– ¿El desquite? -sus ojos se abrieron, frunció el ceño y una sombra de angustia nubló su rostro-. James, ¿me crees?
Durante la breve pausa que antecedió a su respuesta, Bond pasó un rápido examen a los hechos que conocía. 0 Rivke era la mejor actriz que había conocido o, como pensara al principio, decía toda la verdad.
Estos sentimientos debían contraponerse a la íntima y larga amistad que la unía a Paula Vacker. Desde que la conoció, Bond siempre penso que era una chica encantadora, inteligente y muy entregada a su trabajo, pero nada más. Pero si Rivke decía la verdad, resultaría que Paula era, además de mentirosa, posible cómplice de una tentativa de asesinato.
Bond recordó que después de haber dado cuenta de los dos sujetos que le acorralaron en el piso de Paula, esta había cuidado de él y luego le acompañó al aeropuerto. Por otro lado, era evidente que alguien le había señalado con el dedo para que le diesen el pasaporte camino de Salla. La orden sólo pudo partir de Helsinki. ¿Sería Paula?
Bond retomó de nuevo el argumento de su amistad con Paula.
– Tengo buenas razones para dudar de tus palabras, Rivke -empezó diciendo-. Conozco a Paula desde hace mucho tiempo. La última vez que la vi, es decir, el día en que me dijo que de te había hablado de mí, Anni Tudeer, se mostró muy precisa. Dijo que Anni trabajaba con ella en la misma empresa de Helsinki.
Rivke sacudió lentamente la cabeza.
– A menos que otra persona se haya apropiado de mi nombre…
– ¿Nunca has trabajado en su campo, en asuntos de publicidad?
– ¿Bromeas? Ya te he dicho que no. Te he contado lo que ha sido mi vida. Conocía a Paula en la escuela.
– ¿Y sabía quién eras? ¿Sabia quién era tu padre?
– Sí -hablaba con voz apagada- Mira, James, ésta es una cuestión que puedes aclarar con facilidad. Llama a su oficina e infórmate. Pregunta si trabaja en la empresa una tal Anni Tudeer. Si es así, existen dos personas que responden a ese nombre… o bien Paula te ha mentido -se inclinó un poco más hacia Bond. Luego habló con voz dura y precisa-: Te aseguro, James, que no hay dos Anni Tudeer. Paula miente y, yo por lo menos, quisiera saber por qué.
– Sí -asintió Bond-. Lo mismo digo.
– Entonces ¿me crees?
– No tiene sentido que me mientas sabiendo que puedo comprobar lo que dices en un corto espacio de tiempo. Estaba convencido de que conocía bien a Paula, pero ahora…, bueno, mi intuición me dice que debo dar crédito a tus palabras. Desde el hotel se pueden realizar las investigaciones pertinentes en Helsinki, y, por supuesto, con la gente de Londres. Allí ya me dijeron que eras Anni Tudeer -Bond sonrió a la joven. Su mente empezaba a sintonizar con la parte física de su ser. Rivke, una deliciosa mujer, se hallaba muy cerca de él-. Sí, te creo, Rivke Ingber. Eres sin duda agente del Mossad, y solo queda por aclarar la cuestión de la venganza a que antes aludía. No me hago a la idea de que sólo pretendías expiar por lo que hizo tu padre. Estoy seguro de que quieres verlo en chirona o muerto. ¿Qué me dices?
– La verdad es que no importa demasiado -se encogió levemente de hombros con gesto incitante-. Ocurra lo que ocurra, Aarne Tudeer ha de morir -el tono cantarín de su voz desapareció por unos momentos y dio paso a un matiz acerado y duro. Luego volvió a recobrar la dulzura de siempre y dejó escapar una leve carcajada-. Perdona, James Bond, no debería haber intentado embaucarte. Brad Tirpitz estaba inaguantable esta noche, pero, tienes razón, me lo habría sacudido de encima sin dificultad. Tal vez mi grado de profesionalidad no sea tan bueno como yo creía. Fui una ingenua al pensar que podía engatusarte.
– ¿Y atraerme a qué trampa?
Bond, que ya estaba casi del todo convencido acerca de los móviles y las explicaciones de la chica, conservaba una punta de cautela, el mínimo indispensable en un hombre de sus características.
