– He de decir que el almacén que alquiló es de primera clase -continuó la detective Heat-. Climatizado, con tecnología punta antiincendios y muy seguro. Tienen las cámaras de seguridad con mayor definición que he visto en mi vida. Mire uno de los fotogramas congelados que he sacado de ellas. Es una foto pequeña, pero bastante nítida.
Paxton alargó una mano temblorosa. Nikki le pasó una foto sacada de la cámara de seguridad del almacén. Él empalideció aún más.
– Todavía tenemos que revisar sus archivos. Pero, por lo pronto, tienen un vídeo suyo llevando una obra de la colección de Matthew Starr a su almacén aproximadamente cada ocho semanas. Esta imagen suya en concreto fue tomada hace un mes; llevaba una pintura enorme -dijo, señalando hacia el otro extremo de la habitación a un lienzo de gran formato-. Es aquel de allí. -Paxton ni se molestó en volverse; se limitó a sostener la foto en sus manos-. Aunque ése no es mi cuadro favorito. Mi favorito es éste.
Asintió con la cabeza mirando hacia Ochoa, que tiró de la sábana que cubría el marco de la pared que estaba a su lado dejando al descubierto una instantánea de otro fotograma de la cámara de seguridad.
– Según el código de tiempo, fue tomada uno coma seis segundos después de la imagen que tiene en sus manos. Ése es un lienzo enorme, señor Paxton. Demasiado pesado y demasiado valioso para que un hombre se arriesgue a transportarlo solo. Y mire quién está doblando la esquina ayudándolo por el otro extremo.
Paxton se olvidó de la foto que tenía en sus manos y la dejó caer al suelo. Se quedó mirando fijamente con incredulidad la imagen enmarcada de la cámara de video-vigilancia colgada en la pared, donde se le veía transportando el cuadro ayudado por Vitya Pochenko.
Dejó caer la cabeza, y su cuerpo se encorvó. Se tambaleó hasta abrazarse a sí mismo en el respaldo de un sofá.
– Noah Paxton, queda usted detenido por los asesinatos de Matthew Starr y Barbara Deerfield. -Nikki le dio la espalda y se volvió hacia Raley y Ochoa-. Esposad…
– ¡Arma! -gritaron los Roach a la vez. Raley y Ochoa se llevaron las manos a las caderas. Nikki ya tenía la mano en su Sig, en su pistolera. Pero cuando se volvió de nuevo hacia Paxton, él la estaba apuntando con la pistola.
– La ha sacado del cojín del sofá -dijo Raley.
– Tírela, Paxton -ordenó Heat. No extendió la mano, pero dio un paso hacia él, intentando situarse en posición de desarme. Él dio dos pasos hacia atrás para ponerse totalmente fuera de su alcance.
– No lo haga -dijo él-, o dispararé. -Le temblaba la mano y Nikki temía que disparara sin querer, así que se quedó quieta. Además, Raley y Ochoa estaban detrás de ella. Si iba a por él, se arriesgaría a que una bala perdida le diera a alguno de ellos.
Su plan era ganar tiempo haciendo hablar a Paxton.
– Esto no va a funcionar, Noah. Nunca lo hace.
– Sólo va a ser horrible -dijo Ochoa.
– No sea estúpido -intervino Raley.
– Quietos -ordenó Paxton, dando otro paso atrás hacia la puerta principal.
– Sé lo que está haciendo, está intentando pensar en una escapatoria, pero no hay ninguna. -Detrás de ella, Nikki pudo oír los pasos amortiguados sobre la alfombra que sus dos detectives iban dando lentamente para acorralar a Paxton. Ella siguió hablando con él para darles tiempo-. Debe saber que hay un coche patrulla abajo y policías en el vestíbulo. Son los mismos que lo siguen desde esta mañana, cuando Buckley lo delató.
– Vosotros dos, quietos. Os juro que, como os mováis, empiezo a disparar.
– Haced lo que dice -dijo Heat. Se dio la vuelta para mirarlos-. ¿Me estáis oyendo, chicos? Lo digo en serio. -Nikki usó su giro para impedir que Paxton la viera desenfundar su Sig. Dejó caer la mano contra su costado y sujetó fuertemente el arma contra la parte de atrás del muslo cuando se volvió de nuevo hacia Paxton.
Entretanto, él había retrocedido un paso más. Tenía la mano libre sobre la manilla de la puerta.
