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Durante los meses siguientes, Elser robó explosivos de la fábrica de armamento donde trabajaba en ese momento. Para fabricar el temporizador de la bomba, usó los conocimientos adquiridos previamente, cuando estuvo empleado durante cuatro años en una fábrica de relojes.

A principios de abril, pidió una baja laboral y volvió a Munich. Hizo un reconocimiento minucioso, tomando bocetos y medidas. Consiguió un nuevo trabajo en una cantera, que le permitió robar dinamita. Durante los meses siguientes efectuó ensayos previos con la bomba diseñada por él, que tuvieron éxito. Volvió a Munich en agosto, y desde entonces hasta noviembre llegó a esconderse hasta treinta veces en la cervecería sin que le descubrieran, pues cada mañana salía a escondidas por una puerta lateral, sin ser visto. Allí se dedicaba a practicar un agujero en la columna deseada, tras el revestimiento de madera. Su trabajo fue tan meticuloso que incluso llegó a recubrir el agujero con estaño para que la bomba no se moviera o no sonara a hueco. La bomba quedaría instalada y lista el 6 de noviembre, pero al día siguiente Elser volvería a la cervecería para asegurarse de que seguía funcionando. A la mañana siguiente, Elser se despidió de su hermana, que vivía en Stuttgart, le pidió algo de dinero y se dirigió hacia la frontera suiza.

La duración habitual del discurso de Hitler era desde las ocho y media de la tarde hasta, aproximadamente, las diez de la noche, para luego permanecer varios minutos más conversando con los antiguos camaradas del partido. Para asegurarse de que la bomba estallaría cuando Hitler estuviera en el estrado, Elser programó la explosión para las nueve y veinte minutos.

Pero, para desgracia de Elser y del futuro de Alemania, las condiciones especiales de la guerra variarían aquel año el horario de la celebración. Hitler empezó su discurso a las ocho y diez minutos y lo terminó poco después de las nueve. Una vez acabado se dirigió rápidamente hacia la estación para coger el tren de las nueve y media hacia Berlín, ya que el mal tiempo le impedía volver en avión, una de las razones que influyeron también en la decisión de acortar el discurso.

Tal como estaba previsto, exactamente a las 21.20 horas estalló la bomba de Elser, que destruyó la columna situada detrás del lugar donde había estado Hitler diez minutos antes, y parte del techo de la galería superior. Tras la marcha de Hitler, mucha gente había decidido abandonar el local, con lo que es imposible saber con exactitud la magnitud de la explosión en las condiciones en las que Elser la había planeado. El resultado final fue de ocho personas fallecidas y sesenta y tres heridas, dieciséis de ellas de gravedad.

De inmediato, el Servicio de Seguridad del Reich se dispuso a descubrir a los responsables del atentado. Las primeras sospechas recayeron sobre el servicio secreto británico. Pero los trabajos en la Bürgerbräukeller permitieron descubrir restos de una bomba artesanal y un temporizador; el tipo de explosivo era el habitual en las minas, y el autor había usado placas de estaño y corcho de un modelo poco habitual. Por tanto, las características caseras de la bomba no correspondían con el tipo de artefacto que emplearían unos agentes enviados por una potencia extranjera.

La policía interrogó a un relojero que recordaba haber vendido a un hombre con acento suabo dos relojes del mismo tipo que el usado en la bomba. También fue interrogado el comerciante que vendió las placas de corcho. Por último, la investigación llevó a un cerrajero que había prestado su taller a un suabo para trabajar en “algo de su invención”. La descripción hecha por los tres hombres fue idéntica.

Hitler, durante un discurso en la cervecería de Munich en la que Elser colocaría su bomba con temporizador. El dictador abandonaría el local antes de que hiciera explosión.

