— ¿Y por qué no quiere llamar su Perspectiva, sinceramente, «neofascismo»?
— No sirve, el término está demasiado comprometido. Bueno, espero su crítica, su crítica demoledora, mi amigo-enemigo.
— ¿Es interesante saber cómo se las ingeniarán técnicamente para llevar a cabo su truco con los foráneos cósmicos?
— No es difícil. Ellos, es decir, nosotros, o más bien, ellos por intermedio de… Todavía retornaremos a este particular. Bueno, anunciarán que llevan mucho tiempo observando los acontecimientos de la Tierra (en seguida, todo el mundo se acordará de los platillos volantes, las misteriosas desapariciones, las pinturas rupestres de Tassili y otras simplezas por el estilo). Declararán que su ingerencia se convirtió en una necesidad. Más son humanitarios, pero muy humanitarios. Ningún atentado contra los sistemas políticos existentes, contra el modo de vida, contra la ideología; ninguna intromisión en la lucha de clases y entre naciones. Darán una sola orden: desarmarse. Desarmarse porque el arma reviste un peligro mortal para la humanidad. ¿Es un modo humanitario de obrar? Plenamente. Absolutamente en el espíritu de los cuentos sobre civilizaciones con un alto nivel de desarrollo. Reforzarán su orden con la amenaza de destruir la capa de ozono (aquí se verterá la mar de lágrimas a causa de la gravísima responsabilidad, de la aversión a aplicar la fuerza, del amor por los insensatos hombres y que sólo en aras de éste…). Le garantizo que los oyentes se desharán en sollozos de tanto enternecimiento. ¿Por qué el arma de ozono y no ciertos superrayos, más idóneos para una civilización altamente desarrollada? Precisamente en virtud de ese mismo humanismo, ¡diantre! Ellos no quieren aplastar con su poderío, no quieren más víctimas y por esta razón recurren a un arma puramente terrestre… También en este caso todo se tramará a las mil maravillas. Y a continuación sólo darán recomendaciones. Recomendaciones, y nada más que recomendaciones. La recomendación de frenar temporalmente (nosotros sí sabemos que será para siempre) el progreso. La recomendación de seguir sus consejos para construir el paraíso en la Tierra…
— Un dios cósmico que se hace pasar por anónimo. Un anzuelo sin cebo.
— Tonterías. Si es necesario nosotros los mostraremos por la televisión. Y los espectadores verán —¡ja-ja! — una nube electromagnética. Mostraremos sus animales, los paisajes de su planeta… ¿Y sabe quién hablará en su nombre? ¿Usted piensa que yo? ¿O la base? Nada de eso. Descubrir la base significa poner al descubierto el embuste. No. En su nombre hablará… Sujétese fuerte. ¡Usted!
— ¡¿Yo?!
— Claro está que no solo usted. Será toda la tripulación de la nave a la cual los foráneos invitaron para esclarecer una serie de detalles. Todos recordarán la inexplicable desaparición del «Antinoo» (esta circunstancia convencerá de algo incluso a los científicos). Los foráneos decidieron conocer más de cerca a los representantes de la humanidad y estos últimos se entusiasmaron por la sabiduría y el humanismo de sus hermanos de raciocinio. Y por su propia iniciativa — téngalo en cuenta, por su propia iniciativa— les persuadieron a terciar en los asuntitos de la Tierra. Y, claro está, se convirtieron en sus apóstoles. ¿No está mal ideado, eh?
— ¿Y si los pasajeros no dan su conformidad?
— En primer lugar, entre ellos gente nuestra. En segundo lugar, la mayoría ha dado ya su consentimiento. En tercer lugar, tenemos la posibilidad de convencer al resto. En fin de cuentas, podremos pasar sin algunos. Pero su participación es muy, es sumamente deseable. ¿Por qué? Porque usted es la única persona de aquella parte. Es cierto que tenemos también a otro comunista, a Berger. Es un hombre muy decente, capta rápidamente los argumentos. Pero usted… Su nombre significa algo. Además, necesitamos aliados inteligentes. Más yo ardo en deseos de oír su crítica.
