— Ya está… No es necesario… ¡Yo sola! Su vestido estaba roto en el hombro y ella trató de ajustar el jirón. Inclinándose, deslizó la otra mano bajo el mandil del Cabezudo y sacó la pistola de la funda. Polynov se fijó en dos profundos arañazos que cruzaban la cara del Cabezudo.
— ¡Date prisa, Cris!
Algo chirrió detrás de sus espaldas. Polynov dio una brusca vuelta; le pareció que otra vez está viendo un horrible sueño: la maciza puerta de la cámara se movió perezosamente de su sitio y se cerró.
— Los pajaritos piensan emprender el vuelo — sonó en el rincón una risita.
Polynov se precipitó hacia la puerta.
— ¡Ya es tarde, ya es tarde! — oyó por el altoparlante la conocida voz sarcástica—. Tu trastada con el mixonal no está mal hecha, pero yo he vaticinado que tus nobles sentimientos te echarán a perder. Estás en una trampa, Polynov, ja-ja… No entiendo qué te pasó que olvidaste que las puertas con cerradura electromagnética se cierran por sí mismas. Y ahora quédate allí y espera… Te recomiendo examinar con mucha atención nuestros instrumentos de trabajo.
La voz se calló.
Cris, lentamente, volvió hacia su rostro la boca de la pistola, su mirada se clavó como hipnotizada en la negra pupila. El rostro se le afiló y los ojos se le hundieron en los oscuros semicírculos.
— Tranquilidad, Cris…
Polynov desvió la pistola que temblaba en las manos de la muchacha y le abrió los dedos.
— Nunca es tarde hacerlo.
Él hasta pudo sonreírle.
Elevando el lighting, apuntó cuidadosamente, y, con esmero, como si se tratara de una colonia de chinches, abrasó en el rincón las células de escucha. Después sacó una bolita de algodón, la mojó y se la tendió a Cris.
— Toma. Parece que Huysmans no advirtió un error suyo.
Se apoyó sobre una rodilla, aseguró el lighting y, como por una regla, hizo pasar el rayo por la línea de empalme entre la puerta y la pared. Se encendió, rajándose, la pintura y la recta juntura brilló purpúrea. Se levantó un humo mordiente y sobre el suelo comenzó a gotear el metal. Polynov, sin dejar de apretar el gatillo, desplazaba rápidamente el rayo.
— El fuego no lo traspasa — Cris apretó los puños.
— Pues no hace falta. Estas cerraduras no aguantan el calentamiento.
La puerta tembló, emitió un sonido carraspeante y se entreabrió. Polynov se echó a un lado arrastrando consigo a Cris. Esperaba que se produjeran disparos. No los había. Sobre el pozo no asomaban los cañones de los lightings. Desde lejos, llegaba un ruido sordo y gritos ininteligibles. A todas luces se notaba que el mixonal ya había afectado sensiblemente la base.
Polynov subió la escalera corriendo. Cris a duras penas podía seguirle. El psicólogo gritó la contraseña, pero la compuerta permanecía como clavada.
Sucedió aquello que tanto temía Polynov. El enemigo consiguió cortar todos los accesos a los puntos vitales de la base. Ahora, habiendo salido de una ratonera, simplemente cayeron en otra, más espaciosa. Polynov, con aire pesimista, miró el indicador de la carga del lighting. Tal y como él pensaba: suficiente para una batalla, pero no para romper otra compuerta.
— Oye, Cris — dijo embargado por la desesperación— aquí tendremos que librar nuestra última batalla con esta pandilla. Ahora, atrás, ¡al pozo! No está mal como trinchera.
A pesar de todo logró localizar dónde estaba escondido el teleojo y, por el camino al pozo, lo destruyó, al mismo tiempo que la lámpara de techo. Ahora ellos podían ver al enemigo, mientras que éste carecía de tal posibilidad.
— ¿Será posible que éste sea el fin? — dejó escapar Cris cuando se apostaron.
— Sí, es el fin. Apunta al pasillo izquierdo. Y tranquilízate, te tiembla la pistola.
— La voy a sujetar con ambas manos, ¿Cuánto tardarán en venir?
