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LOS COMUNISTAS

Como se ha indicado, la fuerza de la resistencia antinazi procedía de los sectores más conservadores, puesto que los opositores izquierdistas, fácilmente identificables, padecían una brutal represión que les impedía organizarse de manera efectiva. No obstante, este panorama quedaría incompleto sin una referencia a las actividades de los comunistas que intentaron plantear algún tipo de dificultad al régimen de Hitler, como por ejemplo los encuadrados en la organización conocida despectivamente por la Gestapo como la Orquesta Roja, después de que descubriera su existencia en 1942.

La Orquesta Roja no era explícitamente una organización comunista. Estaba mayoritariamente integrada por artistas, escritores e idealistas de todo tipo, pero muchos de sus miembros no llegaron a enterarse de que el núcleo dirigente estaba formado en realidad por comunistas convencidos: el teniente de la Luftwaffe Harro Schulze-Boysen, sobrino segundo del almirante Von Tirpitz, y Arvid Harnack, del Ministerio de Economía del Reich, sobrino del historiador Adolf von Harnack.

La resistencia llevada a cabo por este grupo se concretó en un enorme caudal de información enviado a Moscú, ya que se mantenía en estrecho contacto con el servicio secreto soviético. Los comunistas no tenían los reparos éticos de otros miembros de la resistencia, sobre todo los militares, en cuanto que para aquéllos la alta traición en tiempos de guerra no equivalía a la traición a la propia patria. Para unos y otros el asesinato de Hitler estaba moralmente justificado, pues la muerte violenta del dictador parecía el único medio que quedaba para restablecer el estado de derecho.

Los círculos conservadores de resistencia al régimen apenas prestaron atención a los opositores comunistas. Éstos, por su parte, desconfiaban de la oposición conservadora porque temían que ésta llegase a establecer un régimen militar, pero aun así seguían con mucha atención sus maniobras para estar bien situados en caso de un bandazo político. De momento, la tarea de los comunistas era renovar la lucha de masas en las empresas, la distribución de propaganda marxista en ellas, la formación de células o el establecimiento de contactos con prisioneros de guerra rusos o civiles alemanes recluidos en campos de concentración.

Desde Alemania se tendían también hilos hasta el Comité Nacional Alemania Libre, que funcionaba en Moscú bajo el control de los soviéticos y que tenía como integrantes a oficiales germanos que habían sido capturados.

El balance de estos esfuerzos de los comunistas por levantar a las masas contra el nazismo sería desolador. La propaganda y el miedo ha rían que los trabajadores alemanes siguieran cumpliendo con sus horarios estajanovistas en la industria de guerra casi hasta el último día de la contienda. La ansiada rebelión del proletariado no sería más que una utopía; de hecho, Hitler siempre contempló a los obreros como unos aliados fieles, en contraposición a las clases altas, de las que siempre desconfió.

En suma, los movimientos organizados contra el régimen totalitario de Hitler, si nos atenemos a los resultados, obtuvieron un rotundo fracaso. Las estructuras del nazismo no temblaron en ningún momento, y sólo se desplomaron cuando las tropas aliadas ocuparon el territorio alemán.

De todos modos, ese fracaso global de la oposición no puede empañar la actitud heroica de los pocos que se enfrentaron a cara descubierta al régimen, de aquéllos que no se quedaron en las palabras y pasaron a la acción. Para concluir este capítulo, creo conveniente referir los dos casos más anecdóticos pero más representativos de esa resistencia personal a la barbarie nazi.

Sin contar con medios ni apoyos, algunos jóvenes rechazaron la uniformidad impuesta por ese sistema totalitario y decidieron enfrentarse a él, sin esperanzas de conseguir vencerle, pero con el convencimiento de que estaban haciendo lo correcto; unos fueron los llamados jóvenes del swing y otros los integrantes de la Rosa Blanca.

Hitler durante un desfile, en un acto del Día del Partido en 1935.

Desde el propio Partido Nacionalsocialista surgirían maniobras para apartarle del poder.

JÓVENES CONTRA HITLER

La oposición al nazismo no se daba sólo en el Ejército, las Iglesias o los movimientos obreros. Existía un pequeño pero voluntarioso sector de la juventud que lograba resistir la intensa labor de adoctrinamiento y manipulación que el régimen ejercía en las escuelas. Uno de estos grupos era el conocido como los jóvenes del swing (swingjugend, en alemán), que expresaban su contestación al régimen imitando la última moda inglesa y estadounidense.

Estos chicos swing, que lucían el pelo largo, acostumbraban a llevar abrigos exageradamente grandes, sombreros tipo bombín y un paraguas negro, aunque hiciera buen tiempo. La mayoría de ellos tenía entre catorce y dieciocho años, eran de clase media alta, aunque también los había procedentes de la clase trabajadora, y residían en Hamburgo y Berlín. Para esos muchachos, el mensaje de libertad de la música swing estadounidense les aportaba un poco de aire fresco para sobrellevar la monolítica e irrespirable atmósfera política y cultural de la Alemania nazi, negadora de cualquier atisbo de libertad individual.

Enamorados del baile, estaban al corriente de las últimas novedades del jazz que llegaban de Norteamérica. Esta música era su principal enseña, un género que era considerado ofensivo por la propaganda nacionalsocialista, al ser normalmente interpretado por músicos afroamericanos. El régimen pretendía degradarlo calificándolo de “música negra” y colocándole la etiqueta de “arte degenerado” (entartete Kunst). Pero eso importaba poco a los jóvenes rebeldes, que solían organizar conciertos de jazz, concursos de baile y fiestas en las que sonaban discos recién llegados del otro lado del Atlántico. La libertad que se respiraba en esas reuniones despertaba los recelos de los nazis; éstos enviaban a miembros de las Juventudes Hitlerianas de incógnito, en cuyos informes aparecían referencias a la “depravación moral” que se daba en ellas.

Los swingjugend no aspiraban a convertirse en opositores al régimen. En ocasiones, la rebeldía tomaba la forma de parodia del saludo nazi -Heil Hitler!-, transformándolo en un festivo Swing Heil!, así como la utilización de una jerga cargada de términos en inglés, en unos momentos de exaltación del nacionalismo germano. Las características de este grupo tenían más que ver con un movimiento contracultural que con uno político, pero la confrontación con el nazismo sería inevitable.

Cartel anunciador de la exposición “Música degenerada” (Entartete Musik), celebrada en 1938.

Para los nazis, el jazz y el swing eran contrarios al espíritu alemán.

Algunos jóvenes inconformistas se hicieron entusiastas de esta música como respuesta a la opresión del régimen.

De todos modos, el régimen intentó ganarse a esos jóvenes descontentos promoviendo un jazz germanizado, menos trepidante que el norteamericano, y que debía ser interpretado bajo una estricta regulación. Esa vía de escape tuvo un cierto éxito; en 1940, un concierto de jazz alemán en Hamburgo atrajo a medio millar de jóvenes. Pero el jazz domesticado no sirvió para domar a los swingjugend.