— ¿Qué hay aquí de criticable? Su empresa simplemente está condenada al fracaso.
— No obstante, es interesante saber por qué.
— Por mil causas. Se darán cuenta de sus intenciones. Y muy pronto.
— No importa. También se dieron cuenta de las intenciones de Hitler, pero él no se molestó por ello.
— Usted olvida también tales futilidades como nuestras estaciones extraterrestres, asentamientos en otros planetas y la flota espacial. En efecto, es difícil de localizar su base, y ésta es su ventaja. Pero igualmente difícil será descubrir a los que les buscarán y aniquilarán.
— Todo ello se ha tomado ya en consideración. No tendrán éxito.
— Finalmente, olvidan lo principal. Ustedes ponen sus miras en el pequeño burgués asustado, en el pancista, en las particularidades de su psicología. Y éstas no tienen nada de complejo. Solamente es dolor el que experimento yo; solamente es certero el gusto que poseo yo; es bueno aquello que me conviene a mí; las palabras sublimes no son más que embuste pero cómodas para encubrirse; tan sólo mis concepciones del mundo son justas; el hombre es un lobo para el hombre. Pero los pequeños burgueses no constituyen la humanidad, no son obreros, no son intelectuales, no son campesinos, aunque entre ellos también los hay. Estos son portadores de una determinada psicología que fue madurando durante siglos de violencia, de obscurantismo y de aplastamiento de lo humano en el hombre. En mi patria la mayoría absoluta son personas libres de esta psicología. Creo que aún en los países capitalistas que quedan, su número ha disminuido mucho. De modo que su — por decirlo así— base espiritual se redujo considerablemente desde los tiempos de Hitler.
Pero ni siquiera en esto radica la cuestión. Esta psicología está exenta totalmente de principios creativos. Presenta peligro solamente conjuntada con un poder incontrolado, con ustedes, sus progenitores, educadores y guardianes. Su época ya ha pasado y ustedes se dan cuenta perfecta de ello. ¿Acaso es poder aquello de que usted habla? Es chantaje, es desesperación. Aquel que le ha enviado aquí —y a usted le han enviado, no se haga el desentendido— razonaba de una forma necia. Que sean ellos, es decir, usted y su pandilla, los que se rompan la crisma. Su derrota no me amenaza con nada, mientras que si tienen suerte… Esta gente supone que vuestro éxito les salvará a ellos. No les salvará. Es imposible suprimir la contradicción entre los que blanden en sus manos el palo y aquellos sobre quienes este palo descarga los golpes. La prisión nunca fue capaz de vencer el ansia de libertad, la ignorancia no pudo ahogar la creación y la aspiración del hombre a ser hombre jamás se reconcilió con el sistema que mataba lo humano en el hombre. Hálleme en la historia el ejemplo de una tiranía longeva, entonces reconoceré que me he equivocado. Pero no hallará, ni un solo ejemplo. Y no se imagine que su nuevo campo de concentración electrónico-biológico será más fuerte que los anteriores. La humanidad no ha tenido y no tiene un ideal mejor que el expuesto por Marx y Lenin. Millones lo han hecho suyo, y este ideal pasó por todo tipo de pruebas, de ahí el pavor que le embarga, de ahí sus interminables aventuras.
A propósito, su última aventura representa una amenaza no sólo para usted. Todo secreto, tarde o temprano, salta a la luz pública. ¿Usted se ha dado cuenta de lo que ocurrirá cuando la humanidad se entere de su conspiración?
Huysmans escuchaba con una sonrisa arrogante. Sin embargo, por primera vez este sofista avezado en las luchas no se lanzó al ataque cuando Polynov terminó de hablar.