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– ¿Y qué hay de ti? Tú eres su amigo. ¿No temes una venganza?

– No especialmente. Yo también nací pobre, y no quiero casarme con una de sus hijas. Si me rechazara, no me importaría. En cuanto a mis negocios, bueno, acabo de decirte que cuento con el apoyo de Sears y Roebuck, así como el de mi buen amigo George Eastman, del que tengo la venta exclusiva de sus cámaras en Minnesota. Seguro que se sabrá en el círculo del Club de Yates que yo apoyo tus negocios, pero si hay una cosa que la gente respeta es a las personas que saben hacer dinero. Cuando vean que tu empresa tiene éxito, nos felicitarán a los dos.

– Todos, menos Gideon Barnett -concluyó Jens.

– Todos, menos Gideon Barnett.

La conversación terminó con ese matiz de fatalidad, aunque Jens sintió nacer la esperanza. ¡Qué amigo había encontrado en Tim Iversen! ¡Qué hombre tan auténtico, bueno y con visión! Jens se sintió desbordar de gratitud. Se sintió como un padre al que otro salva la vida del hijo: no había gratitud suficiente. De todos modos, lo intentó estrechando a Tim con afecto cuando se despedían.

– No tengo modo de agradecerte. Eres un excelente amigo, y no te arrepentirás de arriesgarte conmigo. Trabajare duro para que mi armadero tenga éxito, ya verás.

– No necesitas decírmelo. Sé reconocer a un hombre con un sueño pues son de la mejor especie, la mejor inversión posible para hacer. Lo sé, porque yo soy uno de ellos y alguien me ayudó. Un tipo llamado Emil Zehring, amigo de mi padre. Ya murió y, por lo tanto, la única forma de agradecerle es continuar con la tradición, esperando que tú hagas lo mismo algún día, cuando alguien más joven y necesitado que tú necesite un impulso.

– Te prometo que lo haré.

– Bueno, ¿qué estás esperando? ¡Ve! ¡Empieza con ese astillero, y así podrás devolverme mi dinero!

Al dejar a Tim, Jens se encontró sonriendo. Sí, la vida había tomado un nuevo rumbo. Todo sería perfecto, si podía casarse con Lorna. Sin embargo, no se hacía ilusiones de ser bienvenido si se presentaba ante la puerta de las gárgolas y pedía verla. Decidió, más bien, escribirle para contarle las buenas noticias, enviándole la carta por medio de Phoebe, como habían acordado antes, y fijar un encuentro secreto.

Esa noche escribió:

Querida Lorna:

Pasaron muchas cosas desde que te vi, hace veinticuatro horas. No sé por dónde empezar. Primero, déjame decirte que te amo, y que nuestro futuro es más prometedor que nunca. La de anoche fue la peor noche de mi vida, y supongo que para ti también, pero no podemos permitir que eso nos desanime, en especial después de lo que ha sucedido hoy.

Fui a ver a Tim y, por increíble que parezca, me ayudará a establecer el negocio. Te escribo desde su cabaña. No sólo me dejó usarla durante el invierno sino que pondrá todo el dinero que necesite para empezar con el astillero. Ya recorrí White Bear Lake a lo largo y a lo ancho buscando un edificio vacío que sirva, pero en todos hay barcos guardados durante el invierno. Encontré un terreno que está en venta, y mañana Tim irá conmigo a verlo y. si le gusta, construiremos un edificio que será la sede de Astilleros Harken. No está lejos de la cabaña de Tim, entre ella y el club, en un agradable terreno que tendré que limpiar primero, pero no me molesta. Tengo espaldas anchas, y un hacha buena, y un noruego no necesita más para sobrevivir. Decidí construirlo yo mismo y ahorrar todo el costo de ese trabajo. Ben me ayudará, pues el almacén de maderas le dio licencia hasta la primavera. Otra buena noticia es que Ben encontró un aserradero que podremos usar para cortar las tablas, y así ahorraremos en la madera también. Será mucho trabajo, pero no me importa. Para la primavera, la construcción estará terminada, lista antes de que llegue el niño, y así cuando nazca, seré oficialmente constructor de barcos. ¿Qué te parece?

