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De vuelta en el Bellerophon, conecté el teléfono a la clavija. Mi servicio de contestador me dijo que Ferrant me había llamado, y también el detective Finchley.

Llamé primero a Roger. Parecía hundido.

– Ha habido un giro muy preocupante en este intento de adquisición. O quizá haya sido un alivio. Alguien ha dado un paso al frente y ha registrado una propiedad de un cinco por ciento en el SEC.

Había estado encerrado con la directiva de Ajax durante todo el día hablando de ello. Otro de los socios de Scupperfield y Plouder iba a venir al día siguiente. Roger quería cenar conmigo y pedir mi opinión, si es que tenía alguna.

Le dije que nos podíamos ver. A falta de otra cosa, eso me proporcionaría algo que pensar hasta el lunes.

Mientras dejaba correr el agua de la bañera, hice la otra llamada. El detective Finchley ya se había ido, pero Mallory aún estaba allí.

– Tu abogado dice que estás dispuesta a hacer una declaración acerca de Stefan Herschel -gruñó.

Me ofrecí a ir a verle a primera hora de la mañana del lunes.

– ¿Qué quería el detective Finchley?

Bobby me dijo a regañadientes que podía ir a recoger mi pistola. Se la había devuelto la policía de Skokie. Pero confiscaban las ganzúas. A Bobby le dolía físicamente tener que hablarme de la pistola. No quería que la llevase, no quería que estuviese metida en el negocio de los detectives, quería que viviese en Bridgeport o en Melrose con seis niños y, a poder ser, un marido.

Capítulo 21. Fecha límite

Roger jugueteó malhumorado con su filete.

– Por cierto, gracias por la nota que me dejaste ayer. ¿Cómo estaba el arzobispo?

– Había dos. Uno era hipócrita y el otro feo. Háblame de ese registro.

Había quedado con él en el Filigree y me conmovió su aspecto exhausto. Tomamos una copa en el bar antes de cenar y Roger estaba tan cansado que ni siquiera hablaba. Se frotó la frente con cansancio.

– Estoy desconcertado. Completamente desconcertado. He estado en ello todo el día y sigo sin poder entenderlo… Así es la cosa. Si posees el cinco por ciento o más de una compañía, hay que registrarlo en el SEC y decirles lo que pretendes hacer con tu parte. ¿Te acuerdas de que hace una semana más o menos me preguntaste acerca de la compañía Wood-Sage? Pues son ellos los que hicieron el registro.

»Lo hicieron ayer, para no tener que contestar a un montón de preguntas ni salir en el Journal ni nada. Pero, naturalmente, nuestros abogados consiguieron todo el material. Al parecer, Wood-Sage no es una compañía que haga nada a las claras. No son más que un grupo de personas que compran y venden acciones para su propio beneficio, suponiendo que uniendo sus inversiones les saldrá mejor que si lo hicieran individualmente. Eso no es raro. Y dicen que compraron tantas acciones de Ajax sólo porque pensaron que la compañía es un buen negocio. El problema es que no podemos conseguir ningún tipo de información para saber quién posee Wood-Sage -se pasó los dedos por el largo pelo y apartó su plato con el filete casi sin tocar.

– Al registrarse en el SEC tendrán que decir quién es el dueño, ¿no? -pregunté.

Se encogió de hombros.

– Los dueños son los accionistas. Hay un consejo de dirección, pero parece estar formado por brokers, incluyendo a Tilford & Sutton.

– Los compradores deben estar entre sus clientes, entonces -me puse a pensar en mi asalto a sus oficinas-. No tengo la lista de todos sus clientes. Y no sé lo que eso significaría para ti, en cualquier caso. Lo único raro es que hacen negocios con Corpus Christi. Corpus Christi compró varios millones de dólares de certificados el otoño pasado. Tiene que habérselos dado a Wood-Sage.

Roger nunca había oído hablar de Corpus Christi.

