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La chica delante de mí se vuelve a mecer sobre los pies. No puedo dejar que caiga. Me deslizo ligeramente hacia delante y la cojo para sostenerla.

– Venga -susurro entre dientes-, ahora no. Intenta aguantar… -Ni siquiera sé si me puede oír por encima de la eterna lluvia.

Algo está ocurriendo por delante. No puedo ver nada y sin duda he oído algo. Escruto la penumbra, desesperado por ver qué ocurre. ¿Se empieza a mover por fin la gente? Durante unos pocos segundos no estoy seguro pero entonces un inesperado flujo de movimiento recorre la fila hasta un punto en el que finalmente puedo ver lo que está ocurriendo. Hemos empezado a movernos hacia delante. Una súbita oleada de movimiento, extraño y tambaleante, llega hasta mí y por primera vez en horas empiezo a caminar. Mis piernas están terriblemente agarrotadas y cada paso me cuesta un gran esfuerzo de coordinación. Durante un momento me siento estúpidamente aliviado cuando las punzadas en mis doloridas piernas empieza a remitir un poco, pero entonces empiezo a pensar hacia dónde estamos yendo y regresa el pánico. Sé que la huida está descartada por ahora. La sencilla tarea de poner un pie delante del otro ya es suficientemente complicada. No tengo ni fuerza ni energía para moverme con mayor rapidez.

Los soldados caminan a nuestro lado, manteniéndose a distancia la mayor parte del tiempo, pero golpeando y empujando de vez en cuando a los que se mueven demasiado despacio o a los que tropiezan y se salen de la fila. Un poco por delante de mí, uno de los hombres que vino en el mismo camión que yo ha caído al suelo. Es viejo y está cansado. Ahora se halla tendido en la calzada de grava, sollozando. Sigo andando -no tengo alternativa- y oigo que uno de los soldados le grita que se ponga en pie y siga adelante. Me gustaría hacer algo para ayudar. No me atrevo a mirar atrás. Oigo un disparo, muy cerca, a mis espaldas, y sé que sus sufrimientos han terminado. Ahora mi furia es más difícil de controlar que nunca. A pesar de que estoy exhausto el deseo por volverme contra estos soldados y luchar contra ellos -para matarlos- es cada vez mayor con cada minuto que pasa y es casi imposible de contener. Sólo la obviedad de que cualquier reacción será inevitablemente la última cosa que haga me mantiene en la fila.

Nos hemos parado de nuevo.

Casi con la misma rapidez con que empezó el movimiento, ha terminado. No tengo ni idea cuánto hemos recorrido. No sé cuánto me he acercado a lo que sea pero supongo que la gente al principio de la fila ha llegado hasta la entrada del edificio.

41

¡Dios santo qué frío! La cubierta de nubes se ha abierto un poco y, por lo menos durante un rato, ha parado la lluvia. El edificio de delante ha sido iluminado por una serie de brillantes focos que relucen desde el suelo y hacen que parezca una maldita catedral gótica o una fortaleza. Aunque ahora lo puedo ver con mayor claridad, sigo sin tener ni idea de su utilidad. ¿Se trata de un centro de cuarentena? Nada de esto tiene sentido. Si nos han traído aquí para matarnos, ¿por qué no lo hacen? ¿Para qué perder todo este tiempo y esfuerzo para tenernos en fila y recoger los cuerpos? Para algunos de los pobres bastardos que están conmigo en la fila una bala en la cabeza sería una liberación. Pero ¿quizá todo esto va precisamente de eso? ¿Quizá lo que quieren es que suframos?

Después de horas de inactividad, ahora hemos dado tres súbitos empujones hacia delante. Esta vez he contado el número de pasos que he dado. Creo que nos hemos movido un centenar de pasos hacia delante. La lógica dice que un número similar de personas acaban de desaparecer en el edificio delante de nosotros.

Otro convoy de camiones recién descargados pasa atronador a nuestro lado. Otros pocos centenares de personas se añaden al final de la cola.

El ruido de los camiones se pierde rápidamente en la distancia pero ahora puedo oír algo más. Puedo oír un avión, y el sonido de sus poderosos motores, muchos kilómetros por encima de nosotros, hace que me dé cuenta de qué silencioso se ha vuelto el resto del mundo. El avión se mueve a una velocidad increíble. Debe ser un caza o algo por el estilo. Estoy atento a no hacer ningún movimiento repentino para levantar la vista al cielo, pero no puedo evitarlo. Manteniendo la cabeza tan quieta como me es posible y sólo moviendo los ojos, escruto los cielos. Y lo veo. Un borrón de metal oscuro que corre a una velocidad fenomenal, cruzando el horizonte de derecha a izquierda. Incluso algunos de los soldados se han distraído mirándolo.

