Liz Fielding
Orgullo y amor
Título de la novela (Año): Orgullo y Amor (1994)
En Harmex: En la pobreza y en la riqueza
Título Originaclass="underline" A point of bride
Sello / Colección: Bianca 660
Capítulo 1
– Sonríe, cariño, se supone que éste es el día más feliz de tu vida.
Casey O'Connor ni siquiera pestañeó para fingir que no había escuchado las palabras que le murmuró la alta figura vestida de gris de Gil Blake, mientras él tomaba con firmeza su mano derecha entre la suya.
Ella tenía la vista fija al frente, su rostro era casi del mismo color qué el elegante y sencillo vestido de seda color marfil. El vicario sonrió irradiando confianza y miró a Gil. Y prosiguió con la boda religiosa.
– Yo, Gilliam Edward Blake te tomo a ti Catherine Mary O'Connor…-la voz firme de Gil resonaba en la iglesia; la congregación que había asistido a testificar la asombrosa y repentina boda de Casey O'Connor con el alto y bronceado extranjero, quien se la había arrebatado al soltero más codiciado de Melchester, podía escuchar cada palabra con toda claridad.
El sacerdote quedó satisfecho con la respuesta del novio, luego se volvió para ver a la mujer.
– Yo Catherine Mary O'Connor te tomo a ti Gilliam… -apuntó.
Cuando ella escuchó las palabras que los unirían, tuvo la inquietud de salir corriendo de ahí. Acaso no estaba segura de si de hecho había dado un paso hacia atrás, o había sido sólo su imaginación que Gil le hubiera presionado posesivamente su mano con los dedos. Lo miró con disimulo; se sentía nerviosa. Los ojos grises del hombre la observaban sin pestañear, pero sin sombra de ternura que la animara á contestar. El le estaba exigiendo sumisión completa.
Un acceso de ira y la promesa en su interior de que él pagaría caro este momento de triunfo prestaron firmeza a su voz al repetir ella las palabras. Un ligero apretón en los labios de Gilliam sugería una sonrisa; nadie hubiera podido dudar de la sinceridad de sus palabras cuando colocó el anillo en el dedo de Catherine.
– Con este anillo te desposo, con mi cuerpo te idolatro… -esbozó una sonrisa de burla de sí mismo cuando añadió-: Y te hago partícipe de todos mis bienes terrenales.
Para cuando escuchó al fin las palabras: "Los declaro marido y mujer", Casey estaba tan tensa que pensó que se iba a desmoronar.
– ¿Catherine? -murmuró Gil, cuando ella lo miró a la cara, y un brillo apareció en sus ojos-. Nunca supe que ese era tu nombre.
– ¿Gilliam? -ella no pudo igualar la sonrisa, pero estaba decidida a copiar el tono burlón-. ¿Qué clase de nombre es ese? -él levantó un hombro, titubeó por un momento y luego rozó sus labios con los suyos-. Es el nombre del hombre con el que te acabas de casar. No te atrevas a olvidarlo.
Afuera los esperaba el tañir de las campanas, el confeti y las felicitaciones. El fotógrafo los obligó a tomar diferentes poses y Casey concluyó que para los asistentes debió haber sido una boda normal. Luego divisó a Michael, pálido e incrédulo, entre las columnas del patio de la iglesia. El tierno y agradable Michael que nunca exigía nada. Gil observó su mirada y endureció su boca, que formó una línea.
– ¡Basta! -regañó al fotógrafo y sin advertirle la levantó en brazos y la cargó por el sendero arenoso hasta el Jaguar que esperaba afuera. La depositó sin aliento y furiosa en el asiento trasero, y azotó la puerta tras de ella. Vamonos -le ordenó al chofer que lo miraba sorprendido. El frustrado fotógrafo todavía trataba de tomar fotos de ellos subiendo al auto, pero a Gil Blake no le interesaban las fotografías; toda su atención estaba concentrada en la novia-. Michael Hetherington tuvo su oportunidad, Casey. La desperdició. ¡Olvídalo! -antes de que ella pudiera retroceder la tomó de la cintura y la acercó junto a él. La besó presionando sus labios, para quitarle la menor duda de que intentaba ocuparse de que ella lo olvidara.
