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Pero en este caso David no podría vencer a Goliat. Como marca la lógica, el fuerte se impondría al débil. En ningún momento, excepto durante las inciertas horas que siguieron al atentado del 20 de julio de 1944, el poder de Hitler estuvo realmente en peligro. La oposición, pese a sus loables intentos de variar el terrible rumbo que estaba tomando la nave alemana, no logró socavar los cimientos del sistema. La falta de coordinación, las dudas, los personalismos, la ausencia de un programa común y, cómo no, el miedo, hicieron que el trabajo de los que se oponían al nazismo no diese su fruto. Pese a que fueron numerosos los políticos, militares y dirigentes sociales que se conjuraron para combatir la marea nacionalsocialista, fueron muy pocos los que pasaron de los conciliábulos a la acción. Significativamente, los mayores logros de la oposición fueron los protagonizados por elementos individuales, actuando a veces casi en solitario.

A continuación conoceremos sucintamente la historia de la oposición al régimen nazi, en la que hay que enmarcar el golpe del 20 de julio. Una exposición más amplia de este movimiento tan heterogéneo rebasaría los límites de la presente obra; por sus propias características, la oposición antinazi fue un fenómeno enormemente complejo, con inabarcables ramificaciones, que incluso llegaban al círculo dirigente del propio sistema, como por ejemplo al jefe de los servicios de Inteligencia del Reich, el almirante Wilhelm Canaris.

DESDE EL PRIMER DÍA

Aunque la resistencia a la dictadura de Hitler se mostró más activa cuando el Ejército alemán empezó a cosechar los primeros fracasos, y especialmente tras el desastre militar sin precedentes sufrido en Stalingrado, la oposición a él y a su régimen había comenzado mucho antes del inicio de la contienda. Se puede afirmar que la resistencia contra el Tercer Reich era tan antigua como éste mismo.

Hitler accedió al poder el 30 de enero de 1933, cuando fue nombrado canciller por el presidente de la República, el mariscal Paul von Hindenburg. Pese a que Hitler, nada más tomar el mando del gobierno, creó los mecanismos para reprimir cualquier contestación, durante ese año pervivieron grupúsculos socialdemócratas y comunistas que intentaron socavar el nuevo régimen, pero la feroz represión lanzada sobre los sectores izquierdistas frenó cualquier posibilidad de acción en los años sucesivos. Así pues, la oposición activa contra Hitler estuvo, curiosamente, en manos de los círculos conservadores. Estos elementos contaban a su favor con que no levantaban sospechas inmediatas, como sí sucedía con los activistas de izquierdas, bien conocidos por la policía, por lo que gozaban de una mayor libertad de acción.

Los resistentes conservadores fueron involucrándose cada vez más en las acciones contra Hitler cuando fue evidente que llevaría a Alemania a la destrucción. Entonces muchos de los que en principio fueron sus partidarios pasaron a oponérsele activamente, favorecidos por el hecho de conocer perfectamente los entresijos del poder y, en algunos casos, el tener acceso directo a su persona. Por ejemplo, existía el Frente Negro, un círculo de nacionalsocialistas renegados y radicales, como Otto Strasser, que a ojos de Hitler era “peor que los judíos”. En la zona alemana en la que dominaban los evangélicos nació la Iglesia Confesional, que pretendía salvaguardar la libertad de la fe frente al totalitarismo del Estado. No obstante, su objetivo no fue, en principio, derribar por la fuerza al tirano.

Gracias a la brutal represión que puso en marcha desde el primer momento, Adolf Hitler logró desarticular todos los movimientos de oposición organizados, como el de la Capilla Roja, impulsado por los comunistas.

Ya en 1937, nació un primer núcleo resistente, organizado por Carl Goerdeler, que había sido alcalde de Leipzig y antiguo Comisario para los Precios. Goerdeler trató de obtener el apoyo de la vieja aristocracia y de la clase militar, que veían con gran recelo el ascenso de Hitler, al no considerarlo como uno de los suyos. Mientras Goerdeler lideró este movimiento de oposición, la doctrina tendía hacia la destitución de Hitler y poner freno de la expansión del Tercer Reich, aunque se mantenía viva la idea de una “gran Alemania”.

