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Stauffenberg con dos de sus hijos.

Sería precisamente durante esa segunda mitad de 1942 cuando Stauffenberg llegó a la conclusión de que era necesario el desplazamiento de Hitler del poder. De esa época contamos ya con manifestaciones inequívocas en ese sentido. En una conversación con su jefe, Burkhart Müller-Hillebrand, exclamó:

– ¿Es que en el Cuartel General del Führer no se encuentra ningún oficial capaz de dispararle?

En otra ocasión, en mitad de una charla en la que uno de los asistentes propuso que lo que era necesario era decir la verdad a Hitler, Stauffenberg le respondió:

– No se trata de decirle ninguna verdad, sino de derrocarle y para eso estoy yo dispuesto.

Los compañeros de Stauffenberg no tuvieron entonces la impresión de que estuviera hablando seriamente de organizar un atentado contra Hitler. Pero Stauffenberg comenzó durante los últimos meses de 1942 a averiguar si existían oficiales influyentes dispuestos a derrocar al dictador.

Conversó con varios generales y mariscales, pero sus tanteos no dieron ningún resultado. Todos le decían que comprendían que las cosas no podían continuar de ese modo, pero ninguno se ofrecía a tomar la iniciativa.

Por ejemplo, el mariscal Von Manstein relataría así su entrevista con Stauffenberg: “Acudió a mí como representante de la sección de organización para hablar de la cuestión del aprovisionamiento de nuestro ejército. Me rogó entonces que tuviéramos una conversación privada. En ella me manifestó su disconformidad con la dirección errónea de la guerra, es decir con Hitler. No pude más que darle la razón, y le dije además que también me daba cuenta de los errores de Hitler y era de desear un cambio en la dirección militar. Yo era partidario del nombramiento de un jefe responsable del Estado Mayor de la Wehrmacht, que era la que debía tener en sus manos la dirección. Yo prometí procurar de Hitler conseguir eso. De sus expresiones no pude colegir de que Stauffenberg actuara contra Hitler, más bien tuve la impresión de que él dudaba acerca de si en el Estado Mayor se podía conseguir algo”.

De estas palabras se desprende claramente que Von Manstein no quiso entender el mensaje que, sin duda, Stauffenberg quiso transmitirle en esa conversación sin testigos. La prueba es que Stauffenberg aseguraría después a su mujer, Nina, que “ésa no es la respuesta que puede esperarse de un mariscal”.

DESTINADO A ÁFRICA

El 1 de enero de 1943, Stauffenberg fue ascendido a teniente coronel. Inmediatamente después fue destinado a África, sin que él lo hubiera solicitado. La guerra en el desierto ya no ofrecía el halo de emoción y romanticismo que habían creado los éxitos de Rommel al frente del Afrika Korps. Los tiempos en los que las divisiones alemanas habían amenazado el Canal de Suez ya quedaban lejos, y los alemanes, arrinconados en tierras tunecinas tras sucesivas retiradas, intentaban únicamente aplazar el momento en el que se verían forzados a abandonar el continente. De todos modos, parece ser que Stauffenberg no acogió este traslado con disgusto.

Stauffenberg (derecha) conversando con el barón von Broich durante la campaña de Túnez, en la primavera de 1943.

Una vez en Túnez tomó posesión de su nuevo puesto como primer oficial del Estado Mayor de la 10ª División Panzer. Visitó a su antecesor, el mayor Bürklin, que estaba gravemente herido. De manera premonitoria, Bürklin le aconsejó que tuviera cuidado con los aviones enemigos.

