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– Sí, Gil. Yo también. A veces me despierto en la noche y me pellizco para estar segura de que no estoy soñando.

– ¿De veras?

– De veras.

– La próxima vez me despiertas. Yo lo haré con mucho gusto.

– Shh -ella rió-. No vayas a despertar a Rosie -y como si ya supiera su nombre, Rose Mary Blake abrió los ojos y contempló a sus padres.

– Vamos señorita. De regreso a su camita -Gil la llevó a su recámara y la acostó en la cuna. Abrió la boca para quejarse, pero se quedó dormida antes de lograrlo.

– Pellízcame, Gil -suspiró Casey, recargándose en el hombre que la había hecho tan feliz.

– Con mucho gusto, querida. Pero aquí no -la levantó en sus brazos y la llevó a su recámara-. Ahora. ¿Por dónde quieres que empiece? -le preguntó.

Liz Fielding

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