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Heat y los Roach pararon, pero no retrocedieron.

– No me da miedo usar esto -les advirtió Paxton.

– Nadie ha dicho que se lo dé -dijo ella con voz tranquila pero autoritaria-, aunque no quiere hacerlo.

Paxton separó ligeramente el arma para sujetarla mejor, y Rook se deslizó hacia atrás sólo para conseguir que le dieran un nuevo empujón.

– No sea estúpido. -Noah volvió a apretar fuertemente el cañón contra el hueso blando situado tras la oreja del periodista-. Sólo hace falta uno. ¿Tiene idea de lo que esto puede hacerle?

Rook asintió tanto como se atrevió.

– Huevos revueltos.

– ¿Qué?

– Como un martillo golpeando un plato de… no importa, prefiero no hablar de ello.

Paxton tiró de nuevo de su camiseta y continuaron retrocediendo hacia el ascensor. Y de nuevo los detectives avanzaron con ellos. A medida que se aproximaban al ascensor, Nikki miró el panel situado sobre la puerta. Indicaba que el ascensor estaba esperando allí, en el sexto.

Heat habló con una voz apenas perceptible:

– Raley.

– Moi.

– Haz que pierdan el ascensor.

Detrás de ella, Raley conectó su micro y dijo en voz baja:

– Vestíbulo, llamad inmediatamente al ascensor que está en el sexto.

Paxton oyó cómo el ascensor se ponía suavemente en marcha justo detrás de él.

– ¿Qué demonios creen que están haciendo? -Se volvió rápidamente sobre el hombro, justo a tiempo para ver cómo el número del seis se oscurecía y se iluminaba el número cinco. No se movió lo suficiente para que Nikki tuviera un blanco perfecto, pero ella aprovechó su distracción para acercarse dos pasos más.

Él se volvió y la vio.

– Quieta ahí.

Heat se detuvo. Había reducido la distancia entre ellos y estaba sólo a tres metros de él. Aún no lo suficientemente cerca, pero sí más cerca. No podía ver la cara de Paxton, sólo su ojo de aspecto salvaje que miraba a hurtadillas por el hueco que había entre el cañón de la pistola y la cabeza de Rook. Su voz era cada vez más colérica.

– Me han acorralado.

– No se va a ir. Ya se lo dije -afirmó ella, intentando mantener la calma de su voz para contrarrestar su furia.

– Voy a disparar.

– Es el momento de bajar la pistola, Noah.

– Su sangre la salpicará.

Rook la miró a los ojos y articuló para que le leyera los labios: «Dispara». «A él».

No tenía ángulo de tiro y se lo hizo ver con un mínimo movimiento de cabeza.

– Usted lo ha jodido todo, detective, ¿sabe? Ojalá Pochenko hubiera acabado con usted.

Nikki abrió los ojos de par en par y se le puso un nudo en la garganta.

– ¿Fue usted? -preguntó Rook.

– Déjalo, Rook -lo interrumpió Nikki, luchando para dejarlo pasar ella también. Detrás de ella oyó jurar a Raley y a Ochoa.

– ¿Usted envió a ese animal a su apartamento? -Al periodista se le hincharon las aletas de la nariz-. ¿Lo envió a su casa? -Su pecho se expandía con cada respiración como si su indignación fuera acalorándolo-. Hijo de… puta. -Se dio la vuelta y separó su cuerpo de la pistola mientras se lanzaba. Un fuerte disparo resonó en el vestíbulo mientras Rook caía al suelo cuan largo era.

Paxton se vino abajo sobre una rodilla a su lado, gimiendo, con la sangre que le brotaba de un hombro cayendo sobre el periodista. El arma estaba a su lado, sobre la alfombra, y Noah intentó cogerla.

Nikki arremetió contra él y le hizo un placaje. Puso violentamente a Paxton boca arriba y lo inmovilizó poniéndole las rodillas sobre el pecho. Él tenía la pistola en la mano, pero no tuvo tiempo para apuntarle. La detective colocó su Sig Sauer a unos centímetros de su cara. Los ojos de él revolotearon hacia la mano de la pistola, calculando.

– Adelante -lo animó la detective Heat-. De todos modos, necesito una blusa nueva.