Conforme la resistencia crecía y se organizaba, aumentaban las relaciones de sus líderes con las otras potencias. Los ingleses, por ejemplo, disponían de buena información gracias al católico Josef Müller, quien se había puesto en contacto con Londres después de recibir el beneplácito del papa Pío XII. El embajador alemán en Roma, Ulrich von Hassel, que también formaba parte del grupo de opositores al régimen, era otro de estos informadores. De hecho, las diferentes Iglesias alemanas confiaron en la ayuda de los británicos para intentar provocar un cambio en la dirección de Alemania; el contacto a más alto nivel se produjo en Suecia entre el pastor Dietrich Bonhoffer y el obispo Bell de Chichester. Pero la decepción para el eclesiástico germano, y para la resistencia antinazi en su conjunto, fue enorme cuando el obispo inglés le transmitió la respuesta del ministro británico de Asuntos Exteriores, Anthony Eden, a su petición de ayuda: “Los alemanes deben arreglárselas solos”. Eso es lo que acabaron haciendo los alemanes.

MILITARES DESCONTENTOS

El Ejército sería el principal encargado de mantener viva la llama de la oposición. La vieja clase militar se fue incorporando poco a poco a la resistencia y ya había un nombre escogido para tomar las riendas de la nación en caso de que Hitler fuera derribado: el general Ludwig Beck, antiguo jefe de Estado Mayor, dimitido en 1938 por su falta de sintonía con la política expansiva de Hitler.

Pero también se consolidó una trama civil, el llamado Círculo de Kreisau, de orientación socialcatólica, que tenía como líder al conde Helmuth James von Moltke, descendiente del famoso general. El conde Von Moltke, experto en derecho internacional en el Mando Supremo de la Wehrmacht, puso a disposición de un nutrido grupo de disidentes su castillo familiar de Kreisau, en la Baja Silesia. Este grupo reunía a altos funcionarios, científicos, pedagogos, eclesiásticos e intelectuales.

Los miembros del Círculo de Kreisau no eran simples conjurados contra Hitler. Pretendían elaborar un criterio sobre una futura Alemania que sustituyese a la nazi, una vez que se hubiese perdido la guerra y desapareciese Hitler, dos factores que se daban ya por seguros. El programa de reformas elaborado por este grupo llevaba en su seno una clara influencia socialista. Algunos miembros de este círculo de discusión teórica pasarían finalmente al de los conspiradores activos, entre los que figuraría el coronel Von Stauffenberg.

Moltke estaba también relacionado con los militares al ser consejero legal del Servicio de Información del Ejército: el Abwehr. Sería precisamente el Abwehr un puntal de la resistencia antinazi, con nombres como el ya apuntado de Canaris y el de Oster, jefe de Estado Mayor del contraespionaje.

Efectivamente, la resistencia que estuvo más cerca de conseguir su objetivo, eliminar al dictador, sería la que anidaba en el Ejército. Desde su llegada al poder, Hitler había proporcionado a los militares un enorme potencial armamentístico. Además, les había concedido títulos, condecoraciones y favores de todo tipo en cantidades enormes. Pero Hitler y el Ejército se miraban con mutuo recelo. Los militares no podían dejar de ver en el Führer al soldado que no había pasado del grado de cabo durante la Primera Guerra Mundial. Y Hitler observó desde siempre con gran recelo a los oficiales de la Wehrmacht.

Los primeros éxitos de la agresiva política exterior de Hitler, refrendados por los grandes logros militares obtenidos durante la primera fase de la contienda, consiguieron que la mayor parte del Ejército mantuviera su fidelidad al Führer. Pero el fracaso de la guerra relámpago en Rusia en el otoño de 1941, y la consiguiente llegada de una campaña invernal para la que el Ejército germano no estaba preparado, comenzó a provocar las primeras disensiones serias en las altas esferas militares. El malestar entre los altos oficiales iría creciendo conforme avanzaba el conflicto; de él nacería el intento de atentado del 20 de julio de 1944.