– Todos atrás.
Se quedaron donde estaban. Nikki continuó intentando convencerlo hablando con él, aunque sujetaba su arma detrás de ella.
– Usted es experto en números, ¿no? ¿Cuántas posibilidades cree que tiene de llegar a la calle?
– Cállese, estoy pensando.
– No, no está pensando.
La mano le temblaba cada vez más.
– ¿Y qué más da? Estoy jodido.
– Pero no está muerto. ¿Quién prefiere que se ocupe de esto, su abogado o su funeraria?
Se lo pensó unos instantes, moviendo los labios en algún silencioso diálogo interno. Y justo cuando Nikki creyó que iba a entrar en razón, abrió la puerta principal de par en par. Ella levantó el arma, pero Paxton ya había salido disparado dejando la puerta atrás e iba corriendo por el pasillo.
Todo lo que sucedió después fue muy rápido. La puerta se cerró de un portazo mientras Nikki se abría paso hacia ella. Detrás oyó las pistolas que se desenfundaban, pasos y a Raley hablando por su walkie-talkie.
– El sospechoso mide metro ochenta. El sospechoso va armado, repito, va armado, lleva un revólver y está en el sexto piso. Detectives en persecución.
Heat pegó la espalda a la pared con los hombros a la altura del marco de la puerta y con su Sig Sauer levantada en posición isósceles.
– Cubridme -ordenó. Ochoa funcionó como un reloj. Se agachó, se apoyó en una rodilla sosteniendo su Smith & Wesson en la mano derecha y sujetando el pomo con la izquierda.
– Adelante.
Acto seguido, la detective Heat dijo:
– Ya.
Ochoa empujó la puerta para abrírsela. Nikki pivotó alrededor de la jamba, cuadrando su objetivo en la parte de arriba del pasillo. Se detuvo, aún en posición de combate, sacudió la cabeza y murmuró: «Madre…».
Ochoa y Raley salieron tras ella y se detuvieron también. Raley habló tranquilamente por la radio.
– A todas las unidades, tenemos un rehén.
Allí estaba Rook, de pie en medio del pasillo, mientras Paxton lo agarraba por detrás y le apuntaba con la pistola a la cabeza. Miró a Nikki tímidamente.
– Supongo que ha sido Noah -dijo.
Capítulo 20
– Deje de retorcerse -dijo Noah Paxton. Rook empezó a volver la cabeza para decirle algo a su agresor, pero Paxton apretó con fuerza el cañón de la pistola contra su cráneo.
– ¡Ay! ¡Eh!
– He dicho que se esté quieto, maldita sea.
– Haz lo que te dice, Rook. -Nikki aún tenía levantada su Sig Sauer, apuntando al pequeño trozo de Noah Paxton que se veía detrás de su escudo humano. No necesitaba volverse para saber que Raley y Ochoa estaban haciendo lo mismo con sus armas detrás de ella.
Rook levantó las cejas con remordimiento y la miró como un niño que hubiera roto la lámpara del salón con una pelota de béisbol.
– Lo siento muchísimo.
– Rook, cállate -le ordenó Nikki.
– A partir de ahora haré lo que me digan.
– Empieza ya y cállate la boca.
– Vale -dijo, y se dio cuenta de que no se estaba callando-. Huy, perdón.
– Quiero que tiren las armas -dijo Paxton-. Todos.
Heat no dijo que no porque un enfrentamiento verbal directo podría hacer más tensa la situación. En lugar de ello, mantuvo su posición isósceles y dejó que ésa fuera la respuesta. Habló con tranquilidad.
– Es lo suficientemente listo para saber que no va a conseguir salir de aquí, Noah, así que ¿por qué no lo deja ir y resolvemos esto de forma pacífica?
– ¿Sabe? Lo que dice tiene sentido -intervino Rook. Heat y Paxton lo mandaron callar al unísono.
Paxton agarraba con la mano izquierda un trozo de la camiseta de Rook para mantenerlo cerca. Tiró de ella.
– Atrás -le dijo. Él no se movió, así que tiró bruscamente de él-. He dicho que se mueva. Eso es, venga conmigo, despacio, despacio. -Guió a Rook hacia atrás, dando pasitos hacia el ascensor. Cuando vio que los tres detectives se movían hacia delante, siguiendo sus pasos, se detuvo-. Eh, atrás.