– No me extraña. Hacen todo lo posible para permanecer en el anonimato -le dije lo que había leído sobre ellos en el Journal-. Como lo hacen todo en secreto, quizá no quieran dar publicidad al hecho de que posean una compañía como Wood-Sage… Catherine Paciorek es miembro; a su hijo se le escapó inadvertidamente…

Roger jugueteó con el pie de su copa de vino.

– Hay algo que quiero pedirte -dijo al fin de repente-. Me resulta difícil, porque hemos tenido problemas a causa de tu trabajo como detective y mi reacción ante él. Pero me gustaría contratarte para Scupperfield y Plouder. Me gustaría que tratases de descubrir quién está detrás de Wood-Sage. Ahora, este asunto de Corpus Christi y la señora Paciorek… te permite ver las cosas desde dentro.

– Roger, el SEC y el FBI tienen el tipo de medios que necesitas para una investigación así. No yo. El martes o el miércoles tendrán toda la información. Será de dominio público.

– Quizá. Pero puede ser demasiado tarde. Estamos haciendo lo que podemos: mandando cartas a los accionistas pidiéndoles que apoyen a la directiva actual. Nuestros abogados están trabajando como locos. Pero nadie consigue resultados -se inclinó sobre la mesa y me cogió la mano-. Mira. Es pedir mucho, ya me doy cuenta. Pero tú conoces a la señora Paciorek. ¿No podrías hablar con ella y descubrir si Corpus Christi está mezclado en este asunto de Wood-Sage?

– Roger, esa señora no me habla. Ni siquiera sé cómo conseguir que me reciba.

Me miró con seriedad.

– No te estoy pidiendo que me hagas un favor. Te contrato. Sea cual sea tu tarifa habitual, Scupperfield y Plouder la doblan. No puedo correr el riesgo de dejar de lado una estrategia que pueda funcionar. Si nos enteramos de quién son los propietarios, si sabemos por qué quieren comprar la compañía, tendríamos unas posibilidades de mantener las riendas en Ajax muy diferentes.

Pensé en los tres dólares que llevaba en la cartera, en los muebles nuevos que iba a tener que comprar, el sueldo de los hermanos Streeter para proteger al tío Stefan. Entonces me vine abajo. Era culpa mía el que tío Stefan estuviese en el hospital necesitando protección. Tras un par de semanas trabajando con lo de las falsificaciones, no había hecho nada más que perder mi apartamento y todas mis posesiones. Lotty, mi refugio, no me hablaba. Nunca me había sentido tan desanimada ni tan inútil en todos los años que llevaba como investigadora. Intenté torpemente explicar alguno de mis sentimientos.

Roger me apretó la mano.

– Entiendo cómo te sientes -sonrió brevemente-. Yo era el joven brillante que venía a manejar la operación de Ajax y enseñarles cómo hacer su trabajo. Ahora nuestra directiva lucha por nuestras vidas. Sé que no es culpa mía… pero me siento inútil y molesto por no poder hacer nada.

Puse cara de ironía, pero le devolví el apretón de mano.

– ¿Así que vamos a tener que consolarnos mutuamente por nuestras vanidades perdidas? Supongo… Pero la semana que viene tendrás que ir al FBI y al SEC. Arréglame una cita con ellos. De otro modo no querrían hablar conmigo. Como sabes, es un proyecto inútil, pero intentaré encontrar el modo de que Catherine Paciorek hable conmigo.

Sonrió agradecido.

– No sabes qué alivio es esto para mí, Vic. Aunque sólo sea la idea de que alguien en quien confío totalmente esté metido en el asunto. ¿Podrías venir el lunes y conocer a la directiva? Los abogados pueden darte una visión completa de lo que saben; quizá sean tres horas de palabras huecas.

– El lunes no puedo. ¿El martes?

Asintió. A las ocho de la mañana. Me estremecí ligeramente pero apunté la cita en mi agenda.