– ¿Puedes ver dónde estamos? -pregunta una voz al otro lado del camión. Todo lo que puedo ver son árboles al lado de la carretera por la que circulamos con rapidez.
– No tengo ni idea -respondo-. No puedo ver gran cosa.
– Puedes ver más que yo -me corta la voz-, sigue mirando.
Fuerzo mi cabeza por el agujero e intento mirar hacia el frente del camión. Estamos en una autopista, creo. La carretera larga y sin distintivos se curva hacia la izquierda y, por primera vez, veo que no estamos viajando solos. Tenemos otro camión delante. Espera, más de uno. Es difícil estar seguro, pero creo que puedo ver al menos otros cinco vehículos por delante del nuestro, todos ellos camiones de un tamaño similar, que mantienen entre ellos la misma distancia. Intentando no resbalar en el gran charco que hay a mis pies me giro para ver qué llevamos detrás. Cuento otros tantos camiones que nos siguen, probablemente más.
– ¿Y bien? -pregunta la voz cuando vuelvo a entrar la cabeza.
– No puedo ver dónde estamos -contesto lo suficientemente alto para que todos me puedan oír-, pero no estamos solos.
– ¿Qué?
– Hay un montón de camiones como éste -les explico-, al menos diez.
– ¿Adónde nos llevan? -pregunta otra voz asustada, sin que espere realmente una respuesta-. ¿Qué van a hacer con nosotros?
– No lo sé -oigo que contesta Patrick en su familiar tono resignado-, pero puedes apostar a que será jodidamente desagradable, sea lo que sea.
Vuelvo a sacar la cabeza por el lateral del camión para huir del hedor a vómito y de la nerviosa y asustada conversación que los comentarios, acertados pero insensibles, de Patrick acaba de desatar.
39
Finalmente aminoramos la marcha y los camiones toman un inesperado giro pronunciado hacia la izquierda. Es una curva aguda, demasiado brusca para ser una salida normal de la autopista. La carretera por la que circulamos se vuelve irregular y continúa girando y regirando durante lo que parecen otros tres o cuatro kilómetros. Entonces, sin previo aviso, el viaje ha terminado. Nos hemos parado. Mi estómago se revuelve a causa de los nervios una vez más cuando el camión se detiene y el motor queda en silencio. En el exterior llueve a cántaros y el repiqueteo en el techo sobre mi cabeza es ensordecedor.
– ¿Dónde estamos? -pregunta alguien nervioso. Consciente de mi deber vuelvo a sacar la cabeza por el agujero en la lona y la vuelvo a meter con rapidez cuando veo que se aproximan unos soldados a pie. Espero a que hayan pasado antes de volver a mirar con precaución. El camión (y los otros diez o más vehículos que han viajado con nosotros en convoy) han parado en una larga fila a lo largo de una carretera estrecha que discurre al borde de lo que parece un bosque espeso. No puedo ver adónde lleva el camino desde aquí. No quiero arriesgarme a exponerme de esta manera más de lo necesario y cierro el hueco en la cubierta de lona. Estoy seguro de que muy pronto sabremos dónde estamos.
– No hay mucho que ver -les explico sin que sea de ayuda cuando me doy la vuelta y me vuelvo a acuclillar-, sólo árboles a este lado. -La lluvia es torrencial y tengo que gritar para que me oigan.
El sonido del agua golpeando la cubierta de lona es incesante. El ruido, combinado con la falta de luz, aumenta mi desorientación. No puedo soportarlo. Me pregunto de nuevo si debo aprovechar cualquier oportunidad y huir. ¿Qué tengo que perder si ya lo he perdido casi todo? No sé que otras opciones me pueden quedar. La situación parece cada vez más negra. ¿Debo quedarme sentado y esperar lo que hayan planeado para nosotros o debo tomar el control de mi destino e intentar escapar? Por lo poco que he podido ver del bosque, parece bastante espeso, poco acogedor. Tengo la impresión de que estamos en medio de ninguna parte y no creo que me puedan seguir entre los árboles con estos camiones. Me pueden disparar por la espalda mientras corro o consigo huir. Vale la pena correr el riesgo. Mi cabeza se llena con imágenes de volver a casa y encontrar a Ellis, y la decisión está tomada. A la primera ocasión lo intentaré. Dios sabe hacia dónde voy a correr, pero siempre será mejor que estar aquí. ¿Debo decir a los demás lo que estoy planeando? ¿Tengo más oportunidades corriendo con ellos o solo? Mi instinto me dice que los deje y me preocupe de mí mismo, pero ¿qué va a pasar con ellos? ¿Qué pasa con Karin, Nancy y Patrick? Seguramente mientras más de nosotros lo intentemos, más posibilidades habrá de huir…
Mis estúpidos planes se vienen abajo cuando dos soldados calados hasta los huesos levantan la cubierta trasera del vehículo. Uno de ellos asegura la lona en la parte superior, el otro apunta el fusil hacia el interior. La realidad de lo que está pasando me devuelve de golpe al presente ahora que vuelvo a mirar a lo largo del cañón de otra arma. Los planes que había estado considerando con seriedad hace unos segundos ahora parecen estúpidos. Más que nunca quiero luchar, pero correr ahora sería un suicidio.