Te darás cuenta de que estoy muy entusiasmado:

Todo lo que queríamos se hará realidad. Lo único difícil es que tendremos que casarnos sin que se enteren tus padres. Lorna, al ver que te sacaban del cuarto como una criminal, se me rompió el corazón. No me dolió ni la mitad que me gritaran y me insultaran, como ver que te trataban a ti de ese modo. Ya veo que me equivoqué al imaginar que nos tratarían bien cuando supieran lo del niño, y no tenemos que volver a cometer el mismo error. De ahora en adelante, todos nuestros planes serán secretos. Ahora, mi dulce Lorna, tendremos que encontrarnos para hacer algunos arreglos. Pensé mucho en eso hoy, y creo que lo que tendrías que hacer es venir en el tren de las JO y media de la mañana, el próximo viernes. Saca pasaje para Stillwater en lugar de White Bear Lake. En esa ciudad te conocen muchas personas, y no quiero que tu padre se entere de esto. Cuando llegues a White Bear, yo subiré al tren y seguiremos juntos hasta Stillwater, al Palacio de Justicia de allí, y obtendremos la licencia de matrimonio. En Stillwater hay tantas iglesias que podremos elegir la que queramos para casarnos, y después podremos vivir en la cabaña de Tim durante el invierno, luego, en primavera, cuando esté terminado el astillero, tendrá un desván que podremos usar como casa hasta que estemos en condiciones de construir una verdadera casa en algún lado. Sé que representa un gran paso para ti vivir en una cabaña de troncos y en una buhardilla sobre un astillero, pero no será para siempre. Trabajaré más de lo que viste jamás trabajar a hombre alguno, para darte la clase de cosas que tú mereces, mi amor, y algún día tu padre se comerá sus palabras.

Acabo de leer lo que escribí y, ahora que lo pienso, creo que será mejor que tomes el tren el martes de la semana que viene, así daremos tiempo a que esta carta le llegue a Phoebe, y ella te la dé, y tú tengas tiempo de encontrar buenas excusas para salir de tu casa.

Bueno, Lorna Diane, eso es lo que haremos. Espero que estés de acuerdo con mis planes. Seremos muy felices. Te quiero mucho, querida muchacha, y también a nuestro niño. Dale al pequeño una palmada en la cabeza y dile que es de parte del papá y que este invierno, en mi tiempo libre, le haré una cuna de madera de nuestra tierra (al menos lo será algún día).

No estés triste. Sonríe, y piensa en la semana que viene, cuando seremos el señor y la señora Harken.

Tu amante futuro marido Jens

Despachó la carta al día siguiente y continuó con sus planes. A Tim le gustó el lote. Tenía unos buenos árboles que podrían aprovecharse, estaba cerca de la cabaña y, por lo tanto, podría vigilar su inversión cuando volviera en primavera, y estuviese funcionando.

Lo compraron.

Jens alquiló un carro de carga y fue al cobertizo de Rose Point a buscar sus moldes. Como encontró la puerta cerrada con candado, lo rompió, tomó lo que le pertenecía y lo abandonó con una sola pena: nunca tendría posibilidades de terminar el Lorna D, que parecía triste en las sombras del viejo cobertizo que ya comenzaba a oler a encierro por la falta de uso. Por última vez, posó la mano sobre el costado del barco y dijo: -Lo lamento, muchacha. Quizás algún día te vea en el agua. En la cabaña de Tim, metió su precioso molde en la cabaña, en contra de la sugerencia de su amigo, y apoyó las piezas contra la pared del cuarto principal, donde estaban a resguardo del clima y podía contemplar las por la noche e imaginarse los barcos a los que, algún día, les daría forma.

En el nuevo terreno, él y Ben instalaron la sierra y empezaron a cortar los árboles. Alquilaron un par de grandes y musculosos percherones a un granjero vecino y se pusieron a preparar las maderas con gran deleite para los dos: dos jóvenes noruegos con el aroma de la madera recién cortada en la nariz, el serrín sobre las botas, y caballos decentes.

A Jens le pareció que sólo en el Cielo un hombre podía ser más feliz.

El martes, se levantó temprano, calentó agua, lavó las sábanas de franela y las colgó para secarse de los moldes. Calentó otra tanda de agua y se lavó cada centímetro de la piel, se puso ropa interior limpia, el traje dominguero, una chaqueta abrigada, y una gorra con orejeras, y caminó los siete kilómetros hasta la ciudad, a esperar el tren de las diez y media.