Consciente del chofer, Casey no resistió. Se quedó rígida en los brazos del hombre, mientras su cabeza trataba de controlar el impulso natural de su cuerpo, y ya cuando sentía que se debilitaba, él la soltó.
– Olvídalo -murmuró él con voz ronca cuando el auto se detuvo frente a la hermosa y vetusta mansión de sus padres.
Fue tan súbita la boda de ella que su madre tuvo que abandonar la idea de lo que consideraba una apropiada recepción para su única hija, y se conformó con un pequeño desayuno de boda para la familia y para los amigos más cercanos, en su casa, aunque no dejó pasar ninguna ocasión para repetirle a Casey lo que sentía. Las reiteradas y pacientes aseveraciones de Casey de que "no estaba embarazada" sólo añadían escarnio a la herida.
Mientras jugaba con su salmón ahumado Casey notó con triste solaz que su compañera de apartamento tomaba plena ventaja de su posición como dama de la novia para sitiar al padrino de Gil. Sin duda esperaba averiguar un poco más acerca del hombre que se apareció de pronto, logró que Casey O'Connor perdiera la cabeza y la desposó en las narices del hombre que intentaba hacerlo un año atrás. Por la frustrada expresión de su amiga, Casey adivinó que no estaba consiguiendo mucha información.
Sintió un gran alivio cuando escapó a toda esa especulación y se retiró al dormitorio que ocupaba antes de que ella abandonara su casa. Charlotte la ayudó a quitarse el vestido de satén; lo desabotonó de la espalda y luego lo sacó con cuidado por la cabeza.
– Bueno, linda, hacen una bonita pareja -Casey permaneció callada-. ¿Ya te dijo donde piensa llevarte de luna de miel?-Casey trató de hablar y descubrió que tuvo que aclararse la garganta.
– No.
– ¿Sorpresa, eh? -Charlotte se rió. Si fuera yo, te aseguro que no me importaría -quitó unos confetis del cabello peinado en moño de Casey y sostuvo su saco.
Casey se contempló en el espejo. El pálido tono azul de la sencilla falda de seda combinaba perfectamente con los zapatos de tacón alto, los cuales la hacían parecer un poco más alta, aunque de todas maneras pequeña junto a Gil. Era un lujo que no se permitió cuando salía con Michael. Alisó el saco azul más oscuro sobre sus caderas. Charlotte le entregó el sombrerito de seda azul que hacía juego con su falda y ella lo sujetó con un pasador. Logró esbozar apenas una sonrisa algo burlona frente al espejo. Todo lo apropiado…
En algún momento de locura, estuvo tentada a usar algo estrafalario, pero ya era bastante enfrentar a Gil Blake, hubiera sido una tontería hacerlo enojar cuando era innecesario.
Alguien llamó a la puerta y ella regresó a la realidad. Charlotte abrió y Gil irrumpió en la habitación, vestido ahora con traje gris oscuro, camisa blanca y corbata de seda color vino. Tendría que acostumbrarse a su forma de ser.
– ¡Buena suerte! -Charlotte sonrió y murmuró las palabras detrás de él; luego salió de la habitación.
Gil escudriñó la apariencia de la chica, sin que su rostro traicionara ninguna emoción. Luego, aparentemente satisfecho, contempló el resto de la habitación. Fijó su vista en la cama con su elegante edredón de encaje blanco.
– Encantadora -levantó la vista y descubrió que ella lo estaba mirando-. Temo que te va a llevar algún tiempo arreglar tu nueva casa -sonrió-. No es que me agrade este estilo -señaló la cama individual-. Por si tenías alguna duda -no hizo mención de dónde iban a vivir y ella evitó darle la satisfacción de preguntarle.
Sólo lo vio en una ocasión desde que él emitió su ultimátum, y la rígida y corta entrevista cuando se lo presentó a sus asombrados padres no había sido el momento ideal para una charla íntima. Sin embargo, ahora el matrimonio era un hecho, y aislarse sería más difícil.
– ¿A dónde vamos… a vivir nosotros? -se le dificultó decir la palabra nosotros, y Gil lo sabía.
– Pensé que me lo preguntarías antes.
– No estabas de humor para que te lo preguntara -le recordó con frialdad. Luego se volvió y recogió su bolso-. Además, me es completamente indiferente.