– ¡Fuera! -nos ladra el soldado con el fusil-. ¡Salid ahora mismo!
Los más próximos a la parte trasera del camión empiezan a bajar de inmediato. Es una caída de casi un metro hasta un camino embarrado y más de uno pierde pie y cae. Pobres hijos de puta, sólo llevan unos segundos en el exterior y ya están helados y empapados. Uno de los hombres que va conmigo en el camión -joven, delgado, con el cabello largo y oscuro- salta sobre uno de los soldados nada más tocar tierra. Tres soldados aparecen de la nada y lo alejan de su compañero. Dos de ellos lo tiran al suelo y lo inmovilizan boca abajo, sobre la hierba al lado de la carretera. El tercer soldado levanta una pistola y le mete una bala en la nuca. El ataque frenético y la quirúrgica respuesta ha durando unos pocos segundos. Ya se llevan el cadáver. La gente que ya está en el suelo profiere sollozos y lamentos de miedo e incredulidad.
Soy uno de los últimos en abandonar el camión. Bajo de espaldas y resbalo pero consigo permanecer de pie al tocar el suelo. Los demás están alineados en una sola fila en el margen entre los árboles y los camiones. Uno de los soldados me empuja hacia la fila. Me quedo quieto durante un segundo y miro al soldado. Sus ojos están ocultos y puedo ver mi cara arañada reflejada en su visor opaco. Debería matarlo ahora, pienso para mí. Y sé que podría hacerlo. Podría romperle el cuello con las manos desnudas. Este trozo de mierda no se merece nada más que una muerte violenta, dolorosa y muy sangrienta por su participación en lo que nos está ocurriendo. Pero entonces miro detrás de él y veo a más de ellos llevándose el cuerpo sin vida del hombre al que acaban de disparar en la cabeza. Lo dejan tendido a la vista, tirado sin más al otro lado de la carretera, y, reticente, ocupo mi sitio en la fila.
Desde donde estoy sólo puedo ver las personas con las que he venido en el camión. Ahora que me he movido puedo ver que la gente de los otros vehículos también están en el exterior. La fila delante de mí se pierde en la distancia. Estoy detrás de Karin, la chica que se ha mareado antes.
– ¿Te encuentras bien? -susurro. Miro por encima a los soldados más cercanos, pero no reaccionan y me arriesgo a hablarle de nuevo-. Karin, ¿te encuentras bien? -Se gira un momento y asiente con la cabeza, pero no habla. Su rostro está pálido y sus dientes castañetean de frío.
La lluvia cae con tanta fuerza sobre nosotros que hace daño. Sólo llevo fuera un par de minutos y ya estoy calado hasta los huesos. Menos mal que llevo encima unas cuantas capas de ropa. Por delante de mí puedo ver a gente que sólo lleva una camiseta. Algunos van en pijama. Un anciano sólo viste una bata. Los debieron pescar de noche mientras estaban durmiendo. ¿No han podido dejar que se cambiasen o darles algo de más abrigo? Eso sólo demuestra lo enraizado que está el odio contra nosotros, y cada vez parece más claro que el comentario de Patrick en la caja del camión era correcto. Sea lo que sea lo que nos espera va a ser jodidamente desagradable. En el mejor de los casos nos han traído aquí para aislarnos y separarnos de ellos. ¿Y en el peor? Sé que hay una altísima probabilidad de que estemos aquí para que nos destruyan. Pueden intentar matarme pero cuando llegue el momento me iré luchando. Le debo a Ellis llevarme por delante todos los que pueda.