Stauffenberg se vio sorprendido por el tipo de guerra que se desarrollaba en el teatro africano, pues las tácticas cambiaban continuamente. Ataques, defensas, retiradas, contraataques, se sucedían un día tras otro, pero él supo adaptarse bien a ese cambio. La tropa tuvo siempre la impresión de que estaba bien dirigida, pues Stauffenberg sabía captar de inmediato la complejidad de la situación que se presentaba. Allí se ganó la amistad y el reconocimiento de los soldados. El coronel Heinz Schmidt subrayó su excelente relación con la tropa: “Al poco tiempo era querido por la División a causa de sus cualidades: su lealtad y capacidad de trabajo, así como también su espíritu solidario y su cordialidad. Pese a las muchas tareas que en su puesto tenía, hallaba siempre tiempo para relacionarse con los soldados. Con frecuencia visitaba los regimientos y batallones para hablar con sus comandantes sobre cuestiones de servicio o personales. Tenía gran habilidad y tacto para el trato humano y todo el mundo se sentía de inmediato atraído por él”.

Un joven oficial, Friedrich Zipfel, también señalaría la especial aptitud de Stauffenberg para las habilidades sociales: “Quedé profundamente impresionado por el conde Stauffenberg. Me pareció el ideal de un oficial. Ante él se sentía total confianza y en pocos minutos había logrado romper el hielo de la diferencia de grado. Por otra parte, la justeza y exactitud con que hablaba inspiraban respeto a la autoridad que su comportamiento imponía. Lo característico era que parecía interesado en que todos aprendieran rápidamente cómo debía ejercerse el mando. Esto naturalmente no era habitual entre los jefes. El contacto con los inferiores muchas veces adolecía de rigidez y frialdad”.

A primeros de abril, cuando se contemplaba ya como inminente el final de la campaña tunecina y, por tanto, el fin de la presencia germana en África, a Stauffenberg se le comunicó que debía regresar a Alemania, en donde sería más útil. Pero antes de emprender el viaje, Stauffenberg debía cumplir una misión por la que debía dirigirse a la zona de combate para coordinar una retirada. Así pues, el 7 de abril de 1943, la 10ª División Panzer inició el repliegue de Biar Zelloudja a Mezzouna.

Stauffenberg fue autorizado por el mayor general Freiherr Von Broch para dirigir la retirada desde su vehículo, mientras Von Broch les seguiría una vez que los últimos elementos de la división hubieran cruzado el paso de El-Hafay. Stauffenberg fue advertido nuevamente de que tuviera cuidado con la aviación enemiga, en esta ocasión por Von Broch.

AL BORDE DE LA MUERTE

Stauffenberg, acompañado por algunos vehículos blindados, cruzó el paso de El-Hafay y llegó a Sebkhet. En este momento, se le unió la 5ª compañía del 10º Batallón de Motocicletas. Al alcanzar el estrecho terreno entre Sebkhet y el paso de Chabita-Khetati, la caravana de vehículos fue atacada por aviones enemigos; la mayoría de soldados y oficiales tuvieron tiempo de dispersarse por el campo.

Cuando regresaron a la columna, comprobaron horrorizados que el coche de Stauffenberg había sido acribillado. El conde estaba gravemente herido, y fue trasladado de inmediato a un hospital de campaña en Sfax. Mientras un enfermero atendía sus heridas, Stauffenberg, que no había perdido la conciencia, le preguntó su nombre. En el hospital comprobaron que su mano derecha había quedado prácticamente destrozada por una ráfaga de ametralladora, por lo que los médicos decidieron amputarla por encima de la muñeca. Había perdido el ojo izquierdo. Dos dedos de la mano izquierda, el meñique y el anular, también serían amputados. Además, presentaba una ligera herida en una rodilla y en la cabeza, a causa de la metralla.

El 10 de abril fue trasladado al hospital de Cartago. Cinco días más tarde llegó en un barco hospital al puerto italiano de Livorno y enviado por tren a Munich, a donde llegó el 21 de abril, siendo ingresado en el 1º Hospital General. Durante varios días sufrió fiebre muy alta y los médicos temieron por su vida.

Ante la adversidad, Stauffenberg dio muestras de una fuerza de voluntad encomiable. Rechazó los medicamentos que le ofrecían para calmar el dolor y facilitarle el sueño. Los que lo visitaban se admiraban de que su buen ánimo continuara inalterable. Pese a sus problemas de movilidad, pronto logró desnudarse y vestirse con la ayuda de sus tres dedos de la mano izquierda y la boca.