharon para anunciar al personal de palacio que el gran descubridor había muerto.
EPÍLOGO
En el año 1955, un arqueólogo caribiano, que dirigía una excavación cerca del lugar tradicional del desembarco de Cristóbal Colón, observó que el cráneo casi perfecto hallado ese día era más pesado de lo que debería ser. Anotó la anomalía, y unas cuantas semanas más tarde, cuando tuvo ocasión de regresar a la Universidad de Ankuash, los rayos X mostraron una placa de metal dentro del cráneo.
¿Dentro del cráneo? Imposible. Sólo tras examinarlo de cerca encontró las finísimas marcas de cirugía que habían hecho posible el implante. Pero los huesos no sueldan tan bien. ¿Qué clase de cirugía era ésta, que dejaba tan poco daño? No era posible hacer un trabajo como aquél en 1955, mucho menos a finales del siglo quince.
Fotografiando cada paso del proceso, y con varios ayudantes como testigos, cortó el cráneo y retiró la placa. Era una aleación que nunca había visto antes; pruebas posteriores demostraron que se trataba de una aleación que no existía. Pero el metal apenas era importante. Pues una vez retirado del cráneo se descubrió que se separaba en cuatro finas hojas, en las cuales había gran cantidad de escritura… toda ella microscópica. Estaba en cuatro idiomas: español, ruso, chino y árabe. Estaba lleno de circunloquios, pues hablaba de conceptos que no podrían expresarse con el vocabulario de ninguna de aquellas lenguas en 1500. Pero el mensaje, una vez descifrado, fue bastante claro. Indicaba en qué frecuencia de radio emitir, y en qué pauta, para disparar una respuesta de un archivo enterrado.
Se hizo la emisión. Se encontró el archivo. La historia que contaba era increíble y sin embargo no cabía duda de su veracidad, pues el archivo mismo era claramente producto de una tecnología que nunca había existido en la Tierra. Cuando todo se aclaró, se inició la búsqueda de otros dos archivos. Juntos, relataban con detalle, no sólo los siglos y milenios de la vida humana anterior a 1492, sino también una extraña y aterradora historia que no había sucedido, de los años que se extendían entre 1492 y la creación de los archivos. Si hubiera habido alguna duda respecto a la autenticidad del descubrimiento, todo quedó anulado cuando las excavaciones realizadas en los lugares indicados en los archivos condujeron a espectaculares hallazgos arqueológicos que confirmaban todo lo que podía confirmarse.
¿Había habido una vez una historia diferente? No, dos historias diferentes… ¿ambas anuladas por intervenciones en el pasado?
De repente las leyendas y rumores sobre Diko, la esposa de Colón, y Un-Hunahpu, el mentor de Yax, empezaron a tener sentido. Las oscuras historias de un turco que supuestamente saboteó la Pinta y fue asesinado por la tripulación de Colón fueron revividas y comparadas con los planes de los que se hablaba en los archivos. Obviamente, los viajeros habían conseguido viajar al pasado, los tres. Obviamente, habían tenido éxito.
Dos de los viajeros tenían ya tumbas y monumentos. Lo que quedaba era construir una tercera tumba en la playa haitiana, poner el cráneo dentro, e inscribir en el exterior el nombre de Kemal, una fecha de nacimiento que no se produciría hasta dentro de siglos y como fecha de la muerte, 1492.
FUENTES
Michael F. Brown, Tsewa's Gift: Magic and Meaning in an Amazonian Society (Smithsonian Institution Press, 1985). Aunque la cultura estudiada por Brown no está directamente relacionada con ningún pueblo conocido del Caribe, encontré muy valiosa su exploración del uso de la magia; fue para usar esta cultura mágica por lo que convertí la aldea de Ankuash en superviviente de una tribu pretaíno, que bien podría haber tenido raíces comunes con la tribu que Brown estudió en el alto Amazonas.
Geoffrey W. Conrad y Arthur A. Demarest, Religión and Empire (Cambridge University Press, 1984) [Versión castellana: Religión e imperio, Alianza, 1988]. Un libro enormemente perceptivo que subraya el papel de la religión y la ideología en la creación de los dos grandes imperios americanos que los europeos descubrieron (y conquistaron) en el siglo dieciséis. Las ideas no son sólo profundas y a menudo bastante convincentes, sino que también son ejemplos de perspectiva racionaclass="underline" no consideran que sus ideas lo expliquen «todo», como hace mucha gente. Simplemente piensan que sus ideas explican algo, y que otras explicaciones que no incluyan religión e ideología son inadecuadas, lo que parece bastante obvio a pesar del hecho de que religión e ideología son a menudo ignoradas o infravaloradas por historiadores, periodistas, arqueólogos e incluso antropólogos culturales, que deberían saberlo bien.
Gianni Granzotto, Cbristopher Colombus (University of Oklahoma Press, 1985). La biografía de Colón mejor escrita, más equilibrada y valiosa de todas las que he leído. Granzotto no juzga a Colón por la ética de nuestros días ni lo idolatra; lo que surge de este libro es la mejor perspectiva posible del hombre a partir de documentos y especulación.
Francine Jacobs, The Tainos: The People Who Welcomed Columbus (Putnam, 1992). Hizo falta una novela juvenil, publicada mucho después de la fecha de entrega prevista para mi libro, para proporcionarme los detalles de la vida diaria y la política tribal de los habitantes de La Española. No se trata de un libro erudito, por supuesto, pero la información es valiosa, y aunque mi proyecto era deshacer los acontecimientos narrados por Jacobs, recomiendo altamente este libro para aquellos que quieran saber qué pasó en realidad en nuestra versión de la historia.
Alvin M. Josephy, Jr, America in 1492: The World of the Indian Peoples Before the Arrival of Columbus (Knopf, 1991). Si yo hubiera entregado esta novela a tiempo, habría tenido que apañármelas sin la ayuda de este excelente estudio sobre las culturas nativas americanas. Además de ayudarme con detalles específicos referidos a las tribus perdidas de las islas del Caribe, me dio una buena base en el tipo de generalidades que podría estudiar Vigilancia del Pasado, aunque las conclusiones alcanzadas por los personajes en lo referido a las culturas de las Américas son mías o de los personajes mismos; si hay errores, Josephy y sus colaboradores sólo son responsables de que yo no me haya equivocado aún más.