Ahora hay un segundo ruido. Un rugido apagado que puedo sentir a través del suelo, bajo mis pies. Este ruido viene de una dirección diferente. Parece girar y cambiar con el viento antes de volverse más fuerte y definido. Procede de nuestra espalda. Miro y veo que un solo rayo de luz corta a través de la oscuridad kilómetros por encima de nuestras cabezas, volando hacia el caza en la distancia. ¿Se trata de otro caza? ¿Un misil?

Sólo dura unos segundos pero el momento parece eterno. Veo cómo la luz blanca en el cielo se aproxima al caza y se precipita sobre él, derribándolo con una precisión increíble. Durante un segundo una gran bola de fuego que se expande con llamas naranjas queda colgada en el cielo cárdeno. Todo ello ya ha desaparecido cuando nos llega el rugido atronador de la explosión.

Avanzamos de nuevo.

Estoy unos cuantos metros más cerca del edificio pero, por una vez, lo que me está esperando allí no es lo que ocupa mi pensamiento. Intento explicarme lo que acabo de ver. Sin tener en cuenta quién volaba en el avión y quién lanzó el misil, se trataba de un ataque consciente y decidido, y esto finalmente me da un pequeño rayo de esperanza. Alguien, en algún sitio, sigue combatiendo.

42

El miedo y el pánico han llegado a un nivel intolerable en esta parte de la fila. Nos seguimos moviendo. Avanzamos a sacudidas hacia el edificio en medio del campo. El nerviosismo de los soldados a nuestro alrededor parece que ha aumentado.

¿Se trata de un matadero? ¿Nos van a neutralizar? ¿Han desarrollado una «cura» para que nos volvamos como ellos? Pensamientos terroríficos pasan por mi mente a cientos de kilómetros por hora a medida que me aproximo al edificio. Sea lo que sea que ocurra allí, sé que casi he llegado al final inevitable de mi viaje. El último día ha sido un infierno pero volvería a pasar por todo ello para cambiar mi sitio por el de la persona al final de la fila. Daría cualquier cosa para no atravesar esas puertas negras que se adivinan cada vez más cerca. A pesar del hecho de que estoy rodeado por cientos, probablemente miles de personas como yo, me siento completamente solo. Hace sólo unos días todo era relativamente normal y todo esto hubiera parecido imposible. Hace una semana estaba sentado en el pub con mi familia, ignorante de todo lo que nos estaba a punto de ocurrir. Pienso en la pérdida de Liz y de Harry y de Ed y de Josh, y se me hace difícil contener mis emociones. Pienso en Ellis y siento como si me hubieran apuñalado en el corazón.

Nos movemos por la carretera como si estuviéramos encadenados. Lo único que falta son los grilletes en los pies. Por encima del sonido de cientos de pies exhaustos que se van arrastrando, creo que puedo oír algo. Hay un ruido en la distancia. Es un ruido sordo e indefinido, pero está ahí sin lugar a dudas. Un rumor profundo y lejano. ¿Se trata de un trueno o algo por el estilo? La lluvia sigue cayendo sobre nosotros y la débil luz hace que sea imposible ver lo que ocurre más allá del edificio.

El avance es lento pero desearía que lo fuera más. Ya estoy a medio camino de la senda que va de la entrada del edificio hasta la carretera y ahora, por primera vez, estoy lo suficientemente cerca para ver algo de lo que ocurre alrededor de la entrada. El camino está repleto de personas que hacen cola ante un punto de control, cubierto con lona y estrechamente vigilado. Es difícil ver ningún detalle, pero desde aquí parece como un mostrador de control de inmigración o de aduanas en un aeropuerto. Un flujo constante de personas pasan por delante del punto de control y es conducido hacia la parte principal del edificio. Miran hacia atrás con desesperación mientras más soldados con los fusiles en ristre los empujan hacia delante. Ni siquiera quiero pensar en lo que hay ahí dentro. Una cosa es dolorosamente obvia: no parece que haya salida. La gente está entrando pero, por lo que puedo ver, nadie sale.