La multitud que salía del trabajo se estaba amontonando en La Chaleur, la cafetería que estaba en la acera delante del Guilford, para observar la actividad policial. El sol se acababa de poner y, en la oscuridad que todo lo silenciaba, las luces intermitentes de los coches patrulla y de las ambulancias se reflejaban en sus Cosmopolitan y en las copas de dieciocho dólares de Sancerre.

Entre la cafetería y la escalera principal del edificio de apartamentos, las luces iluminaban la espalda de dos policías de paisano que estaban hablando con la detective Heat. Uno de ellos sacó su bloc de notas. Ambos le estrecharon la mano. Nikki se apoyó contra la cálida fachada de piedra del Guilford y vio al equipo de balística dirigiéndose hacia su Crown Victoria negro.

Rook se acercó y se unió a ella.

– «¿Adelante, de todos modos necesito una blusa nueva?».

– Creo que estuvo muy bien para el poco tiempo que tuve -dijo, intentando averiguar qué pensaba él-. ¿Qué? ¿Demasiado cursi?

– Captó la atención de Noah. -Siguió la mirada de ella hasta la pareja que investigaba el incidente mientras se iban en coche hacia el centro de la ciudad-. Nadie te dijo que sacaras la placa y la pistola, espero.

– No, esperan que esto se resuelva bien. En realidad, les sorprendió que no lo hubiera matado.

– ¿No tenías ganas de hacerlo?

Ella se lo pensó un momento.

– Está vivo -dijo. La detective dejó que ese simple hecho facilitara todos los detalles-. Si necesito patadas de venganza, pido una de Charles Bronson por Netflix. O de Jodie Foster. -Ella se volvió hacia él-. Además, yo te estaba apuntando a ti. Era a ti a quien quería matar.

– Y todavía voy y te hago una señal para eximirte de responsabilidades.

– He perdido mi oportunidad, Rook. Me arrepentiré toda la vida.

Los Roach salieron del edificio y se acercaron.

– La ambulancia se lo va a llevar ahora mismo -dijo Ochoa.

Nikki esperó hasta que bajaron la camilla de Paxton por las escaleras y se la llevaron rodando hasta el bordillo de la acera antes de irse seguida de Raley, Ochoa y Rook. Bajo la estridente luz de emergencia que descendía desde la parte de arriba de la puerta de la ambulancia, la cara de Noah tenía un color grisáceo. Ella consultó al enfermero que iba a su lado.

– ¿Está bien para una pequeña charla?

– Pueden hablar uno o dos minutos, nada más -dijo el sanitario.

Heat se quedó allí de pie, amenazante.

– Sólo quería que supiera que hemos sacado algo en limpio de ese pequeño drama con rehén incluido de allá arriba. Su pistola. Es del veinticinco. El mismo calibre que mató a Pochenko. Los de balística van a investigar. Y le van a aplicar un test de parafina para buscar residuos de pólvora. ¿Qué cree que encontraremos?

– No tengo nada que decir.

– ¿Cómo? ¿Nada de adelantos? Está bien, puedo esperar a los resultados. ¿Quiere que lo llame para contárselos o prefiere esperar a oírlos en su comparecencia? -Paxton torció la cara-. Dígame, cuando vino corriendo hasta aquí para echarles el guante a esos cuadros, ¿iba a usarla también contra Kimberly Starr? ¿Por eso llevaba la pistola con usted? -Ante la ausencia de respuesta, ella se dirigió a su equipo-: Kimberly me debe una.

– Hoy es un gran día -dijo Raley.

– Probablemente le hayas salvado la vida al arrestarla -añadió Ochoa.

Noah giró la cara hacia ella.

– ¿Ya la ha arrestado?

Heat asintió.

– Esta tarde, justo después de haber encontrado los cuadros en el sótano.

– Pero ¿y su llamada? La que ustedes escucharon…

– Ya estaba bajo custodia. Kimberly hizo esa llamada para mí.

– ¿Por qué?

– ¿Por qué iba a ser? Para que usted acudiera a mi exposición -respondió Nikki. Hizo una señal al personal de la ambulancia y se fue, de manera que la última imagen que la detective vio fue la mirada de Noah Paxton.