– No se trata de una trampa, a decir verdad -extendió la mano y sus dedos se posaron en la palma de Bond-. Si he de serte sincera no me siento segura al lado de Tirpitz y Kolya. Quería convencerme de que podía contar contigo.
Bond dejó caer la mano de Rivke y pasó suavemente el brazo por la espalda de la muchacha.
– Estamos metidos en el mundo del recelo y la desconfianza, Rivke, y ambos necesitamos creer en alguien. Te aseguro que tampoco a mí me agrada todo este tinglado. Pero lo primero es lo primero, por eso tengo que hacerte una pregunta, porque sospecho la respuesta, nada más. ¿Estás segura de que tu padre tiene que ver con las Tropas de Acción Nacionalsocialista?
Rivke no se detuvo a pensar.
– Completamente.
– ¿Cómo lo sabes?
– Esa es la razón de mi presencia aquí y el motivo de que me asignaran este cometido. A raíz del primer asesinato perpetrado por las Tropas de Acción, los servicios secretos israelíes, con la ayuda de computadoras y demás, se pusieron a investigar sin demora. Es lógico que empezaran con los antiguos altos mandos, miembros del Partido Nazi, de la Gestapo y de los que habían conseguido huir de Alemania. Figuraban varios nombres en la lista de sospechosos, entre ellos el de mi padre. En cuanto al resto tendrás que creer en mi palabra, pero puedo decirte que el Mossad tiene pruebas de que el papel que juega en las acciones de este grupo es muy destacado. No es pura coincidencia que las armas salgan de Rusia por la frontera finlandesa. Él está aquí, James, con nombre supuesto y con un rostro casi irreconocible; en fin, lo necesario para conferir a su persona una nueva identidad. También va acompañado de otra mujer. A pesar de su edad, conserva su energía y capacidad para la acción. Sé que ronda por aquí.
– Como un ave de presa -y Bond sonrió con ironía.
– Estamos en plena temporada de caza, James. Mi querido progenitor está preparado. Mi madre solía contarme que él se veía a sí mismo como un Führer redivivo, un mesías del nazismo venido a este mundo para conducir a sus hijos a la tierra de promisión. Bien, la prole ha a ganado en número y fuerza y es tal la confusión que reina en el mundo que los jóvenes o los débiles de espíritu pueden muy bien respaldar cualquier ideología descabellada so pretexto de falsos ideales. No tienes más que ver lo que pasa en tu propia patria…
Bond la atajó.
– Una patria que todavía no ha tolerado que asuma el mando un loco o dictador. Hay por aquellos pagos un buen garrote en danza que, si bien a veces actúa con retraso, lo reconozco, acaba por enderezar las cosas.
Ella fingió un puchero de contrición.
– Conforme, lo siento. Todas las naciones tienen sus pecadillos -Rivke se mordió los labios, perdida por breves segundos en divagaciones marginales-. James, por favor, cuento con una ventaja, información privilegiada, si así lo prefieres. Te necesito a mi lado.
«Adelante con los faroles -se dijo Bond-. Aunque no estés completamente seguro, muerde toda la carnaza, pero conserva un mínimo de alerta, lo mínimo imprescindible.» Luego habló en voz alta.
– De acuerdo. Pero ¿y los otros? Brad y Kolya.
– Los dos se las prometen muy felices. No sé con certeza si trabajan de acuerdo o van el uno contra el otro. Unas veces parecen sinceros y otras dan la impresión contraria. ¿Es eso una estupidez? ¿Una paradoja contradictoria? Tal vez, pero es la realidad. No tienes más que verles -Rivke le miró con franqueza a los ojos, como si tratara de hipnotizarle, confiriendo a su voz el tono que se adopta al hablar de temas trascendentes-. Mira, tengo la sensación… es sólo intuición si tú quieres, de que o la CIA o la KGB saben cosas que tratan de ocultar. Cosas relacionadas con las Tropas de Acción.
– Apostaría a que se trata de Kolya -respondió Bond con presteza-. A fin de cuentas fue la KGB la que reclamó nuestra intervención, la de Estados Unidos, Israel y Gran Bretaña. Imagino que en relación con las Tropas de Acción Nacionalsocialista hay algo más que una simple fuga de armas. Sin duda éste es uno de los factores de la cuestión. Pero tal vez haya algo más espantoso ya atroz detrás de todo eso.