A raíz de estas investigaciones, la policía descubrió que un hombre que respondía a esa descripción había sido visto las últimas semanas cerca de la Bürgerbräukeller, y que en alguna ocasión había sido sorprendido en los lavabos tras la hora del cierre. Heinrich Müller, jefe de la sección IV de la Gestapo, recibió un telegrama que le informaba de la detención de un sospechoso que correspondía a la descripción hecha por los comerciantes, en la frontera con Suiza.

Elser ya había sido detenido, de forma casual, a las nueve menos cuarto en el puesto aduanero de Constanza, en la frontera helvética. Era una simple detención rutinaria de alguien que intentaba pasar la frontera de forma clandestina. Pero unas horas después, los funcionarios de fronteras empezaron a relacionar a Elser con el atentado, al encontrar en sus bolsillos una postal de la Bürgerbräukeller con una columna marcada con una cruz roja, un fragmento de detonador y una insignia comunista. Pese a las evidencias, Elser negó cualquier relación con el atentado.

Elser fue conducido a Munich para ser interrogado por la Gestapo, donde continuó negando su participación en los hechos a pesar de las pruebas en su contra, como, por ejemplo, los rasguños de sus rodillas a consecuencia de permanecer horas arrodillado excavando en la columna. Tras ser torturado la noche del 12 al 13 de noviembre, confesó el 14 de noviembre. Días después hizo una confesión completa, con detalles de la bomba y los motivos que le habían impulsado a cometer el atentado. Tras la confesión de Munich, Elser fue llevado a la sede del Servicio de Seguridad del Reich, en Berlín, donde volvió a ser torturado. Himmler no creía que un carpintero, sin apenas medios y educación, hubiera estado tan cerca de asesinar al Führer, sin contar con cómplices y estaba convencido de que existía alguna conexión con el servicio secreto británico.

Sello alemán dedicado a Georg Elser, en reconocimiento a su acción.

Elser permaneció en Berlín hasta 1941. Tras comenzar la invasión de la Unión Soviética, el 22 de junio de 1941, fue trasladado al campo de concentración de Sachsenhausen, para, en 1944, ser enviado al campo de Dachau. En ambos lugares, curiosamente, recibió trato de prisionero privilegiado. Se ha especulado con que Hitler estaba esperando el momento propicio para organizar un juicio destinado a demostrar que Elser formaba parte de una conspiración organizada por los servicios secretos británicos, pero la razón última de esa actitud benévola con Elser se desconoce.

El Ayuntamiento de Munich dedicó una plaza a Georg Elser.

Sin embargo, el 5 de abril de 1945, cuando la guerra estaba ya a punto de finalizar, Hitler ordenó que fueran ejecutados los prisioneros especiales de Dachau, entre los que se encontraban el almirante Wilhelm Canaris y Georg Elser. Cuatro días más tarde, un oficial de las SS, Theodor Heinrich Bongartz, ejecutó a Elser con un tiro en la nuca.

Los dos intentos que se han relatado, el de Bavaud y el de Elser, son representativos de los planes tramados y ejecutados por una sola persona. A continuación conoceremos otro caso, en este caso protagonizado por varias personas, que constituyó la ocasión en la que Hitler estuvo más cerca de la muerte, antes del atentado de Stauffenberg.

EL ATENTADO DE LAS BOTELLAS

Este intento de asesinato tuvo lugar el 13 de marzo de 1943, cuando varios jóvenes oficiales pusieron en práctica un plan para acabar con su vida. El malestar entre los oficiales alemanes destinados en el frente ruso se arrastraba desde el primer invierno, en diciembre de 1941, pero en esos momentos la oposición de los militares al modo como Hitler estaba dirigiendo la guerra era más que visible.

Un mes y medio antes de ese atentado se había producido el desastre de Stalingrado. El VI Ejército del general Paulus había sido hecho prisionero por los soviéticos, después de sufrir inenarrables penalidades en esa ciudad situada a orillas del Volga. Esa fue la primera gran derrota en el frente ruso, lo que extendió la sensación generalizada de que la guerra estaba irremediablemente perdida.