— No lo sé. Seguramente que ahora no están para pensar en nosotros, tienen que desembarazarse de la maraña. Tal vez, dentro de diez o quince minutos.
— Entonces, me dará tiempo a tranquilizarme.
— Por supuesto. Eres una muchacha brava. No olvides que la pistola es a reacción, sin retroceso.
— Lo tendré presente. Sabes, siempre he soñado con una muerte como esta.
— ¿Qué-é?
— Sí, en el combate y no en la cama. Que todo llegue rápidamente, sin esperar, sin pensar en ello. Lástima que sea tan pronto. No he tenido tiempo para vivir lo suficiente.
— Ah, de eso se trata… Esto siempre llega demasiado pronto.
— No. Yo quisiera amar, mientras pueda. Y tener seis hijos. No tengo mayores pretensiones.
— Yo tuve todas estas cosas. Menos hijos. Y muchas cosas más. Pero es poco.
— Es posible. Ves, mi mano dejó de temblar.
— Así debe ser.
Ellos esperaban. Pasaba un minuto tras otro, el confuso ruido a lo lejos no cesaba.
— Que comience cuanto antes — no se contuvo Cris. Apretó su hombro contra Polynov, y susurró precipitadamente—: Bésame, pronto… Si no, romperé a llorar.
Polynov se inclinó y la besó en sus secos y rajados labios. Ella contestó tímidamente, después se apartó y quedó inmóvil, como un ratoncito. A Polynov el corazón le dio un vuelco de ternura.
No, se ordenó a sí mismo. Piensa en las sombras que muy pronto invadirán el pasillo, piensa en cómo evitar el caer vivos en sus garras. No hay que martirizarse en vano. La idea no era mala, la suerte meramente les traicionó. Los cohetes se dirigirán hacia la Tierra. Estos bonitos cohetes de punta afilada.
Le pareció que a lo lejos emergió, por fin, una silueta. Afinó la puntería. El lighting todavía no se había enfriado y le quemaba la mejilla.
De pronto quedó ciego. De golpe se apagaron todas las lámparas. La oscuridad se desplomó sobre ellos como una avalancha.
— ¡Ay!
— ¡Calla! — Polynov se puso de pie. La desesperación se esfumó como si no existiera—. ¡Estamos ganando la partida!
A tientas encontró en la oscuridad la mano de Cris y tiró de ella tras de sí.
— ¿Pero, qué es esto?… ¿Una avería?
— Es la ayuda, Cris, la ayuda… Ten cuidado con los peldaños…
— No veo nada…
— Pero yo veo. ¡Agárrate… son las puertas! No hay corriente, por eso podemos pasar por dondequiera…
Polynov no exageraba: la experiencia de trabajo en el cosmos le enseñó a orientarse hasta en los sitios donde esto parecía inconcebible. Así pues, la primera compuerta que palparon a tientas cedió ante sus esfuerzos mancomunados.
Tropezando contra los salientes y puertas abiertas, haciendo desollones en los dedos hasta sangrar, bajaron sin saber adonde y corrieron sin rumbo. Pasaban fugaces las luces de las linternas de los guardias vestidos con sus escafandras aunque la acción del mixonal ya debía haberse extinguido. Alguien llamaba a alguien y daba órdenes a alguien; gritos, injurias y el delirio de los que ya habían inhalado la ponzoña producían una confusión general.
Polynov y Cris se echaban al suelo apenas veían acercarse a ellos algún rayo de luz; un guardia hasta dio un traspié con las piernas tendidas de Polynov y en un arrebato de cólera le propinó un culatazo. De pronto, lanzó un chillido histérico, pues frente a él emergió, disparando locamente su lighting, un colega suyo que ya había sorbido su porción de mixonal. Polynov y Cris se apresuraron a alejarse de allí a rastras. Al loco lo remataron rápidamente. Valiéndose de la barahúnda, Polynov tiró allí una granada de gas. Esta reventó provocando un nuevo estallido de horror. De la cavernosa oscuridad, rebotando, volaron balas lanzadas por alguien.
De repente, Polynov tropezó contra algo blando. El objeto hizo un movimiento convulsivo y dijo: