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– ¿Y después?

– Y después… tengo una tonelada de proyectos esperándome en la oficina. Y tú tendrás que volver a tu mundo -dibujó la barbilla de Rebecca con el pulgar. La escritora vio añoranza en sus ojos. Y también amor, aunque Gabe sería incapaz de pronunciar aquella palabra-. Si surge algún problema, házmelo saber.

Rebecca debería haber sabido que volvería a sacar el potencial problema del embarazo otra vez. Gabe siempre había sido un hombre práctico y honorable.

Pero si iba a verlos a ella y a su bebé como un problema, entonces no había nada más que decir.

Cuando Rebecca fue a abrir la puerta, la última persona a la que esperaba encontrarse era su hermano. Habían pasado cinco largas semanas desde aquel inolvidable fin de semana con Gabe. Y tres semanas desde que habían retirado los cargos de asesinato contra Jake. Volvía a ser un hombre libre. Pero Jake nunca se había presentado de improviso en su casa.

Rebecca se arrojó a sus brazos con una risa escandalosa.

– Vaya, ¿qué te trae por aquí? Pasa, pasa. ¿Quieres un café o un té?

– No me importaría tomar un café, pero temo interrumpirte…

– No te preocupes por eso, estaba a punto de tomarme un descanso. Pasa y ponte cómodo. El café ya está hecho.

Minutos después, Rebecca llevaba un par de tazas de café a su estudio, donde la estaba esperando su hermano.

– Creo que necesitas una excavadora -bromeó Jake.

– Si te parece que está desordenado, deberías verlo cuando no he hecho limpieza.

– ¿Pero has limpiado alguna vez esta habitación en la última década?

Rebecca dejó las tazas en la mesa y lo pellizcó. Cuando Jake fingió un intenso dolor, estuvo a punto de arrancarle las lágrimas a Rebecca. Dios, tenía tan buen aspecto… Y era maravilloso poder verlo fuera de los barrotes de la prisión.

Casi todo el mundo consideraba a Jake Fortune un hombre extremadamente formal e imponente, Rebecca lo sabía. Eran pocas las personas que se atrevían a bromear con él.

Y la verdad era que Gabe siempre había sido un hombre controlado y contenido, excepto con ella.

– ¿Solo has venido aquí para meterte conmigo y para darme pena? -Rebecca se acurrucó en la silla del escritorio, rodeando con las manos la taza de café.

– En realidad, he venido por una razón muy diferente -miró a su alrededor buscando un lugar donde sentarse y después de quitar varios kilos de papel de una silla lo encontró-. Esta es una visita privada, hermanita. He venido para darte personalmente las gracias. Si no hubiera sido por ti, todavía estaría pudriéndome en esa cárcel.

Rebecca sacudió rápidamente la cabeza.

– Gabe hizo todo el trabajo de investigación realmente importante, Jake. No yo.

– He visto a Devereax. Le he dado las gracias personalmente, y también al resto de la familia. Dios, todavía me cuesta creer que toda la familia haya permanecido en todo momento a mi lado. Pero Rebecca, tú fuiste la única que hiciste algo para solucionar mi situación. No creas que no lo sé.

– ¿Sabes? Ha habido algo muy irónico en todo esto. Tracey y Mónica eran muy parecidas. Ninguna de ellas habría sido capaz de definir la palabra «ética» con un diccionario en la mano. Ambas eran manipuladoras y ambiciosas, no le hacían ascos ni al chantaje, ni al robo ni a ninguna otra actividad criminal. No estoy diciendo que esté bien que hayan asesinado a Mónica. Pero no me extraña que esas dos brujas terminaran encontrándose.

Jake asintió.

– Sí, dos gatos negros cruzando sus caminos en la noche. Mónica amenazando a Tracey para mantener el secreto sobre el secuestro de nuestro hermano. ¿Quién podía haberse imaginado que Tracey investigaría a Mónica y terminaría descubriendo que, curiosamente, había adoptado a Brandon poco después de que el gemelo desapareciera? Solo una mente tan perversa como la suya podría haber relacionado ambos hechos. Tracey vio el asesinato como una forma de mantener el secreto y así poder capitalizar su estafa -de pronto, Jake pareció fatigado-. Sí, es una ironía que esas dos depredadoras sin moral se encontraran, pero creo que podríamos habernos ahorrado mucho sufrimiento si la familia Fortune no hubiera intentado esconder tantos secretos.

