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Mallory me miró disgustado y dijo:

– Si supieras la pinta que tienes, Warshawski. Medio desnuda. Y tu novio no está mucho mejor. Nunca creí que llegara el día en que me iba a alegrar de que Tony estuviera muerto, pero doy gracias de que no pueda verte ahora.

Sus palabras actuaron sobre mí como un tónico. El caballo guerrero moribundo se alza en pie cuando oye la corneta. Las acusaciones de la policía suelen espabilarme.

– Gracias, Bobby. Te agradezco tus desvelos.

Assuevo intervino rápidamente.

– Quiero la historia completa de lo que ha ocurrido esta noche. Cómo se dio usted cuenta de que había fuego, qué estaba haciendo, etcétera.

– Estaba durmiendo -expliqué-. El fuego me despertó. El señor Ferrant estaba conmigo; nos dimos cuenta de que la cocina estaba en llamas; traté de llegar a la puerta principal, pero también ardía. Salimos por la escalera de incendios. Desperté a estos chicos y Roger al señor y a la señora Takamoku. Eso es todo lo que sé.

Roger confirmó mi historia. Ambos juramos que la gente a la que habíamos despertado estaba profundamente dormida cuando lo hicimos. ¿Podían estar fingiendo?, quiso saber Assuevo.

Ferrant se encogió de hombros.

– Podría ser, pero a mí me parecieron dormidos y bien dormidos. No pensaba en nada parecido, señor Assuevo; sólo en que se levantasen y salieran.

Tras descubrir eso, Assuevo se puso a investigar nuestros sentimientos hacia el casero. ¿Alguno de nosotros tenían algún problema con él? ¿Qué tipo de problemas habíamos tenido con el apartamento? ¿Cómo había respondido el casero? Comprobé aliviada que incluso los sobreexcitados estudiantes se dieron cuenta de hacia dónde apuntaban aquellas preguntas.

– Es un casero -dijo una de las chicas, la delgada de pelo largo que estaba en el salón. Los otros dos asintieron-. Ya sabe, el sitio es limpio y el alquiler bajo. No nos importa nada más.

Tras un rato más de estas preguntas, Assuevo se puso a cuchichear con Bobby junto a la puerta. Volvió y dijo a los estudiantes que podían marcharse.

– ¿Por qué no te vas tú también? -le dije a Roger-. Ya es hora de que vayas a Ajax, ¿verdad?

Ferrant me agarró por el hombro.

– No seas idiota, V. I. Llamaré a mi secretaria dentro de un momento; no son más que las siete. Acabaremos juntos esto.

– Gracias, señor Ferrant -dijo Assuevo rápidamente-. Ya que estaba usted en el apartamento en el momento en que se declaró el incendio, tendríamos que pedirle que se quedase de todos modos.

Bobby dijo:

– ¿Por qué no nos explican ustedes dos cómo se conocieron y por qué?

Miré fríamente a Mallory.

– Ya veo a dónde va esto y no me gusta un pelo. Si quieres decir que el señor Ferrant o yo sabemos algo del origen del fuego, vamos a tener que insistir en que se presenten los cargos antes de contestar a ninguna pregunta más. Y mi abogado tendrá que estar presente.

Roger se rascó la barbilla.

– Yo contestaré cualquier pregunta que ayude a resolver este asunto. Supongo que todo el mundo estará de acuerdo en que el apartamento fue incendiado por un pirómano. Pero si pretende usted que yo haya quebrantado alguna ley, será mejor que llame al cónsul británico.

– ¡Oh, basta de grandilocuencias! Sólo quiero saber qué estabais haciendo anoche.

– No, Bobby, no creo. Te pondrías colorado.

Assuevo intervino de nuevo.

– Alguien ha intentado matarla, señorita Warshawski. Rompieron el cerrojo de la puerta del portal para introducirse en el edificio. Vertieron gasolina ante la puerta de su apartamento y le prendieron fuego. Si quiere que le dé mi opinión, tiene usted suerte de estar con vida. El teniente y yo tenemos que estar seguros, señorita Warshawski, de que no habrá por ahí unos malos chicos -sus cejas subrayaron la observación «malos chicos» para hacerme saber que se pretendía gracioso- que hayan ido personalmente a por usted. Puede que no sea más que alguien que tiene una cuenta pendiente con el casero y ha ido a por usted de refilón. Pero puede que sea con usted directamente, ¿vale? Y también puede que el señor Ferrant aquí presente -esbozó un gesto hacia Roger- haya sido designado para asegurarse de que se quedaba usted esta noche en el apartamento. Así que no se ponga tan antipática. El teniente y yo nos limitamos a hacer nuestro trabajo. Tratamos de protegerla. A menos que no haya sido usted misma la que haya provocado el fuego, ¿eh?

Miré a Roger. Se retiró el pelo de los ojos e intentó colocarse bien una corbata inexistente antes de hablar.

– Supongo que tendrá usted que investigar todo esto, señor Assuevo. He hecho unas cuantas investigaciones en lo que se refiere a reclamaciones por incendios y le aseguro que sé que tiene usted que agotar todas las posibilidades. Mientras lo hace, puede que nosotros podamos averiguar quién prendió el fuego en realidad -se volvió hacia mí-. Señorita Warshawski, no habrá pensado usted que haya podido ser la misma persona que le tiró…

– No -interrumpí con firmeza antes de que pudiera completar la frase-. En absoluto.

– ¿Quién entonces? Si fue algo personal… ¿quizá la gente que mató a Agnes? -Roger miró a Mallory-. La señorita Paciorek fue asesinada hace poco mientras investigaba un intento de adquisición encubierta por encargo mío. Ahora la señorita Warshawski trataba de retomar la investigación. Deberían buscar por ahí.

Roger, serás idiota, pensé. ¿Se te ha ocurrido a ti sólito? Mallory y Assuevo hablaron al unísono.

– ¿Tirar qué? -preguntó Bobby, mientras Assuevo decía:

– ¿Quién es la señorita Paciorek?

Cuando se callaron, le dije a Bobby:

– ¿Quiere explicarle al señor Assuevo quién era Agnes Paciorek, teniente?

– No me provoques, Warshawski -me advirtió-. Ya hemos hablado de eso. Si el señor Ferrant o tú tenéis alguna prueba sólida de que fue asesinada por estar investigando lo de los compradores de Ajax, dádmela y la seguiré hasta el final. Pero por lo que me habéis contado hasta ahora, no encuentro mucho más que la culpabilidad que suelen sentir los amigos y parientes: la mataron porque no hice tal cosa o porque le pedí que se quedase a trabajar hasta tarde o lo que sea. ¿Tiene algo que añadir, señor Ferrant?

Roger negó con la cabeza.

– Pero me dijo que se quedaba hasta tarde para hablar con alguien acerca de la venta.

Bobby suspiró con paciencia exagerada.

– Eso es exactamente lo que quiero decir. Tú eres la universitaria, Vicki. Explícale lo que es la lógica y lo que es ir de un argumento a otro. Se quedó a trabajar para Ajax y la mataron. ¿Dónde está la relación?

– ¡Ah! -dijo Assuevo-. La broker que mataron. La sobrina del marido de mi hermana es prima de su secretaria… ¿Cree usted que esto tiene algo que ver con el fuego, señorita Warshawski?

Me encogí de hombros.

– Hábleme del incendio. ¿Tiene alguna característica que usted reconozca?

– Podría ser el trabajo de cualquier profesional. Rápido, limpio, un mínimo de gasolina, nada de huellas. No es que esperásemos encontrar huellas en pleno enero. No ha quedado ninguna pista. Estaba preparado, señorita Warshawski. Preparado. Así que queremos saber quién le ha preparado esto a usted. ¿Quizá los enemigos de la señora Paciorek?

Mallory me miró pensativo.

– Te conozco, Vicki. Eres lo bastante arrogante como para meterte en esto sin decirme nada. ¿Qué has descubierto?

– No es arrogancia, Bobby. Hiciste unas acusaciones francamente desagradables tras la muerte de Agnes. Creo que no te debo nada; ni un nombre ni una idea.

Su rostro redondo se volvió rojo.

– No me hables así, jovencita. Si obstruyes la labor de la policía en cumplimiento de su deber, puedo arrestarte. Así que ¿qué es lo que has descubierto?