– ¿Incluyendo los tuyos? -le preguntó Rebecca con delicadeza-. ¿Qué tal estáis tú y Erica después de todo esto? Sé que las chicas han estado en todo momento a tu lado, ¿pero cómo andan las cosas con Adam?

Rebecca nunca había estado muy unida a Erica, la esposa de Jake. Adam era el único hijo varón de Jake y Rebecca sabía que padre e hijo eran casi dos desconocidos.

– Las cosas están yendo francamente bien, aunque todavía quedan muchas asperezas por limar con mi familia. He cometido muchos errores… -vaciló un instante-. ¿Sabes? El motivo por el que me dejé enredar por Mónica al principio fue que estaba chantajeándome. Nunca he sabido cómo se enteró de que mi padre biológico no era Ben Fortune, pero yo respondí dejándome llevar por el miedo. Pensé que lo perdería todo si se llegaba a descubrir que no era el auténtico heredero de los Fortune. Tenía miedo de perder mi vida entera, Rebecca.

Se levantó de la silla y comenzó a caminar por el atestado estudio.

– Esa era en parte la razón por la que me resultaba tan insoportable estar siendo acusado de asesinato. Había estado bebiendo, había ido a enfrentarme a Mónica, pero no tenía ningún motivo para matarla. Sé que era eso lo que podía parecer, pero yo ya había aceptado que la verdad sobre mi pasado debería conocerse. Había llegado a la conclusión de que no podía seguir viviendo en la mentira. Pero no tenía ninguna manera de hacer que me creyeran.

– Me temo que la verdad no siempre es evidente ante la ley -murmuró Rebecca, recordando todas las ocasiones en las que había discutido con Gabe sobre la validez de los hechos frente a la intuición-. Jake, todavía no me has dicho cómo van las cosas con tu esposa y con Adam.

– Van bien. Más que bien. Adam… en realidad nunca le había importado demasiado quién era yo. He sido yo mismo el que no he sido honesto y he estado ocultando cosas que han estado a punto de destrozar nuestra relación. Me temo que él es un hombre mejor que su padre.

– Y yo creo que tú eres un buen tipo, hermanito. Cualquiera puede cometer errores.

– Sí, y desde luego yo lo he hecho. En cuanto a Erica… hemos vuelto a estar juntos. Esa mujer me quiere de verdad.

– ¿Y te sorprende?

– Muchas veces pensé que a quien amaba era al heredero de los Fortune -Jake sacudió la cabeza-. Siempre he estado intentando ser el hombre que pensaba que ella quería que fuera. Hemos perdido un montón de años sin atrevernos a ser sinceros el uno con el otro…

El sonido del teléfono los interrumpió. Jake miró a su hermana arqueando las cejas en silencio al ver que no contestaba al primer timbrazo.

Rebecca no tenía intención de contestar, pero al ver el gesto de su hermano se levantó rápidamente. El contestador estaba programado para conectarse al segundo timbrazo.

Oyó la voz de Gabe, que había grabado ya su mensaje. Grave, queda, sexy, y dolorosamente familiar.

– En algún momento voy a localizarte, pelirroja. Rebecca, necesito hablar contigo.

Aquel era todo el mensaje, pero fue suficiente para llamar la atención de Jake, que miró a su hermana con expresión astuta.

– Sabías quién era. ¿Por qué no querías contestar?

– Porque estás aquí, no tengo muchas oportunidades de hablar contigo y a él puedo llamarlo en cualquier momento.

– Eres la peor mentirosa que he conocido en toda mi vida, hermanita. ¿Qué ocurre? ¿Era Gabe? No he reconocido la voz…

– No ocurre nada malo. Todo va estupendamente – le aseguró alegremente, y giró rápidamente la conversación hacia los asuntos de la familia.

Jake se quedó con ella hora y media más. Cuando le llegó el momento de marcharse, Rebecca lo acompañó hasta la puerta pensando que se habría olvidado ya de la llamada de teléfono.